Daniel Casares: “Los guitarristas vivimos en una psicosis continua: nunca estamos del todo contentos”
El guitarrista malagueño Daniel Casares regresa a Córdoba para actuar junto a la Orquesta en el Gran Teatro, con un programa que une dos mundos: el del flamenco y el de la música clásica. En el concierto, que abre las actividades paralelas del Concurso Nacional de Arte Flamenco, interpretará el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo y su obra propia La luna de Alejandra, una pieza cargada de emoción y lirismo que se ha convertido en uno de los pilares de su repertorio.
Con la madurez que le dan los años y una trayectoria consolidada dentro y fuera del flamenco, Casares reflexiona sobre el reto de dialogar con una orquesta, la autoexigencia constante del guitarrista y el valor de seguir tocando desde la raíz. En esta conversación, el músico habla sin filtros sobre la evolución artística, el disfrute, la disciplina y la incertidumbre de un oficio que, como él mismo dice, vive más de las dudas que de las certezas.
Ahora casi solo se publican vídeos de 40 segundos; sacar un disco es algo muy difícil
PREGUNTA (P). ¿Qué significa para ti actuar en Córdoba?
RESPUESTA (R). Hombre, pues imagínate, ¿no? Una tierra flamenca donde las haya, tierra de grandísimos artistas a los cuales admiro. Es un placer, porque sé que en Córdoba hay una gran afición, un público magnífico. Tocar en lugares como el Gran Teatro y junto a la Orquesta Sinfónica de Córdoba, pues imagínate. Lo único que me queda es estar a la altura de toda esa magia que conlleva tocar en Córdoba.
P. Vienes con un espectáculo que mezcla guitarra flamenca y una orquestación potente, dirigida por Alejandro Muñoz. Incluyes el Concierto de Aranjuez y La luna de Alejandra, una obra muy especial para ti. En el caso del Concierto de Aranjuez, que se ha interpretado muchas veces, ¿los guitarristas intentáis darle vuestro toque o preferís dejarla tal cual?
R. Siempre hay que trabajar bien la obra, interpretarla y analizarla con respeto máximo al compositor. Si hay algo que añadir, debe hacerse desde el conocimiento y la impronta personal. En mi caso, son pocos los cambios: más que añadir notas, lo que aporto es carácter, ese matiz que los flamencos llevamos en el ADN. En la parte rítmica intento mantener un buen pulso, acelerando ciertos movimientos. Son pequeños matices que muestran que todos los géneros tienen puntos de unión y comunión entre sí.
P. Este programa doble ya lo grabaste hace unos años con la Filarmónica de Málaga. Han pasado casi siete años. ¿Cómo ha cambiado tu interpretación desde entonces?
R. La música está en movimiento, y el músico también. Yo trabajo a diario, encerrado en el estudio, investigando e intentando resolver mis propias dudas. Eso te hace evolucionar. Siete u ocho años después, toco desde otra perspectiva, con más madurez. La vida te va colocando en circunstancias diferentes. Ahora disfruto mucho más de este formato, a pesar de su exigencia. He aprendido a olvidarme de la ansiedad y disfrutar del lujo que supone tocar con una orquesta sinfónica.
P. Has mencionado la ansiedad, y es cierto que muchos de los guitarristas que conozco viven en una especie de psicosis permanente, nunca están del todo contentos. ¿Esa duda constante es el verdadero motor del guitarrista?
R. Totalmente. Esa exigencia y esas ganas de mejorar son las que nos hacen crecer. Lo que para muchos ya está bien, para nosotros nunca lo está. Es un coñazo —perdón la palabra—, pero es así. Al final no nos gusta nada de lo que hacemos, aunque eso también nos impulsa. Nos gusta mostrar la música de la mejor manera posible. A veces nos pasamos de exigentes y olvidamos lo más importante: disfrutar. Es difícil hacerlo desde nuestra posición, pero cuando se consigue, es maravilloso.
Nunca pierdo el contacto con mis orígenes
P. En eso los anglosajones son más listos: en inglés tocar se dice Play, que es lo mismo que jugar.
R. (Se ríe) Es verdad. Aquí, en cambio, parece más cercano a “matarnos” que a jugar.
P. Eres un guitarrista asentado, y estás muy cómodo como solista, pero no abandonas esa flamencura. ¿Sigues buscando tocar en peñas o en formatos más íntimos?
R. Sí, yo la verdad que nunca pierdo el contacto con mis orígenes. Disfruto mucho en los teatros, pero también me encanta tocar en salas pequeñas o peñas flamencas. Me vuelve loco. Es cierto que me siento muy cómodo con este formato de solista. Pero también que, siempre que puedo acompañar a algún compañero, lo hago encantado. Además, también participo en producciones o discos de otros artistas, porque me apasiona. Intento no perder ese contacto directo con mis raíces.
P. También te has relacionado con músicos de otros géneros, del pop o el jazz. ¿Te atrae ese cruce de estilos?
R. Sí, siempre he sido un poco atrevido. Me gusta rodearme de músicos de otras disciplinas, porque se aprende muchísimo. Soy muy inquieto y preguntón; cuando comparto con otros músicos, disfruto hablando de música. Siempre que puedo colaborar con artistas de otros géneros, lo hago y lo haré.
P. Han pasado casi cinco años de Guitarrísimo. ¿Tienes en el horizonte un nuevo disco?
R. Sí, prácticamente está terminado. Ya lo vengo tocando en mis últimos conciertos. Lo que pasa es que hoy en día sacar un disco es algo muy difícil; se publican más vídeos de 40 segundos, y se valora más eso que discos de una hora. La música ya está, pero aún no tengo claro el formato de salida: quizá lo subamos directamente a plataformas digitales. Pero está grabado, el repertorio está funcionando muy bien y tengo mucha ilusión por ponerle una fecha de salida, en el formato que sea, para que todos lo puedan disfrutar.
P. Los que somos coleccionistas de discos os pedimos que no los abandonéis.
R. Yo también soy de los tuyos; tengo muchos discos. Es una pena, porque se ha perdido no solo el objeto, sino la calidad. Hoy todo se escucha comprimido, y no se valora todo el trabajo que hay detrás. No sé a dónde vamos a llegar. Quizás tengamos que volver al punto cero. Porque ya peor no se puede.
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