La violencia se recrudece en Bangassou y el obispo Aguirre acoge a cientos de heridos
Las luchas en la República Centroafricana han vuelto a golpear Bangassou, la ciudad donde es obispo el cordobés Juan José Aguirre. las informaciones de Médicos Sin Fronteras dibujan un panorama devastado por los bombardeos y donde la población civil, muchas veces herida, trata de encontrar refugio en mezquitas e iglesias. El propio Aguirre ha intermediado para tratar de poner a salvo a estas poblaciones y ha logrado, a pesar de los tiroteos, dar cobijo a cientos de personas.
Este lunes, una unidad móvil de Médicos Sin Fronteras (MSF) finalmente logró proveer atención médica de urgencia a la población que había encontrado refugio en la mezquita de Bangassou, informa la ONG. Entre las 250 personas que se encontraban allí, MSF identificó 25 heridos y suministró primeros auxilios a 10 de ellos antes de que los disparos obligaran a los equipos médicos a retirarse. Cinco de los heridos requerían intervención quirúrgica; pero fue imposible trasladar a ninguno al hospital debido a los combates. Por otro lado, 34 heridos fueron tratados al hospital ayer, lo que hacen un total de 60 atendidos en el centro desde el sábado (22 el sábado, 4 el domingo y 34 ayer lunes).
MSF está extremadamente preocupada por la población civil de Bangassou. La organización ha tenido confirmación antes de enviar este comunicado de que los desplazados que encontraron refugio en el hospital y en la mezquita han sido transferidos a la iglesia del pueblo. La situación de seguridad es extremadamente volátil y nuestros equipos siguen escuchando tiroteos esporádicos. MSF hace un nuevo llamamiento a las partes del conflicto para que permitan el despliegue de ayuda médica de emergencia para los civiles y la población herida.
Lo que sigue es un relato publicado en la web de MSF por René Colgo, responsable adjunto de emergencias de la organización humanitaria en la República Centroafricana:
“Lo sabíamos desde hacía semanas. Sabíamos que se estaban acercando. Nos habían dicho que estaban a 60 kilómetros. Luego, hace dos semanas, durante nuestra visita semanal al centro de salud de Yongofongo a unos 25 kilómetros de Bangassou, nos topamos con personas huyendo de este pueblo. Nos dijeron que un grupo armado había tomado la aldea, matando a tres civiles en el mercado.
Una cuarta persona que intentaba huir fue atrapada y asesinada. Después, el pasado lunes, hubo un incidente entre el mismo grupo armado de Yongofongo y la misión de Naciones Unidas, MINUSCA, que dejó 5 soldados de Naciones Unidas muertos y 10 heridos además de una docena de heridos del bando contrario. El número total de muertos se desconoce.
Así que cuando los tiroteos empezaron en Bangassou el pasado sábado alrededor de las tres de la madrugada, no puedo decir que me sorprendiera. ¿Estábamos preparados? Con seguridad. Estábamos preparados para tratar a los heridos, teníamos un plan de contingencia en el hospital con una carpa equipada con 18 camas extras para los heridos.
¿Pero cómo estar preparados para el pánico y el caos? ¿Cómo estar preparados para esa desazón que te atrapa cuando sabes que hay gente fuera que necesita tu ayuda y tú no puedes llegar a ellas sin poner tu vida en riesgo? ¿Cómo estar preparados para cuando te das cuenta de todas las vidas que están en riesgo? ¿Cómo estar preparado para la fatiga que se apodera de ti como resultado de un esfuerzo constante? Estoy seguro de que nunca se está preparado para estas cosas.
Todo fue muy rápido. Cuando los tiroteos empezaron en el vecindario de Tokoyo, el área musulmana del pueblo, la gente salió huyendo en todas las direcciones, corriendo en mitad de la noche para encontrar refugio donde podían: en la casa de un amigo, en la iglesia, en la mezquita, en los patios del hospital… Un mar de gente y luego nada. La ciudad quedó vacía por dos días. Solamente hombres armados se aventuraban a salir a las calles. Ningún sonido, salvo los disparos.
Recibimos 22 heridos en el hospital el sábado pasado, y cuatro más el domingo. Y luego, un goteo de 500 personas que buscaron refugio en el patio, en los pasillos, esperando que los combatientes no atacaran una infraestructura médica. Están aterrados. Algunos están completamente traumatizados, como una mujer de unos treinta años de Toyoko que vino con su marido en estado de shock. Sus ojos aún estaban llenos de la violencia que había presenciado: vecinos masacrados a tiros o por los machetes, hogares saqueados o incendiados. Nuestro equipo en atención psicosocial le ofreció ayuda inmediata y ella finalmente se está recuperando poco a poco. Sigue con su familia en el patio del hospital sin saber muy bien qué pasará después. Vivimos en el momento presente, preparados para reaccionar.
Estamos muy preocupados por el destino de esos hombres, mujeres y niños que buscaron refugio en la mezquita de Tokoyo*. Estamos asistiendo a población que se ha refugiado en el hospital y la misión católica está ayudando a los que están en la iglesia, pero aquellos que ahora están en la mezquita están completamente aislados. Durante dos días no han tendido acceso a agua ni comida, con temperaturas que superan los 30 grados. Entre ellos hay heridos pero también los cuerpos de personas que han sido brutalmente asesinadas el sábado por la mañana.
El domingo por la tarde, el obispo de Bangassou, el cordobés Juan José Aguirre, trató de escoltar a un grupo de mujeres y niños de la mezquita a la iglesia y a algunos que estaban traumatizados o heridos, al hospital.
Ayer finalmente alcanzamos la mezquita, donde pudimos proveer atención médica de urgencia. De los 25 heridos que encontramos en la mezquita, pudimos tratar a 10. Cinco de los heridos necesitaban atención quirúrgica. Pero los tiroteos empezaron de nuevo y tuvimos que evacuar el lugar dejando a 250 personas allí refugiadas.
La ciudad de Bangassou está irreconocible: hombres armados disparan sin control. Los helicópteros sobrevuelan nuestras cabezas. Tememos lo peor si no se toman medidas efectivas y a largo plazo para proteger a los civiles“.
Tras recibir este artículo de terreno, MSF tuvo confirmación de que la población refugiada en la mezquita y el hospital fue trasladada finalmente a la iglesia de Bangassou, bajo el paraguas de monseñor Aguirre.
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