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AGUA
La ruta del agua y las fuentes que muestran los veneros que corren bajo Córdoba

Fuentes en la ruta del agua del casco histórico de Córdoba

Carmen Reina

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Si cualquier cordobés o visitante se sitúa en la calle Juan Rufo, a pocos metros de la Plaza de la Fuenseca, y se para junto a las alcantarillas, podrá escuchar con claridad el rumor continuo del agua. A unos metros de allí, en la calle Santa Marta, otra alcantarilla ubica el punto de unión de las aguas de hasta tres veneros distintos de agua del subsuelo cordobés. Son los manantiales que históricamente han corrido por Córdoba y que, actualmente, se pueden seguir con un recorrido por las fuentes y antiguos pozos que surtían de agua a la ciudad.

La historia de estos veneros de agua es la historia misma de Córdoba. Y su conducción bajo tierra y las fuentes para coger ese agua se explica a partir de los distintos momentos de la ciudad. “Cuando se funda la ciudad romana, se hace en un punto alto, con un desnivel importante para protegerse y se erige una muralla”, explica junto a la Puerta del Rincón y los restos de la muralla Pancho Gamero, ingeniero experto en aguas, que durante más de una década ha estudiado las aguas y sus conducciones bajo Córdoba.

Él conoce a pies juntillas el completo laberinto de veneros, manantiales y conducciones de agua que hay bajo Córdoba, desconocido para la gran mayoría. Es el complejo mapa de las aguas subterráneas que corren bajo la capital, un descubrimiento con años de investigación que componen el laberinto hídrico que tenemos debajo de nuestros pies y que aflora en forma de fuentes.

El desnivel natural de la ciudad, siguiendo el descenso de las postrimerías de la Sierra hasta el valle que encauza al Guadalquivir, es el que naturalmente también ha seguido siempre el agua de los veneros. “Y para que no dañara la muralla romana, la drenaron con unos salientes de agua, salientes que se aprovechaban en forma de fuentes”, explica el experto.

Así, desde ese inicio de la muralla en la Puerta del Rincón hasta su emplazamiento en el Templo Romano, se dibuja una línea por la que en el subsuelo atravesaba un arroyo y las aguas de veneros de aguas que luego surtían a fuentes y a la población. “Las aguas de San Agustín, las aguas de la Fuenseca, las aguas de Santa Marta van confluyendo en esta zona”, cuenta el experto al inicio de un recorrido por algunas de las fuentes y pozos que hablan de la historia del agua en Córdoba, de cómo se regaban los huertos de la zona y se abastecía la población.

Lo que fue una primera fuente que ahora está seca y pasa inadvertida, detrás de los coches aparcados en la calle Carbonell y Morand, data de 1876 y pertenecía a las Aguas del Cabildo, con la que se regaba el Huerto del Císter. A unos metros, en la Puerta del Rincón, se sitúan dos captaciones más: un venero que se usaba para regar el huerto del convento de Santa Isabel de los Ángeles y otro que llegaba hasta San Agustín, conducido por atarjeas.

Desnivel abajo, siguiendo la terraza fluvial del Guadalquivir, se ubica la Plaza de la Fuenseca, con la fuente que lleva la contraria a su nombre. En un primer momento, esta fuente se ubicó en la actual calle Alfaros, luego estuvo en el medio de la actual plaza y, finalmente, se adosó al muro que la alberga actualmente. Hasta ahí, corriendo bajo tierra con el rumor que se deja escuchar por las alcantarillas de la zona, llegaban aguas remanentes del Huerto del Císter (aguas de la Fuenseca), pero también de Torrecillas Altas, para unirse con la Fuenseca.

Esa suma de aguas se ve en los cuatro caños de la fuente de la Fuenseca: “Por el de la izquierda salía el Agua del Cabildo, que procedía de la Sierra y era de mejor calidad. La piedra donde se apoyaban los cántaros para recoger agua de ese caño está más desgastada, porque era la que más se usaba para el consumo humano”, cuenta Gamero. De los otros tres caños salían el resto de aguas, de peor calidad. Y los remanentes que sobraban, se conducían desde allí a casas señoriales de la zona como el Palacio de Viana.

Siguiendo sobre tierra el recorrido del agua bajo ella, en la calle Santa Marta se ubica la conexión de las aguas que provenían desde la Fuenseca y las que llegaban hasta San Agustín, que iban a surtir el huerto del convento de Santa Marta y, el remanente que sobraba, se conducía hacia la actual calle San Pablo.

“Todas las aguas de los veneros que corren bajo Córdoba, actualmente siguen su camino por las conducciones del alcantarillado, por la red de saneamiento. No se aprovechan. Y acaban llegando al Guadalquivir”, explica Gamero. Son las aguas que históricamente regaron huertos del casco histórico, surtían las fuentes y abastecían con ello a los cordobeses.

En la Plaza de San Andrés, junto a su iglesia y el terreno que esta tenía antiguamente, se encuentra otra de las fuentes que da fe de un surtidor histórico de agua. Primero, en 1844, se ubicaba una fuente en un rincón de la actual plaza, con aguas que provenían desde Santa Marta. Luego, en 1861, la fuente se remodeló y se trasladó la que existía en la calle Capitulares, una fuente barroca de planta octogonal que hoy se puede ver y a la que llegaban aguas de Santo Domingo de Silos -regaba el Huerto de San Pablo y bajaba-, y también agua de La Palma, conducida desde el entorno del arroyo Pedroche hasta el mismo centro de San Andrés. Las casas nobles de alrededor aprovechaban el remanente de estas aguas, un agua que ahora se conduce por la red de saneamiento y acaba en el río.

Cerca, en el Palacio de Orive y sus jardines, se ubica otro punto importante del agua que históricamente tenía esta zona de Córdoba. Recibía agua de Santa Marta y de Santo Domingo de Silos, y albergaba en el punto más alto de los jardines un pozo noria del que aún se conserva la huella de su encañado. “Este pozo cogía agua del nivel freático y desde ese punto alto y aprovechando el desnivel, se conducía el agua para regar todos los jardines y huerto de Orive”. Actualmente, se puede ver el pilón por donde salía ese agua hacia los jardines, donde también confluían veneros con agua de Villalones y del Huerto de San Pablo.

Esta muestra de la ruta del agua termina a unos pasos, en el Templo Romano, junto al actual Ayuntamiento. Ese “agua de la Romana”, bajaba por la calle Espartería y surtía la fuente que se encuentra en uno de los extremos de la Plaza de la Corredera. Provenía del lienzo de la muralla que se dibuja desde la Puerta del Rincón hasta el Templo Romano y justamente en este monumental emplazamiento, “hay un pozo a unos seis o siete metros de profundidad”, cuenta Gamero, conocedor del mismo, desde donde se recogía el agua que luego llegaba hasta La Corredera.

La ruta del agua prosigue más allá, tanto como las antiguas conducciones y fuentes salpican el casco histórico de la ciudad, hasta el río, con galerías y pozos en edificios actuales, o fuentes como la del Compás de San Francisco. Un tesoro que históricamente ha guardado el subsuelo de Córdoba, el tesoro del agua que se ha convertido en un preciado bien en estos tiempos de sequía.

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