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Luis Planas, el político cordobés en el que Pedro Sánchez más confía para los asuntos del campo y el mar

Luis Planas, en la plaza de Las Tendillas de Córdoba

Alfonso Alba

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La fe del presidente Pedro Sánchez en el cordobés (nacido en Valencia) Luis Planas parece inquebrantable. Sánchez llamó a Planas para ser su ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca mientras el cordobés paseaba por una finca de olivos en Montoro, en el mes de junio de 2018. Planas había dado un paso atrás de la primera línea de la política, tras perder unas primarias andaluzas con la sevillana Susana Díaz. Y se estaba centrando en lo que le apasiona: el mundo del aceite de oliva. Desde junio del 2018 hasta noviembre del 2023, el campo, la ganadería y hasta el mar en España han sufrido una convulsión más importante que otros sectores económicos del país. Y al frente de esa ola ha navegado Planas, un ministro de la absoluta confianza del presidente del Gobierno, con un pie en España y otro en Bruselas, el lugar en el que se negocian las políticas que acaban afectando, de una u otra manera, al sector primario español.

La reelección de Luis Planas como ministro era algo que se dudaba en los mentideros madrileños. Al igual que al encargado de Interior, Fernando Grande-Marlaska, su nombre sonaba de salida. El campo ha vivido una agitación desde antes incluso de la pandemia más que importante. A la crisis de precios del 2019 le sucedió el confinamiento y una inflación salvaje que ha provocado grandes pérdidas. Todo unido a la sequía y a las consecuencias del cambio climático, y a la negociación de una nueva Política Agraria Común (PAC) considerada perjudicial por parte de muchos agricultores (que ven cómo se pierden fondos comunitarios), ha provocado que el Ministerio de Luis Planas viviese en un temporal constante.

En junio de 2018, Planas fue recibido con los brazos abiertos por la práctica unanimidad de las organizaciones agrarias. En noviembre de 2023, su nombre ya no es tan bien saludado. Pero en todos los sectores y en todos los colectivos vinculados al campo y a la ganadería se coincide en que Planas es, con toda probabilidad, el ministro de la historia de la democracia que mejor conoce el sector. Aunque se hayan tomado decisiones que disgusten y aunque se le haya pedido, en varias ocasiones, la dimisión. Planas sigue siendo a día de hoy el político en el que Pedro Sánchez confía ciegamente las políticas agroganaderas, un lugar en el que la izquierda lo tiene cada vez más difícil, el de la España cada vez más vaciada donde los fondos de inversión están sustituyendo a los agricultores y ganaderos, y donde colisionan muchos ministerios.

Planas, por ejemplo, ha tenido una relación tensa con el ya exministro de Consumo Alberto Garzón, por sus políticas reclamando un menor consumo de carne roja, algo que provocó críticas del sector ganadero español. Pero al final de la pasada legislatura se reconcilió con Garzón, en un último Consejo de Ministros en el que se repartieron elogios. Y fuera del gabinete mantiene intensos equilibrios en el sector primario nacional.

Leyes aprobadas y pendientes

En esta legislatura, Planas ha liderado la aprobación de tres grandes leyes: la ley de la cadena alimentaria que prohíbe la venta de productos a pérdidas, una práctica muy común de las grandes superficies, y que obliga a que los agricultores cubran los costes de producción; la nueva PAC; y una ley de pesca sostenible e investigación pesquera. Pero en el tintero, en su tramitación en el Senado, se ha quedado la ley contra el desperdicio alimentario, algo de lo que Planas quiere hacer bandera al inicio de esta nueva legislatura.

Planas no es cordobés aunque como si lo fuera. Tiene casa, y familia, en el corazón de la ciudad, en pleno barrio de la Judería. Vive en Córdoba desde 1980, cuando fue trasladado a la ciudad como inspector de trabajo. Ya en 1982 fue elegido diputado al Congreso por el PSOE, en 1986 parlamentario europeo y en 1993 consejero de Agricultura de la Junta de Andalucía. Tras un breve paso por el Senado, se marcó de nuevo a Bruselas a trabajar con Pedro Solbes, hasta que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero lo nombró embajador de España en Marruecos. Tras cuatro años en una segunda etapa como consejero de Agricultura de José Antonio Griñán, se enfrentó a Susana Díaz en unas primarias que perdió. Hasta que cuatro años después Pedro Sánchez lo convirtió en su ministro de Agricultura, uno de los pocos altos cargos que mantiene desde la moción de censura de 2018.

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