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Carmen Reina

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“Aquí analizamos lo que somos como hombres, lo que no nos gusta y nos vino aprendido. El abuso de poder, la competitividad, la depredación sexual son valores que se suelen dar en el género masculino y normalmente para perjudicar al género femenino. Y aquí nos cuestionamos todo eso”.

Quien realiza esta reflexión es Antonio, de 49 años, justo al término de una sesión de trabajo en el Laboratorio de Masculinidades que se desarrolla en Córdoba, un proyecto de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (Ahige) que se dirige a aquellos que quieran dar un paso adelante y revisar sus actitudes, sus comportamientos y, en definitiva, la conformación de su masculinidad. “No estamos acostumbrados a reflexionar como hombres”, asegura.

Como Antonio, también Enrique y José Luis comparten este espacio de trabajo personal, junto a otros trece hombres más. Hombres que quieren ser mejores hombres, que quieren apartar a un lado los roles asignados en una sociedad machista, que han empezado a cuestionar su papel en contribuir a una comunidad aún desigual entre mujeres y hombres.

A las puertas de un nuevo 8M, Día Internacional de la Mujer en el que se reivindica la lucha feminista por la igualdad y los derechos plenos de la mitad de la humanidad, hay parte de la otra mitad, parte de los hombres, que asumen un trabajo personal para revisar su papel.

“Aquí analizamos muchos de esos valores que se nos han dado a los hombres, como el valor, la agresividad, la violencia…pura testosterona. Se nos inculcan a los hombres y son perjudiciales para la sociedad”, piensa Antonio, que tiene claro que talleres de trabajo personal como este al que acude “ayuda a conocernos mejor y, en definitiva, a contribuir a hacer un mundo mejor”.

“La paternidad me puso delante muchos retos”

“Nunca nos paramos a analizar lo que supone ser hombre para nosotros y para nuestro entorno”. Y esa reflexión es la que comparte con sus compañeros del Laboratorio de Masculinidades. “En mi caso” -explica José Luis, de 49 años-, “la paternidad me puso delante muchos retos. Emergía en mí una manera de ser padre que yo había criticado siempre en el mío”. Y ese momento de su vida fue clave para cuestionarse su rol masculino, sus actitudes y comportamientos, como hombre y en relación a su pareja y su hijo.

“La paternidad fue un estímulo, me llevó a aprender, a reflexionar, a cuestionarme… Me hizo revisarme”, confiesa sobre ese momento en el que comenzó a mirar a su interior y también a interesarse por los movimientos por la igualdad entre mujeres y hombres, por el feminismo y por los grupos de hombres que trabajan por ello.

“Debemos explorar espacios que no nos han sido asignados, como los cuidados, la afectividad, las emociones, la vulnerabilidad…Todo eso, lo tiene la crianza. Y los mandatos de género -en una sociedad no igualitaria-, nos han dejado fuera de ese espacio”, critica. “Tenemos que explorar esas incoherencias”.

Para José Luis, ese trabajo contribuye a la igualdad entre mujeres y hombres. “Los hombres debemos ocuparnos de los espacios internos. De ocupar espacios públicos ya vamos servidos”, ironiza. “Ya está bien”. “Se trata de afrontar ese compromiso con uno mismo, de trabajar la escucha también y el acompañamiento”. “Y todo eso, sin esperar un reconocimiento por ello, que es algo también muy propio de los hombres, de los mandatos de género. Corremos el riesgo de querer ponernos medallitas, de ponernos la ‘chapita morada’ (por la igualdad) e inflar nuestro ego”, advierte.

“Mejorar comportamientos, reflexionar, abrirnos”

Porque esa igualdad, el ser mejores hombres para contribuir a erradicar la desigualdad, está en la mente de quienes trabajan en este Laboratorio de Masculinidades contra el machismo y por la revisión del rol de los hombres.

“Muchas veces, los hombres no sabemos enmarcar el movimiento feminista, definirlo bien; no sabemos si ayudamos, si estorbamos…”, reflexiona Enrique, de 29 años. Él, como sus compañeros de sesión, asegura que su pretensión en este taller es “mejorar comportamientos, reflexionar y abrirme”.

Porque esa capacidad de abrirse a otros hombres, de hablar de su interior con otros iguales, es algo que precisamente se trabaja en este taller. “Normalmente, no hablas de tus sentimientos con amigos varones, de tus problemas… Es algo que sí hacía con mis amigas, con mujeres, pero a los hombres no nos han enseñado a hacerlo”, cuestiona.

De ahí que trabajen esa parte personal, emocional, afectiva, que muchas veces se les ha vetado como hombres y se ha asignado a las mujeres dentro de los mandatos de género. Un trabajo que cuesta, si no se tienen referentes masculinos que practiquen esas actitudes. “Pienso que mi padre, para su época, lo hizo bien”, dice Enrique, pero asume que quien le sirvió de referente, hace unos meses, para dar el paso de querer explorarse y cambiar lo que no le gustaba de su masculinidad, “fue la pareja de una amiga, me hizo reflexionar sobre todo esto”.

Dinámicas de expresión

“Mi reto es abrirme, cuestionar todo lo aprendido”, dice. Y de eso se encargan las sesiones guiadas de trabajo del Laboratorio de Masculinidades, al que cada primer viernes de mes entre febrero y junio, acuden 16 hombres en Córdoba.

Ante ellos, actividades y herramientas que les hacen plantearse sus referentes masculinos positivos, qué significa ser hombre, el sistema patriarcal o la asignación de privilegios que lleva asociado para los hombres y no para las mujeres. Durante las sesiones, trabajan con un hilo conductor estos ámbitos, explorando también desde las emociones que les han sido vetadas históricamente, o su papel en la sexualidad, propia y con una pareja.

Dinámicas de expresión y corporales unidas en un trabajo “lento, paso a paso, tocando aquellos aspectos básicos para nuestro desarrollo”, explica el presidente de Ahige, Francisco Rosales. Se ponen frente a su propio espejo, “vemos cómo nos ven los demás y cómo nos vemos nosotros. Y vemos esa disociación de nuestra imagen, con los mandatos de género y roles inculcados, con las emociones que nos podemos permitir y con valores que debemos mostrar aunque no los sintamos”. Es, en definitiva, el autodescubrimiento de hombres que quieren ser mejores hombres.

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