¿Qué impacto social y urbanístico tiene la estetización y festivalización de los Patios de Córdoba? ¿Es Flora un complemento a esta fiesta o el paradigma de su eventización? ¿Pueden convivir opiniones discrepantes sobre el efecto turístico con la opinión mayoritaria, que ve con orgullo estos dos eventos? Estos son algunos de los interrogantes que plantea el estudio multidisciplinar Turismo, desarrollo urbano y crisis en las grandes ciudades andaluzas, publicado por la editorial Comares, y coordinado por el geógrafo Ibán Díaz y la arquitecta María Barrero.
Un estudio que advierte de que no hay ciudades andaluzas inmunes al nuevo paradigma turístico, basado en la proliferación de las viviendas turísticas, el dominio de la restauración en los centros históricos y en la implantación de un escenario de características propias, y que, para hablar del fenómeno de eventización turística, dedica todo un capítulo a analizar los Patios y Flora, escrito por Victoria Quintero y Javier Hernández.
Entre sus conclusiones está que el Festival Flora, a pesar de que fue concebido con fines comerciales, representa “un ejemplo paradigmático de estetización” que persigue posicionar a Córdoba en la red internacional de ciudades turísticas dotándola de una imagen “singular y muy sugerente” (la ciudad de las flores), al tiempo que “refuerza el orgullo y el sentimiento de una población residente”. En términos generales, los autores explican que la estetización es “una fuerza expansiva que recrea escenarios atractivos” con el doble objetivo de garantizar “un consumo turístico conspicuo y generar la legitimación de las políticas públicas entre la población local”.
Así, lo que empezó como una iniciativa privada costeada por el empresario chino Jiangping Fu y presentada como “un regalo” para la ciudad, está en pleno “proceso de patrimonialización”, de manera que hoy, de hecho, “es financiado mayoritariamente con fondos públicos y de pequeñas entidades locales”. Entre otras cosas, porque “ha ido ganando prestigio y renombre entre los responsables de la corporación municipal, los empresarios locales y la ciudadanía cordobesa, que la acoge con orgullo y acude a esta celebración”.
Sin embargo, continúa el estudio, los valores que se proclaman a través de este evento “suben un escalón más la dimensión estetizante de los patios, artealizando el paisaje cordobés y banalizando la complejidad de significados del mismo para adecuarlo a una lectura contemplativa y consumista del centro de la ciudad”. Por tanto, entienden que Flora representa “el paradigma de la estetización, ya que se muestra desligado de cualquier vínculo con la tradición y se relaciona estrechamente con el arte contemporáneo”.
Los autores de esta obra viajaron a Córdoba para estudiar el fenómeno in situ y hablar con la población local. A priori, consideraban que “tanto Flora como la Fiesta de los Patios son piezas fundamentales de una estrategia turística que se orienta al crecimiento económico sin paliativos”. “Tanto los patios como las instalaciones florales son decorados que se exhiben para la contemplación y el deleite de nativos y turistas que, como consumidores globales de un paisaje construido, se ocupan de registrar visualmente con sus móviles y cámaras estas arquitecturas luminosas recubiertas de flores y plantas emplazadas armoniosamente”, detallan.
Sin embargo, advierten de que, a pesar de que las líneas están cada vez más difusas, también son, a priori, dos conmemoraciones distintas: los Patios son una fiesta considerada como patrimonio y vinculada a la memoria y al acervo de la ciudad, y Flora, un evento para el recreo de la población.
¿Esto es realmente así? El estudio que hacen de los Patios deja en el aire muchas dudas. Para empezar porque empiezan por recordar que, históricamente, el patio siempre ha tenido una esfera estética, como “una de las iconografías más frecuentes de los paisajes urbanos andaluces”, especialmente en el mundo del arte, un movimiento que ya despojó a las casas patio populares “de objetos y elementos que pudieran evidenciar dificultades, estrecheces y miserias”.
Esta mirada romantizadora, sin embargo y según señalan los autores, cambió durante los años ochenta y noventa, en las que “las formas de entender el Concurso se transforman, la estética del patio pasa a un segundo plano, más centrado en el cuidado de las plantas, en los modos de vida ya en progresiva desaparición y en la fruición de la fiesta y el encuentro que producen los patios de mayo”.
Todo esto vuelve a revertirse de nuevo con la inscripción en el año 2012 de la Fiesta de los Patios en el Listado de Bienes Representativos del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de Unesco, que “relanza una mirada estetizante”, y convierte de nuevo al patio en “objeto de contemplación” que “se difunde a través de numerosas fotografías y videos que atrapan colores, formas y objetos bajo un canon de belleza atractivo para los turistas internacionales”. Así, la imagen del patio andaluz y cordobés que en los años 30 y durante la Dictadura plasmaron los pintores en sus cuadros, hoy es recreado a través de fotografías y redes sociales, vienen a decir los autores.
Esto hace, en opinión de Victoria Quintero y Javier Hernández, que se fije “un modelo de patio, profusamente florido, con ciertos elementos apegados a la tradición o la historia y donde la vida cotidiana y otras estaciones del año desaparecen”. “Una parte de lo que son los patios —la belleza de sus flores, su exhibición en mayo—, subsume al todo, un todo que es un paisaje urbano complejo e intensamente vivido, hoy en peligro de abandono, gentrificación y turistificación. Un paisaje urbano habitado donde se superponen distintas tramas históricas, donde han convivido diversas clases sociales en calles cercanas, donde la sociabilidad y la vida de vecindad forman parte de la calidad de vida”, recoge el estudio, citando a la arquitecta Gaia Raedeli.
El patio queda desligado de lo social, lo cual es significativo, pues fueron los valores socioculturales fundamentales para la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
Así, desde hace una década, los discursos hegemónicos de poderes públicos y medios de comunicación han construido una “narrativa artealizada de los patios”, en la que sus atributos tradicionales (cooperación, sociabilidad, intercambio y hospitalidad vecinales) “se mencionan, pero quedan subordinados al valor supremo de la belleza”.
“En estas narrativas, el patio queda desligado de lo social, lo cual es significativo, pues fueron los valores socioculturales los que se señalaron como fundamentales para la declaración de la Fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco”, recuerdan los autores del estudio, que advierten de que “la consecuencia menos visible de la estetización es que invisibiliza los procesos de exclusión socioterritorial y de gentrificación vividos en los barrios de casas-patios desde hace décadas”. Es decir, la fiesta entierra una realidad incómoda: “las mutaciones sociales y urbanísticas han llevado a la práctica desaparición de muchos de los modos de vida vecinales”.
A pesar de ello, los artistas confirman que los cordobeses están encantados con esta imagen. En sus charlas con los visitantes a Flora y los Patios (que recordemos, se abren en otoño para coincidir con el festival de arte floral), la opinión mayoritaria es que es algo muy positivo y sólo una pequeña minoría expresa opiniones divergentes, especialmente en lo relativo a Flora.
“Si trazásemos un continuum con respecto a las formas en que se interpreta Flora, tendríamos en un extremo a aquellas personas que consideran el festival como una oportunidad para dar mayor importancia a las plantas, a los saberes florales y a los patios en el contexto de la ciudad; mientras que en el extremo contrario se ubican las opiniones que afirman que el festival es una pantomima que consume recursos municipales que deberían dedicarse a otros fines, entre ellos a solucionar muchos de los problemas de las cuidadoras de los patios”, relatan los autores del estudio.
¿Cuáles son las principales preocupaciones del segundo grupo? Pues el “sentimiento de enfado y hastío de muchas cuidadoras que sienten que su trabajo de cada día, cuidar las plantas y hacer de su patio un espacio merecedor del concurso, es minusvalorado”, al menos en comparación con lo que los artistas de Flora reciben. También hay quejas sobre la falta de compensación a la cualidad hospitalaria de los cuidadores, que abren sus casas para sostener, “directa e indirectamente, una industria turística por la que, en ciertas ocasiones, no se sienten recompensadas”.
Así, la pregunta que queda tras leer este estudio, es cómo se va a lograr mantener una fiesta como los Patios de Córdoba sino es a través de inyecciones de dinero público como las que se están inyectando ya en Flora. También, por supuesto, si no tendrá razón esa minoría que, según el estudio, critica la estetización de los Patios porque “comprende y valora los paisajes como un espacio vital y no como un decorado”.
En este punto, el estudio incluso menciona a ese otro asociacionismo vecinal reivindicativo que “se manifiesta en la autoexclusión activa del concurso anual organizado por el consistorio en la fiesta y, sobre todo, en el desarrollo de alternativas dirigidas a la reinvención de los modos de vida tradicionales, así como a la construcción vecinal y la gestión colectiva de los barrios y los patios del siglo XXI”.
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