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Carmen Reina

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El comercio justo está de aniversario: en 2022 se cumplen 35 años del inicio de este tipo de mercado que trajo hasta España, en un primer momento, los productos hechos artesanalmente en países en desarrollo con la garantía de un pago justo a sus productores, condiciones laborales dignas, respeto por el medio ambiente, igualdad de género y ausencia de explotación infantil.

Fue en 1987 cuando se realizaron las primeras importaciones de estos productos que, primero se vendieron en mercadillos y eventos solidarios, y dieron paso después a la apertura de las dos primeras tiendas de comercio justo en España, una en San Sebastián y la otra en Córdoba, localidad ésta que además fue la primera de todo el país en ser declarada Ciudad por el Comercio Justo, en 2008. Y en la capital cordobesa pervive desde entonces la cooperativa que fuera motor de aquella primera tienda del sector, primero bautizada como Tienda de la Solidaridad y después como IDEAS.

“Nuestra idea inicial se basaba en que el comercio justo aumenta la capacidad de sostenibilidad de la cooperación internacional: crea empleo y economía local”, explica a Cordópolis Carola Reintjes, que fue una de las promotoras de aquella Tienda de la Solidaridad en Córdoba, ubicada en la avenida de Barcelona, como escaparate de la cooperativa Sandino y después IDEAS, organización que implantó este tipo de comercio en la ciudad.

Los inicios desde la primera ONG andaluza

Reintjes, que había conocido el comercio justo en Alemania, explica a cómo desde la primera ONG andaluza -la Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz (ASPA)- “unos cuantos socios empezamos a debatir cómo iniciar el comercio justo en España”. En un primer momento, realizaron pequeñas importaciones de productos de Centroamérica y, ante la buena acogida que tuvieron, tomaron la decisión de abrir la tienda. Luego, sumaron hasta 12 tiendas por toda Andalucía.

El Salvador, Nicaragua y países del Caribe con los que en aquellos años existía un importante movimiento de cooperación internacional fueron los primeros desde donde llegaron a España los productos de comercio justo. Productos en su mayoría de artesanía por aquel entonces: “Unas pinturas maravillosas de República Dominicana fueron las primeras”, rememora Reintjes sobre lo que vendía la tienda en Córdoba.

A partir de ahí, la historia del comercio justo empezó su camino, paso a paso, para difundirse y aproximarse al público en general. Exposiciones itinerantes, mercadillos y ferias fueron “antes y en paralelo a la tienda”, dice su promotora- escaparates con los que se buscó llegar a todo tipo de clientes para aumentar la proyección de este mercado.

“Buenísima aceptación”

“La aceptación fue buenísima. Todo aquello suponía acercar a Córdoba culturas lejanas”, recuerda Reintjes, quien cita 1992 como una fecha importante para la difusión del comercio justo: “La Expo de Sevilla supuso una mayor apertura para conocer esos países” y, con ello, los productos de aquellas culturas indígenas de las que se celebraba los 500 años de su “descubrimiento”.

Desde los inicios, el objetivo del comercio justo estaba claro: “El mercado de la solidaridad ha intentado convencer a la gente de la bondad de la cooperación internacional y del comercio justo como vía para cooperar con lo que entonces se llamaban países del tercer mundo”. Ese mensaje se trasladó desde los inicios, cuando el público acudía llamado por el exotismo de las piezas de artesanía, pero ya se le explicaba e iba calando la importancia del comercio justo como medio de vida en países en desarrollo.

A partir de ahí, estos 35 años de trayectoria han dado para que el comercio justo se haya asentado en nuestro país, a partir de ciudades como Córdoba que fueron pioneras en el sector, aunque España esté aún en el furgón de cola del consumo de estos productos en Europa. El último informe de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo señala que el consumo medio por habitante en estos productos durante 2020 fue de 3,01 euros, un salto cualitativo en los últimos cinco años cuando estaba en 0,71 céntimos anuales, pero muy lejos de las cifras de países europeos con una media que multiplica por cuatro o cinco el gasto en estos productos que se da en España.

“El sector se ha ido profesionalizando, desde lo que surgió como una voluntad de cambiar el mundo, con la ayuda de muchas manos solidarias al inicio”, reflexiona Reintjes. “Luego, el consumidor demandaba más garantías, más calidad y la gestión tenía que profesionalizarse”. Hoy en día, se han abierto más canales para el mercado de los productos de comercio justo, que viven una segunda juventud y ya se encuentran en grandes superficies y supermercados, además de las pequeñas tiendas de comercio justo. Aunque, esta experta avisa, el mayor volumen de este tipo de comercio hace que se puedan quedar atrás los pequeños productores y cooperativas, que no tienen esa magnitud pero que necesitan de la comercialización de sus productos para subsistir.

Volumen de mercado

Con el tiempo, a los productos llegados de los países de Centroamérica y el Caribe se han ido incorporando Asia y África. Y también, a lo largo de estos 35 años, se sumaron nuevos productos: si en los inicios eran de artesanía en su mayoría, poco a poco se fueron incorporando sectores como la alimentación o el textil. Hoy la balanza está inclinada completamente hacia los productos de alimentación, que mueven el mayor volumen de este mercado.

Sin embargo, ahí también está uno de los mayores retos que el comercio justo tiene por delante. “Hay que cuidar y no dejar de lado a la artesanía, porque tiene más marginalidad y más pobreza detrás”, señala Reintjes para explicar cómo los índices de pobreza son mayores entre los productores artesanos, que muchas veces no tienen ni para subsistir, que entre quienes generan productos de alimentación que al menos cuentan con ellos para su propia vida.

Y, en el horizonte, un gran desafío: “es necesario abrir el debate sobre si la comercialización actual es sostenible a largo plazo y sus consecuencias en el cambio climático. No es necesario traer has aquí lentejas de América”, pone como ejemplo Reintjes. Por eso, apuesta por “garantizar la soberanía alimentaria de los distintos países, fomentar los mercados locales y la economía social y solidaria en origen”. “El comercio justo tiene que pensar dónde quiere estar de aquí a diez años”, deja en el aire para la reflexión.

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