Aprender memoria histórica a pie de fosa: “Que nunca se repita lo que veis aquí”
Los alumnos de 3º de la ESO del IES Grupo Cántico de Córdoba han dado esta semana una clase práctica muy especial. La teoría que han estudiado en clase en una unidad didáctica sobre 'Libertades, Derechos Humanos y Valores Democráticos', haciendo referencia a las dictaduras y los genocidios, ha tenido una actividad de aprendizaje fuera del instituto viendo in situ el resultado de uno de los principales elementos de la represión franquista en Córdoba: las fosas del cementerio de La Salud donde arrojaron los cuerpos de los fusilados.
Allí, tras más de dos años de trabajos, aún se trabaja en la exhumación de los restos que siguen apareciendo. Allí, los alumnos han aprendido a pie de fosa la memoria histórica de lo ocurrido en Córdoba y la provincia en la represión tras la Guerra Civil, viendo con sus propios ojos la última saca descubierta, los huesos amontonados de hasta 25 personas arrojadas de una vez a la fosa tras ser represaliadas. Y lo han hecho con el equipo de especialistas que trabajan en la exhumación de los restos pero, también, con la experiencia transmitida en primera persona por un familiar que sigue buscando a su padre, 89 años después, Antonio Deza, presidente de la asociación memorialista Dejadnos Llorar.
“Que nadie os hable de odio”
Precisamente, ante el memorial que recuerda en el cementerio los nombres y apellidos de aquellos represaliados cuyos datos han sido constatados en estudios, documentos y testimonios, Deza se ha dirigido a los jóvenes estudiantes: “Los familiares sufrimos mucho. Imaginad una familia destrozada, vivir sin conocer a tu padre”. “La jornada de hoy es para transmitiros el respeto por la paz y la libertad. Y que no se repita nunca lo que vais a ver ahí”. Ahí, en la última excavación en la fosa, con los huesos de las últimas 25 personas halladas evidenciando la represión. “Eso no debería repetirse nunca” -reitera- “y para que no se repita nunca, debéis conocerlo”, les dice. “Una guerra civil entre hermanos no debería consentirse nunca. Que nadie os hable de odio”, les advierte en un alegato en defensa de la paz.
A los chavales, acompañados por sus profesores de Historia, el equipo de arqueólogos y antropólogos les explican su trabajo, cómo lo realizan y cómo, gracias a él, se está recuperando la memoria de lo que ocurrió en la represión en Córdoba tras el golpe de 1936. Una parte de la histopria que pueden ver, primero, inscrita a golpe de cincel en el Muro de la Memoria de este cementerio, donde figuran los nombres de más de 2.000 represaliados que se han podido certificar como enterrados en este camposanto. Pero en total, los estudios históricos realizado con documentos, libros de los cementerios y otros archivos, indican que en Córdoba fueron más de 4.000 las víctimas de la represión tras el golpe de estado.
Recuperar a las víctimas para sus familiares
Sobre ese golpe de estado en 1936 y el llamado “terror caliente” que se impuso en la provincia de Córdoba les habla uno de los técnicos, Pablo Olivo, que dirige la visita escolar a las fosas. Les explica cómo “iban a las casas de la gente a sacarlas” y se los llevaban. Se produjeron auténticas matanzas, los fusilaban y varios miles de represaliados acabaron en este camposanto. “En la tapia de este cementerio hay un cartel que lo recuerda”, les dice hablando de los fusilamientos. Luego, eran arrojados a las fosas comunes que iban excavando y rellenando. Un proceso inverso al que ahora han seguido los especialistas, para ir recuperando restos capa a capa, zona a zona, de la mayor fosa encontrada, en el cuadro de Virgen de los Dolores. “Aquí trabajamos para recuperar a las víctimas para sus familiares” les dice a los alumnos para hacerles ver el dolor de quienes aún no saben con certeza dónde están enterrados sus seres queridos.
Familiares como Antonio Deza, que les habla del horror de la experiencia en su propia familia. De tú a tú, la verdad de la historia vivida, ante los estudiantes. Les habla también de los carteles que las asociaciones memorialistas han colocado en las vallas que rodean a las fosas, donde aparecen los nombres de los represaliados y, también, su procedencia. Les explica cómo en las fosas de los cementerios de Córdoba acabaron víctimas de todos los municipios de la provincia, incluida la capital; pero también de otras provincias andaluzas y de España.
La mirada atenta de los chavales ante las explicaciones en el Muro de la Memoria y ante las palabras de la experiencia de Deza se torna en mirada impresionada cuando ven la fosa y los restos de las personas represaliadas, sobre las que ahora trabajan los especialistas para recuperarlos. Aprenden cómo realizan su labor, ven cómo cuidadosamente van limpiando los restos en la tierra para extraerlos, cómo se depositan en bandejas y se anota todo lo que evidencian: sexo de la persona, edad aproximada, enfermedades que dejaran rastro en los huesos y, en muchos de ellos, evidencia de una muerte violenta.
Análisis de los restos en el laboratorio
Todas esas claves ayudarán a trazar el perfil de la persona de la que se trata. Un perfil que se completa después, individuo a individuo, en el laboratorio instalado en el propio cementerio y que los estudiantes también visitan. Allí, ven cómo todos los restos de una persona se depositan en una mesa donde se estudia hueso a hueso en un análisis antropológico completo del que queda constancia para su posible identificación, completado con la extracción de ADN para su cruce con el algún familiar.
Y, en paralelo, otros especialistas estudian cada uno de los objetos hallados junto a cada cuerpo, como relojes, peines, botones o un sinfín de elementos que también pueden ser reconocidos como propios de una determinada persona según los testimonios aportados por familiares o descripciones hechas en los documentos.
En la retina de estos estudiantes quedará lo vivido y aprendido en esta jornada. Una actividad por la que en estos dos años han pasado alumnos de diversos institutos y de la Universidad, para tener presente esa memoria histórica que trata de recuperarse en su propia ciudad y de la que han podido tener constancia ante sus propios ojos, más allá de los libros de texto y las clases en el aula.
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