Un Rayo de luz cruza el puente
Llevaba varios años sin salir a la calle y el barrio del Campo de la Verdad y la Córdoba cofradiera la esperaban con ganas. La Virgen del Rayo llegó hasta ellos jubilosa después de que su parroquia de San José y Espíritu Santo celebrara la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en una Vigilia Pascual temprana que se repitió por todas las iglesias y conventos de la ciudad más tarde, mientras la Virgen llegaba a la Mezquita catedral.
La Pasión estaba ya marchita en las flores de los pasos de la hermandad de la Vera Cruz en el interior del templo en el que aguardaba la Virgen del Rayo con flores frescas como la Vida que triunfaba. Sobre el paso iba en jarras y en el friso y las esquinas un exorno variado y colorido formado por claveles de color blanco y rosa, statice morados y blancos, gladiolos blancos, flor de cera, jacintos y antirrhinum. La Virgen llevaba saya azul grisáceo y manto blanco brocado en oro e iba iluminada por cuatro candelabros arbóreos y una veintena de piezas de candelería.
Desde que salió el cortejo a las ocho y veinte de la tarde todo fue alegría. Tras la cruz parroquial, que lo abría, iba portado por un hermano un Cirio Pascual encendido al que acompañaba una campanita. A continuación, representaciones de varias hermandades cordobesas, entre ellas las de la parroquia que es sede del Rayo: Vera Cruz y Descendimiento, y también el Cerro, la Paz, la Borriquita y Fátima. Por último, aparecían en el cortejo varias parejas de hermanos con cirios blancos.
Tras salir, la Virgen del Rayo paró unos instantes ante los pasos de la hermandad del Descendimiento, que había encendido la candelería de la Virgen del Buen Fin para recibirla. Fue poco tiempo puesto que el ritmo que llevaba la procesión era bastante rápido. No en vano, se plantó el cortejo en la Mezquita Catedral en una hora. Pero antes cruzó el Puente Romano, muy concurrido, como todo el recorrido.
Iba tras la Virgen del Rayo la Banda Sinfónica Municipal de Dos Torres que interpretó un repertorio muy alegre, muy de bulla y de barrio. Tras el Himno Nacional sonó Encarnación Coronada y los músicos y parte del público cantaron a la Virgen. Más tarde llegaría Siempre la Esperanza, con la que el paso se adentró por la Calahorra en el Puente Romano, y también Y en Triana, la O, marcha con la que cruzó el viejo paso fluvial.
El capataz, Carlos Herencia, daba vítores a la Virgen y animaba a sus costaleros camino de “la Córdoba milenaria” como decía antes de dar una de las levantás. A ella llegó Nuestra Señora con La Estrella Sublime y se adentró por la Puerta del Puente para sonar después en su honor Coronación de la Macarena. A partir de allí realizó de manera oficiosa la carrera oficial, abierta a todo el público que ocupó palcos y aceras ya sin sillas. Rodeó la Virgen la Mezquita Catedral cordobesa y llegó a la Puerta del Perdón con A ti, Manué. Luego entró con Madrugá Macarena y se paseó entre los naranjos del patio para acceder a las naves catedralicias a las que llegaba acompañada de numeroso público que no abandonó la procesión en ningún momento.
Tras salir recorrió el cortejo Magistral González Francés y Corregidor Luis de la Cerda antes de volver a pasar bajo la Puerta del Puente y por el Puente Romano. Ya lo hizo con ritmo más reposado pero con la misma algarabía de la ida. En las iglesias cordobesas se cantaba Resucitó y la ciudad celebraba la Luz que se abrió paso en la tiniebla, a Cristo vivo por la Eternidad que este domingo recorrerá las calles también camino de la Mezquita Catedral para cerrar una Semana Santa plena en lo espiritual y, también importante, en lo meteorológico.
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