Qué ocurrió en los ocho Lugares de la Memoria de Córdoba que la Junta ha dignificado
La pasada semana, la Junta de Andalucía anunció a través de un comunicado de prensa la resolución favorable de dos enclaves históricos de Córdoba que pasaban a formar parte del Inventario de Lugares de la Memoria Democrática de Andalucía: la fosa común del cementerio de Baena y la Plaza de la Constitución del mismo municipio. Estos dos lugares se suman a los otros seis que el Gobierno andaluz ha ido reconociendo en Córdoba desde la puesta en marcha de este Inventario. De esta forma, Córdoba se sitúa, junto con Málaga, como las provincias con mayor número de Lugares de la Memoria reconocidos: en total, ocho.
A través de este Inventario, que la Junta ha plasmado en un mapa interactivo, se pretende difundir la historia de cada emplazamiento ya sea porque en él se ha se hayan desarrollado hecho de singular relevancia durante la Guerra Civil o el franquismo, porque tenga gran repercusión en la memoria colectiva o porque haya sido lugar de lucha y resistencia durante aquellos años y hasta la entrada en virgo del Estatuto de Autonomía de Andalucía el 11 de enero de 1982. Conocer la historia de aquellos emplazamientos nos adentra aún más en el pasado de esta ciudad.
Plaza de la Constitución y fosa común del cementerio, ambas en Baena
Estos dos emplazamientos fueron los escenarios claves de los crímenes cometidos desde el 28 de julio de 1936 por las fuerzas sublevadas al mando del coronel Eduardo Sáenz de Buruaga. En el primero de ellos tuvieron lugar los asesinatos de más de un centenar de personas entre ese día y el 30 del mismo mes. Las ejecuciones posteriores, hasta un mínimo total documentado de 365 personas, se sucedieron incluso durante la posguerra en el cementerio de Nuestra Señora del Buen Suceso, donde se ubicaría un enterramiento colectivo ilegal.
Muros de la Memoria en los cementerios de La Salud y San Rafael
Cerca de 3.000 nombres de la represión franquista en Córdoba están escritos a lo largo y ancho de estos muros. No obstante, los estudios señalan que hubo más de 4.000 represaliados del bando republicanos. Militantes de partidos políticos y sindicatos, masones, ferroviarios, profesores, autoridades institucionales, médicos, milicianos, brigadistas internacionales apresados en combate, etcétera: de todos ellos faltan aún 1.600 nombres de los asesinados en la ciudad cordobesa de los que no consta ningún registro.
Zona de batalla en Valsequillo
Este emplazamiento vivió una de las últimas operaciones militares republicanas de principios del 39. Este ataque improvisado abrió al ejército franquista la vía para atravesar los pueblos de Peñarroya, Fuenteovejuna, La Granja y Peraleda, con una dura resistencia en Sierra Trapera (Valsequillo) y en el cerro Mano de Hierro (Hinojosa del Duque).
La ofensiva no dio los frutos previstos al bando republicano y comenzó la contraofensiva franquista, que pronto recuperó las poblaciones conquistadas por sus enemigos. La batalla de Valsequillo finalizó el 4 de febrero de 1939. La aplastante victoria enemiga obligó al general Escobar a emitir un mensaje claro de derrota. Más de 8.000 personas murieron en el frente, 2.000 en el bando rebelde y 6.000 entre los republicanos.
Ruta guerrillera de los 'Juiles' (Montoro)
La partida de los Juiles estuvo formado por tres hermanos -Francisco, Juan y Sebastián- que batallaron en el frente con el objetivo de defender la legalidad republicana. El golpe de Estado incendió la campiña cordobesa de revueltas populares y la noche del 22 de julio comenzó la quema de iglesias, archivos e imágenes. La réplica de las tropas franquistas comenzó con bombardeos que dejaron un balance de más de cien muertos y doscientos edificios destruidos. La represión fue aún más dura de lo habitual con la victoria de Franco.
Tras la pérdida de varios municipios como Castro del Río y Espejo, los anarquistas se integraron en la agrupación de milicianos conocida como Columna Andalucía-Extremadura, donde se encontraban los Juiles con casi 5.000 integrantes.
En marzo de 1939, los hermanos Juiles se internaron en la sierra, comenzando a actuar entre las provincias de Córdoba y Jaén. Tras varios años de resistencia y lucha en Sierra Morena, el grupo cayó víctima de una traición en un cortijo de Montoro conocido como Mojapiés. Los hermanos menores Juiles sufrieron varios disparos y murieron. El único que logró sobrevivir fue el más joven de todos, conocido como Quincallero que, condenado a muerte, consiguió fugarse mezclado con un grupo de albañiles en la prisión de Córdoba.
Ruta del Barranco de la Huesa (Villaviciosa)
El municipio de Villaviciosa ocupó un lugar destacado en la lucha por la legalidad republicana. Uno de sus vecinos, Julián Cababallero, lideraba la partida de estos combatientes clandestinos en la sierra. Su carrera política había estado marcada por su militancia en el Partido Comunista y por su triunfo como alcalde en las elecciones durante el Frente Popular en Villaviciosa.
A principios del 46, la intensa labor de la banda de Julián Caballero -formada por otras cincos personas- le permitió acceder a importantes puestos de responsabilidad en el denominado Estado Mayor de la Tercera Agrupación Guerrillera de Sierra Morena. Uno de sus escondites estratégicos se encontraba en el Barranco de la Huesa. Las continuas batidas y detenciones de las tropas franquistas provocaron la revelación de la ubicación de la banda. Caballero y María Josefa López Garrido -maestra y expresidenta de las Mujeres Antifascistas durante la Guerra Civil y única mujer de la banda- se quitaron la vida antes de ser asesinados. Tras la muerte de los cinco, sus cadáveres fueron llevados a Villaviciosa.
Fosa común del cementerio de La Guijarrosa (Santaella)
Hasta una pedanía muy cercana al municipio de Santaella fueron trasladados muchos vecinos de esta localidad y allí fueron asesinados. El informe de la exhumación, realizada en 2005, apunta a que “eran hombres de una edad estimada entre los 18 y 50 años, aunque la mayoría eran adultos jóvenes”. A su vez, “el estudio revela que la estatura media en vida era de 166,6 centímetros y que ninguno de los esqueletos era particularmente alto o bajo”. Todos ellos murieron a causa de los disparos aquella noche durante las fiestas de septiembre de 1936.
Muchos de los vecinos no conocieron la realidad de aquellos sucesos hasta el inicio de la exhumación de los restos. El estudio, además, añade que “desde 1936 las familias han desconocido el lugar exacto en el que se ubicaba la fosa común de La Guijarrosa. El ambiente de represión y terror así como la ausencia de las libertades civiles básicas han imposibilitado que las familias inicien una investigación oficial”.
Fosa común del cementerio de Santaella
Tras la llegada de la columna del teniente Osuna y la toma de los municipios de La Rambla y Montalbán durante la mañana del 14 de agosto de 1936, comenzó en Santaella una fuerte represión que se saldó con una treintena de fusilados dispersos en fosas de pueblos limítrofes en la mayoría de los casos.
Semanas antes, y al tenerse conocimiento de la sublevación, los jornaleros del pueblo decidieron convocar una huelga que duraría hasta el 25 de julio. Sin embargo, el alcalde socialista del municipio, Francisco Serrano, intercedió para que no se perdieran las cosecha y la columna franquista llegó sin ningún tipo de resistencia. Es más, el teniente Osuna dejó en el cargo a Serrano, dada la colaboración que éste había prestado “a los sublevados”. A los pocos días, Serrano fue sustituido por Francisco Rodríguez Amaya y murió asesinado.
A la declaración de estos lugares le seguirá la de otro lugar en la provincia de Córdoba. Esta vez será en Villanueva de Córdoba, donde se encuentra un refugio antiaéreo, ubicado en la Plaza de España del municipio.
0