La importancia de Córdoba en el nacimiento de la nueva izquierda española
El 7 de marzo de 2014 Podemos apenas si tenía dos meses. A la multitud que abarrotaba cuatro aulas y dos patios de la Facultad de Ciencias del Trabajo de Córdoba la cara de Pablo Iglesias le sonaba de las tertulias de la tele. Iba acompañado de Juan Carlos Monedero, al que el más del millar de personas que asistía al foro del Frente Cívico impulsado por Julio Anguita sí que apenas conocía, por Tania Sánchez, que entonces era una de las grandes promesas de Izquierda Unida (acudió a sustituir a Alberto Garzón, cuya madre estaba muy grave), y también por Juantxo López Uralde, de Equo. Las elecciones europeas (aquellas en las que, ojo, Podemos no ganó a IU, pero sí que casi le empató) estaban aún a tres meses y pocos sabían la importancia que tenían ese tipo de reuniones para la configuración de la nueva izquierda española.
En diciembre de 2016, y también en Córdoba, Pablo Iglesias tuvo uno de sus actos más emotivos en la campaña electoral de las generales que volvió a ganar Mariano Rajoy. Tenía mitin en la ciudad con Unidos Podemos y sin esperarlo, pese a lo mucho que le insistió, Julio Anguita se plantó en el acto, la multitud le hizo un pasillo y acabó abrazando al que muchos periodistas consideran como su “hijo político”. Y en parte es así.
En toda la gestación de la nueva izquierda española, la que ha acabado sentando a 71 diputados en el Congreso y acercándose más que nunca al PSOE, la ciudad de Córdoba ha tenido mucho que ver por culpa de Julio Anguita. Por su casa, por los bares que frecuenta, por el centro social Rey Heredia (un antiguo colegio de la II República abandonado que se ocupó y se puso en uso) han pasado todos los que han sido protagonistas del nacimiento de Podemos, de sus alianzas, de sus esperanzas y también de sus fracasos. Todos menos uno: Íñigo Errejón, que si ha pasado por la ciudad ha sido en campaña y que no ha estrechado la mano de Anguita, al que Iglesias, Monedero, Rafael Mayoral, Alberto Garzón o la misma Tania Sánchez tienen como su auténtico referente.
El 22 de junio de 2012, con un Mariano Rajoy que apenas llevaba unos meses en La Moncloa pero después de unas disputadas elecciones andaluzas (aquellas en las que Arenas rozó la mayoría absoluta), Julio Anguita lanzó un decálogo que publicó en el Colectivo Prometeo, un centro de pensamiento en el que se había refugiado tras abandonar la política activa. Ese día, el excoordinador general de IU y primer alcalde comunista de una capital de provincia en España (Córdoba) dio un paso al frente en el que muchos analistas ven el pistoletazo de salida de Podemos. En un gesto simbólico, Anguita dijo que dejaba sobre la mesa su carnet del Partido Comunista. Que seguía militando y se seguía sintiendo comunista, pero que había que sumar a su propuesta a un frente amplio más allá de las siglas históricas. Así nació el Frente Cívico, ahí se forjaron algunos de los impulsores del 15M y ahí estuvieron siempre Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
En apenas unos meses, el Frente Cívico de Anguita logró sumar una marea de inscripciones y fue consolidándose en distintos puntos de España. El profesor de Economía de la Universidad de Barcelona y miembro fundador de este Frente Cívico, Ramón Franquesa, resumió uno de los objetivos del colectivo: “Esto es como una evolución del propio 15M, que es capaz de autoorganizarse”.
En marzo de 2014, Anguita decidió dar un paso al lado. Siempre dijo que estaba para darle impulso al Frente Cívico, para que tomara cuerpo pero que debían ser otros los que cogieran las riendas de la iniciativa. Entonces, comenzaron a surgir muchos partidos, pero ninguno con la fuerza (y la esperanza, entonces) de Podemos. Apartado de los órganos de decisión de IU, organización de la que nunca ha dejado de ser militante, Anguita observaba cómo la formación que fundó y dirigió despreciaba a Iglesias, relegándolo al quinto lugar de una lista a las europeas encabezada por Willy Meyer. Iglesias, y lo que entonces no era más que un grupo de amigos en torno a Podemos (ahí ya si estaba Errejón, aunque en Madrid), dijo no y presentó a la formación morada a las europeas.
El resto de la historia está escrita. Tras junio de 2014, Podemos se llevó todo el foco mediático. Pasó de ser la gran esperanza de la izquierda española, a ser vigilado con lupa y empezar, poco a poco, a desangrarse en luchas internas. Pese a todo, Córdoba llegó a servir de pegamento. Fue en la ciudad donde, nuevamente con Anguita y ya su amigo Manuel Monereo en primera línea, comenzó a fraguarse la idea de que Podemos e IU tenían que ir de la mano en las elecciones generales. En esa clave estaba Alberto Garzón y también Antonio Maíllo. Ambos, muy próximos a Anguita. De hecho, en las andaluzas de 2015 el único mitin en el que se vio al exalcalde de Córdoba fue en el de Málaga, en el que puso una sola condición: que le acompañaran Garzón y Maíllo.
Tras las generales de junio de este año, Julio Anguita ha vuelto al segundo plano. Sigue participando en las movilizaciones de la ciudad, pero huye de la prensa en cuanto ve aparecer una cámara. Pero sigue la política y mantiene el contacto con responsables de la nueva izquierda española como Manuel Monereo, asiduo en sus tertulias y nuevo miembro del Consejo Ciudadano de Podemos tras Vistalegre II. Monereo es diputado en el Congreso por Córdoba. Las casualidades, en política, casi nunca existen.
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