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Con las ilusiones recién estrenadas

Primer día de camino de la filial del Rocío | ROCÍO LÓPEZ

Redacción Cordópolis

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Córdoba ya va dejando su impronta por donde pasa. Tras la procesión de salida de la hermandad del Rocío de la capital el pasado jueves, los romeros cordobeses entraron de lleno en faena ayer viernes con sus ilusiones recién estrenadas al protagonizar la primera etapa del camino que los llevó desde el término municipal de Córdoba hasta el de Guadalcázar. Van buscando dejar la provincia de origen y adentrarse en la de Sevilla, que servirá de transición a la de Huelva, donde habita la Reina de las Marismas.

Las previsiones son de un camino mucho más fácil que el del año pasado, donde las intensas lluvias y las inundaciones que provocaron hicieron impracticables parte de los caminos, dando lugar a escenas muy duras y difíciles de olvidar. Ayer fueron casi 30 los kilómetros que anduvieron. En todo momento los acompañó el calor, aunque fue más liviano que el del día de la salida, cuando las temperaturas fueron mucho más elevadas.

Después de una noche de jueves que fue larga en el Polígono Amargacena, en la que hubo fiesta y se le cantó repetidas veces al Simpecado, la hermandad se levantó temprano para emprender el camino por una vía verde que los llevó campo a través por parajes de girasoles y trigo. Los peregrinos que acompañan a la carreta del Simpecado a pie son más este año, en el que han comenzado el caminar con la hermandad unas 200 personas, entre las que van una decena de caballistas y que se reparten en doce carriolas a las que hoy y el próximo martes se le unen algunas más.

La primera parada, breve, del día fue en el cortijo La Torbisca para rezar el Ángelus, después de lo cual siguieron los romeros andando hasta las cinco y media de la tarde, donde llegaron a la parada definitiva, donde pernoctaron, a las afueras del Guadalcázar, rodeados de acebuches y olivos. Allí rezaron los cordobeses ya en la noche el santo rosario y acudieron a la Eucaristía que presidió, como hará durante todo el camino, su capellán, Tomás Pajuelo.

Llegó luego el momento de cenar e ir a dormir, aunque un grupo de hermanos velaron al Simpecado, como hicieron la primera noche y como harán hasta llegar a la soñada aldea almonteña de la misma manera que la Virgen del Rocío los vela a ellos el resto de las noches del año.

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