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Juana Guerrero

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Hay madres y padres corresponsables que tienen muy interiorizado aquello de “No sin mi hijo” y no van sin la descendencia a ninguna parte. Pero tengamos un poco de sensatez: no se puede llevar a las criaturas a según qué sitios porque….¿cómo decirlo sin resultar muy ofensiva?... porque MOLESTAN. Si, si..., su pequeño del alma para usted será un encanto, pero para el resto del planeta simplemente es un ser mocoso de menos de un metro que se mueve en exceso y que posee demasiada facilidad para el llanto.

Por ejemplo, hace poco estuve en una conferencia de las serias. Y justo cuando ya casi había logrado desconectar de la cotidianeidad de los pañales, biberones y Pocoyós, escucho a mi espalda el llanto de un bebé. ¡No me lo puedo creer¡, ¿ese sonido, cual condena, me persigue allá donde vaya?. ¿Hay un niño en la sala?. Pues no..., había dos. Uno lloraba mientras que el otro, con el que no guardaba relación, correteaba pasillo arriba, pasillo abajo y se revolcaba por la moqueta, para desconcierto de los ponentes. La charla no era sobre los grandes éxitos de Miliki, así que no entiendo, no ya que esas personas adultas quisieran asistir con los críos, sino que se mantuvieran en la sala hasta casi el final a pesar de los murmullos de la gente y de las miradas de “llévate  a ese monstruo de aquí o no respondo”. Y es que claro…tú ya estás acostumbrada a escuchar las noticias de la BBC mientras bates un gazpacho a la vez que tienes en el CD los Cantajuegos y en la tablet Dora la Exploradora, pero no todo el mundo posee esa habilidad para discriminar sonidos, y se cabrea, y con razón...

Otro lugar donde incordian de lo lindo es en las reuniones de esta nuestra comunidadesta nuestra comunidad. ¿Qué es que no hay ya suficiente tensión en ellas?. Pues nada... allí que se lo llevan a corretear, dar patadas al balón, chillar,…mientras se pelea el vecino del quinto con la vecina del primero a grito pelao. Hay que reconocer que llevarte a tu retoño sin necesidad es una excusa fabulosa, que sabes que tus convecinos van a agradecer, para retirarte cuando la cosa se pone más fea.

Para poner freno a esas pequeñas molestias se están tomando medidas. Por ejemplo, están aumentando los restaurantes que niegan su entrada a las criaturitas. Al igual que se prohíbe la entrada de animales (no hay maldad en la comparación), y hay espacios libres de humo, también los hay libres de churumbeles. Yo la verdad es que lo entiendo, porque aguantar en la mesa de al lado a una criaturita sorbiendo con la pajita por la nariz, corriendo a varios centímetros de tu copa, teniendo una rabieta cada cinco minutos, ante la impotencia parental, es muy fuerte. Nada, si no queréis cocinar llamad a cualquier telecomidas. Ya saldréis a cenar cuando la criaturita se gradúe.

Incluso los quieren prohibir en aviones. ¿Saben lo que puede ser hacer un vuelo transoceánico con un llorón a bordo?. Yo viví uno de dos horas antes de ser madre y es bastante desquiciante, la verdad. De hecho pasé de tener miedo a volar a desear que aquel aparato se dejara caer en el océano y acabara por fin tal tortura.

En algunos hoteles también empiezan a ser mal recibidos. ¿Qué por qué?, cuando lleves en la piscina de un hotel familiar (tú que vas sin familia) diez minutos lo comprobarás. Olvídate de tu imagen idílica al sol en la tumbona con un daikiri y prepárate para ser alcanzada por las pistolas de agua y las salpicaduras de quienes se tiran en bomba (¡booooobaaaaaa va¡)en plena siesta. Si tiramos de hemeroteca seguro que descubrimos que el balconing lo inventó una criatura de seis años.

De continuar las restricciones sólo podremos acudir a los consabidos parques, a las bolas y al restaurante del payaso. Eso con la criatura, pero…¡¿y lo que vamos a disfrutar de bares, restaurantes, hoteles…cuando salgamos sin ellos?¡

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