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Sobre este blog

Javier Jiménez (Córdoba 1976) es un empresario cordobés con más de 25 años de experiencia en los que ha iniciado proyectos de todo tipo en diferentes sectores. Futurista empedernido y adicto a la búsqueda y desarrollo de oportunidades y alianzas estratégicas tanto en el ámbito nacional como internacional. Un líder creativo y optimista con excelentes habilidades para el desarrollo de productos innovadores y mercados basados en tecnología. Actualmente dirige la empresa Grayhats en la que hace consultoría estratégica y de ciberseguridad.

Esto NO es Silicon Valley

Una calle

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Cuando una ciudad despunta en empresas innovadoras, parques tecnológicos y jóvenes con sudadera, se dice con orgullo que esta ciudad es el Silicon Valley de nosedonde. 

Todo el mundo asocia la marca Silicon Valley con modernidad, éxito y millonarios de 20 años por lo que normalmente es un modelo que se busca replicar. En este artículo vamos a repasar las luces y sombras de este modelo y si lo buscamos, sería interesante perseguir sus luces más que sus sombras. 

Por lo que yo observo, la mayoría de sitios que claman ser el “próximo Silicon Valley” están más cerca de convertirse el “próximo Bangladesh” que lo primero. Sí, producen personal cualificado mediante sus universidades, crean parques tecnológicos e incluso empresas innovadoras, que rápidamente si tienen éxito son compradas/engullidas por algún gigante tecnológico y, que en el mejor de los casos pasan a ser filiales y mano de obra barata del gigante, y en el peor directamente el gigante se queda con su propiedad intelectual, la cual mete en un cajón, y la empresa innovadora pasa a mejor vida.

Lo que fundamentalmente diferencia a los californianos del resto del mundo no es la excelente, prolífica y envidiable relación de la universidad de Stanford con las empresas del valle, es el dinero que los fertiliza.

Silicon Valley, con permiso del distrito Nanshan en Shenzhen, China, es actualmente y desde los años 50, el lugar del mundo donde existe la mayor concentración de fondos de inversión de capital riesgo. Un sitio no muy grande donde toca el gordo de navidad cada día y varias veces. Dinero a cascoporro, el cual les permite equivocarse 1000 veces para acertar una. Dinero que les permite, una vez que aciertan, arrollar con todo y liderar un cambio global.

Pero desde hace ya algunos años algo empieza a oler a rancio en el valle. Cuando queda tan claro que el motivo del éxito y crecimiento fulgurante de una empresa depende casi exclusivamente del capital inyectado, no con jeringuilla sino con oleoducto, las empresas “agraciadas” se desnaturalizan. Ya no tienen que hacer felices a clientes, fundadores o empleados, sólo a una casilla de tipo porcentaje en la hoja de Excel de la cuenta de resultados de una inversión. 

Cuando esto pasa, el “don't be evil” ( no seas malo ) de Google se puede transformar sucintamente en “Do the right thing” ( haz lo correcto ) que parece lo mismo pero puede ser justo lo contrario. Se pueden hacer muchas interpretaciones sobre qué es lo correcto pero yo apostaría por la siguiente: “Te hemos dado un montón de pasta, déjate de gilipolleces y da beneficios”.

Esto de crear empresas sobre ideas chorra y atiborrarlas de capital para hacerlas crecer hasta lo monstruoso nos deja esperpentos como Facebook, Snapchat, Palantir, Instagram y un largo etcétera, que últimamente se han convertido en la marca de la casa de Silicon Valley. 

Puestos a elegir lo que queremos ser, creo que nosotros podemos hacerlo mejor. 

Para empezar deberíamos apostar por la cooperación entre iguales más que por el canibalismo, olvidarnos del “crece deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” que nos propone el capitalismo de riesgo y apostar por inversiones más pequeñas que nos hagan crecer de manera sostenible sin tener que vender nuestra alma al diablo. Buscar socios industriales más que capitalistas abusones, aplicar a programas estatales y europeos para desarrollo e innovación, ir a bancos, centrarnos en beneficiar a nuestros clientes por encima incluso de nuestros inversores y elegir proyectos de impacto social, que realmente aporten algún valor y resuelvan algún problema. 

Ese es el “Guadal Valley” que yo quiero.

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Javier Jiménez (Córdoba 1976) es un empresario cordobés con más de 25 años de experiencia en los que ha iniciado proyectos de todo tipo en diferentes sectores. Futurista empedernido y adicto a la búsqueda y desarrollo de oportunidades y alianzas estratégicas tanto en el ámbito nacional como internacional. Un líder creativo y optimista con excelentes habilidades para el desarrollo de productos innovadores y mercados basados en tecnología. Actualmente dirige la empresa Grayhats en la que hace consultoría estratégica y de ciberseguridad.

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