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Los patios y el error de los voluntarios

Alfonso Alba

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Siempre respetaré a la gente que, en las peores circunstancias, se atreve a tomar decisiones. Y estaré con ellos. Y los criticaré, o al menos opinaré, cuando creo que pese a tomar decisiones se estén equivocando. Pero, antes de nada, aplaudiré eso: que se tomen decisiones.

Hago esta introducción (que en cualquier otro momento de la Historia sobraría) por que hoy tenemos un Gobierno de la Nación y, sobre todo, un presidente que adolece de eso, de la toma de decisiones, de llevar la iniciativa, de intentar adelantarse a las cosas. Vamos. De hacer lo que debería hacer una persona que ha obtenido el respaldo de más de diez millones de españoles.

En estos días, Córdoba vive las semanas en las que todo el mundo la mira: la de los Patios, este año por fin (o por desgracia, según se mire) Patrimonio Intangible de la Humanidad. Y este año, desde luego, “algo había que hacer”. De acuerdo. Y algo se ha hecho. De acuerdo. Pero, desde luego, queda mucho por hacer.

Estoy bastante de acuerdo con la idea de intentar ordenar los flujos de los visitantes con la reserva de pases. La Fiesta de los Patios, todos lo sabemos, puede morir de éxito. Puede morir de una sobredosis de turistas que acabe por reventar una tradición que es más sobria, más silenciosa, menos bulliciosa. Por eso, “algo había que hacer”. ¿Regular la entrada a los patios? Muy de acuerdo. ¿Hacerlo a través de una plataforma digital como la de Intelify? Bastante de acuerdo. ¿Ha funcionado? Sí y no. Me explico.

Intelify ha tenido sólo un mes para preparar un trabajo que, hay que reconocerlo, es titánico. Intentar luchar contra la masificación en 30 días (y qué 30 días) es, acabemos pronto, muy difícil. Si a eso le añadimos el que para mí es el peor error de todos, el éxito de la plataforma digital se complica bastante.

Estoy por apostarme el dedo meñique de mi mano izquierda a que si desde el primer momento el Ayuntamiento renuncia a contar con personal voluntario para gestionar la masificación de los patios de Córdoba probablemente la plataforma habría funcionado bastante mejor. Creo que no hace falta explicar que un voluntario es eso, una persona que está ahí porque quiere y que, por tanto, se irá a su casa cuando le dé la gana, cubrirá el turno si le viene bien, no está específicamente preparada para afrontar situaciones de estrés absoluto como una cola de 2.000 personas (yo la vi el domingo y no exagero) en la calle Marroquíes que giraba hacia Mayor de Santa Marina. Un voluntario, insisto, está ahí porque quiere. Una persona con un buen salario, que para ganárselo ha tenido que pasar un proceso de selección, que sabe que su futuro depende de lo bien que lo haga, que tiene una oportunidad para demostrar lo que vale, etcétera, se va a partir la cara porque todo vaya bien. Un voluntario (seamos serios) no.

El viernes, el día del estreno de las reservas on line, yo vi a mucha gente con su entradita en la mano, que de forma muy civilizada guardaba pacientemente la cola y respetaba la hora a la que podía acceder a determinados patios. El sábado, cuando se corrió la voz de que no hacía falta enseñar tu entradita, todo se desmadró. La gente las tenía, sí. Pero pasaba de enseñarlas y se hacía su propia ruta a la antigua usanza. Es decir, como le daba la gana. Y ahí, como dirían los argentinos, fue cuando se jodió todo.

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