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El escarmiento de los cursos de formación

Alfonso Alba

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A partir de ahora, todo empresario o particular que pida una subvención se lo va a pensar mucho. A partir de ahora, sabe que o justifica al más mínimo detalle en qué se ha gastado cada euro público recibido o puede acabar en una comisaría declarando en calidad de detenido y acompañado de un abogado. Esto, que debería haber sido así desde el minuto uno de la autonomía, no lo ha sido, desde luego.

Si de algo está sirviendo la macrooperación policial contra el fraude en los cursos de formación, llamada primero Edu (en Málaga), después Edu Costa (en Cádiz, Málaga y Almería) y ahora Edu Centro (en Córdoba, Jaén y Granada), es de escarmiento. La investigación de la Policía Nacional está sacando a la luz unas malas prácticas producto de una absoluta falta de control de a donde iba a parar el dinero público que recibían muchas de las empresas de formación de Andalucía.

El sistema destapado por la Policía Nacional no evidencia que, como sugiere la jueza Alaya en el caso de los ERE, se haya montado ad hoc una fórmula para robar dinero público. No, ha sido mucho más cutre. La Policía está detectando que a lo largo de estos años una serie de empresarios listos vieron que en las subvenciones de los cursos de formación nadie controlaba nada, y que había una especie de agujero negro en el que todo valía. Otros, simplemente, pasaron de justificar sus gastos, ya que nadie les pedía cuentas. Otros, incluso, se dieron cuenta de lo fácil que era ganar dinero rápido en este sistema.

Con cuentagotas, la Policía Nacional está destapando un fraude generalizado en toda Andalucía. No se salva ni una provincia. Tampoco se salva del fraude ni una sola convocatoria. Y tampoco se salva ningún partido político. Ya han sido detenidos o imputados o investigados políticos del PSOE, del PP y de IU.

La operación Edu está a diario en los medios de comunicación. El descubrimiento del fraude, también. A partir de ahora, esperemos, cualquiera que solicite una subvención se lo va a pensar dos veces antes y se va a preguntar: ¿Estoy en condiciones de justificar después en qué me he gastado el dinero de todos los andaluces?

Insisto: así debería haber sido siempre. La historia se repite. Rinconete y Cortadillo, siempre presentes.

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