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El viaje a ninguna parte

Redacción Cordópolis

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Acabamos de recibir la visita de la futura mamá, la que manda, Susana Díaz, que en vísperas de convocar elecciones en Andalucía ha querido venir a Córdoba a lanzar, si ello es posible, la precampaña socialista a las municipales. Y es que el equipo de Isabel Ambrosio, mi apreciada Mary Poppins, va de barrio en barrio como los protagonistas de “El viaje a ninguna parte”, de Fernán Gómez, dispuestos a actuar donde se lo permitan y por lo que les paguen, con obras ya conocidas y que suenan a antiguo. Parecen atrapados a una época de esplendor que se va y se sienten perseguidos e incomprendidos (“Me cago en los hermanos Lumiere”) ante la llegada del cine (léase Podemos).

La historia del PSOE con la ciudad de Córdoba es propia de un psicoanálisis. Siguen presos de lo que consideran una mala decisión que les hizo no contar con Bjorkman en 1979, facilitando la victoria electoral de un imparable Anguita, y cuando quisieron rectificar,  en 1983, ya era la época de las mayorías absolutas en casi todas las ciudades. Luego jugaron a usar pesos pesados del partido, Salinas y Gracia, que sobre todo vendían cercanía al poder socialista estatal y autonómico, pero chocaron con el orgullo cordobés que no quiso rendirse al mejor postor, aparte de que la ciudad no funcionaba mal.

Pasada esa época, se optó por usar la Diputación como poder alternativo, cuando ya el poder socialista en Madrid decaía. Su usaba la lucha contra el PP de Aznar para intentar hacer levantar el partido en la ciudad y se contó para ello con el secretario general, el ínclito Mellado. No obstante, su carácter distante y distinto, sus “Hyde Park” y su costosa ciudad “a coste cero” no cuajaron y eso que forzó la situación con el fichaje de Herminio Trigo. Había que improvisar y se decidieron por Blanco, en un proyecto a ocho años, en contra de la apuesta de los líderes provinciales que preferían a Hurtado. El buen trabajo realizado por aquel en Cultura no evitó que le negaran continuar con su trabajo y no hubo segunda opción para Blanco, el indomable. Tras ello, se suicidaron con la candidatura del prepotente secretario general, Durán, el Padrino, tras comprar  el apoyo de Rosa Aguilar, la faraona.

Todo un viaje a ninguna parte que ha hecho que dirigentes socialistas lamenten en público y privado esa respuesta cordobesa en vez de reconocer que, en verdad, son los socialistas los que siempre han dado la espalda a la ciudad. En la primera época, mediante la falta de inversión de las administraciones que manejaban por aquello de ser una ciudad comunista; posteriormente, interviniendo en la ciudad creando ayuntamientos paralelos desde la Junta y la Diputación e, incluso, desde la Gerencia de Urbanismo, mientras se debatían en entender la idiosincracia cordobesa: cuando Almenara fue secretario general llegó a fundamentar un informe de gestión en la génesis y significado del perol para Córdoba, lo juro.

En la película de Fernán Gómez, que primero fue radionovela, luego libro, más tarde obra teatral y por último película, los comediantes llegan a dejarse vencer e intentan pasar al campo del cine con tal de poder comer, pero los latiguillos teatrales (señoriiiiitooooo) pueden con ellos. De igual manera, la nueva campaña socialista está repleta de trabajo en redes sociales, pero los mensajes son los mismos aunque la técnica haya cambiado. No se dan cuenta que lo que la ciudad necesita es que se distancien de aparecer como meros comisarios políticos de la Junta Andalucía en Córdoba. Me atrevo a afirmar que los socialistas, si resisten a los cineastas de Podemos, solo podrán ganar unas municipales cuando pierdan el sillón de San Telmo.

El ayuntamiento necesita de cordobeses socialistas y no de socialistas en Córdoba. Toda ciudad requiere de un grado de autoestima y orgullo propio que debe representar su alcalde o alcaldesa. Obsérvese cómo sufrió la ciudad con la pérdida del proyecto de la Capitalidad y cómo ha disfrutado con la elección de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, o con el ascenso del Córdoba a Primera División. A esta ciudad de discretos, que escribió Baroja, se debe venir a transformarla, a hacerla del siglo XXI, pero respetándola en sus costumbres sociales. El PSOE ha tratado la ciudad como cateta y cutre, se ha dirigido a ella desde una supuesta superioridad intelectual, acusada de peñista y parcelista, mientras que ha disfrutado valorando la Feria de abril y la Semana Santa sevillanas o el Carnaval gaditano. Han faltado líderes socialistas que disfruten de Córdoba, que se sientan parte de ella para construirla mejor. Por eso, acaban como José Sacristán en el asilo inventando pasados que nunca fueron, confundiendo al Trío Calaveras con Los Panchos mientras suena “no, ya no debo pensar que te amé, es preferible olvidar que sufri,...”

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