¿ A estas alturas?
Por fin van a hacer la obra del Marrubial, tras tantos dimes y diretes las autoridades municipales competentes han decidido que volvamos a los años del seiscientos, la familia Alcántara y los cuatro carriles. Ponerle cuatro carriles más carril bici a Marrubial es como convertir las iglesias fernandinas en centros cívicos o clavar un enorme cartel en el muro norte del patio de los naranjos anunciando una exposición sobre la hermandad de la Vera Cruz, un disparate. Pensábamos que tras tantos años de debates la ciudad había alcanzado un consenso básico sobre cómo desarrollarse, mejorar nuestras vidas, recuperar la ciudad volviendo a ser un lugar amable e inclusivo.
La cosa es que este año las ciudades patrimonio de la humanidad se habían puesto, nos habíamos puesto, como tema de reflexión “patrimonio y movilidad”, y yo creo que el responsable de turno leyó patrimonio o movilidad, y dijo entre la bolsa o la vida me quedo con la vida, así que la muralla con sus mil años de existencia que se vaya yendo a tomar viento. Los periodistas ya alumbran la buena nueva, la ronda de Marrubial tendrá cuatro carriles para vehículos motorizados y un carril bici, que es como decir le dejamos todo el espacio que “necesiten” a los coches, y lo que sobre para las terrazas y la gente. Yo ya ni pregunto, porque si pregunto seguro que me explican que en el espacio sobrante van tres campos de futbol, un gimnasio para mayores, un auditorio al aire libre, siete quioscos para dar en concesión al mismo de El Vial, un centro de mayores, una petanca, tres canchas polideportivas y una playa artificial. Y que caben.
Anoche nos subimos Sara, mis hijos de cinco y ocho años Iago y Mariana y yo a la terraza del bloque de cinco pisos en el que vivimos a ver la superluna. Se veía enorme, aunque lo que más se veía era la iglesia de San Agustín, que con esa iluminación parecía un cohete en Cabo Cañaveral en el momento del despegue. Tras un rato de contemplación y al asomarnos por los muros de la azotea, Sara se retiró hacia atrás y dijo “anda vámonos para abajo que me está dando vértigo”. Iago, con su albornoz y zapatillas azules y granas de Spiderman, y el aspecto de Toni Soprano que se le pone, miró a su madre y le dijo “mami, ¿ a estas alturas?”. Pues a estas alturas.
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