Con nocturnidad y alevosía
Cuando mi hijo mayor cumplió un año hicimos una fiesta con los amigos y la familia. Cada uno trajo su regalito para el pequeño. Todos eran muy útiles y divertidos. Muchos de ellos han superado el paso de los meses y aún los conservamos. Es el caso de un barquito que trajeron unos tíos míos. Era para el baño. Con una gran ventosa se pegaba a una de las paredes de la bañera y traía una cesta en la que metías unos peces que, durante el baño, el bebé podía ir pescando con una caña. Lo más innovador del barquito era un sensor que, cuando el agua llegaba a su nivel, te avisaba con diferentes motivos sonoros, como un 'mec meeeeeeeeeeeeeeeeeeec' indescriptible; 'glub, glub, glub... (burbujitas en el agua); y varias melodías infantiles y marineras. Además, el barco venía con un botón superior para que todos sonidos se reprodujesen cuando tú quisieras.
Por partes. El sensor de nivel de agua nunca funcionó. Tampoco me fié de él. Menos mal, si no, ahora os estaría contando la historia de una inundación con demanda vecinal de por medio. En realidad, el barquito comenzó a emitir sonidos cuando estaba cubierto por el agua pero sin orden ni concierto. Y esto cabreaba mucho a mi hijo. Él quería que aquello cantase para poder bailar y hacer palmas. Y por más que yo le diera al dichoso botoncito, aquello no arrancaba ni para atrás. Y si lo hacía, sólo nos deleitaba con las burbujitas. Parecía que cobraba por pieza musical!!! Pero bueno, ahí se quedó el barquito. A fin y al cabo, mi hijo se divertía con él las pocas veces que funcionaba bien.
Un buen día dejó de ofrecernos sus magníficas melodías. No me extrañó. Venía con defecto de fábrica. Hacía todo lo que explicaba el libro de instrucciones pero mal. Sin embargo, decidí conservar el barquito porque pegado a la pared que no vemos de la bañera me servía para guardar los útiles del baño en su cestita. Así lo tenía todo más recogido.
Pasaron meses y el barquito no mostró señales de vida... Hasta la otra noche. Corrían las cinco de la mañana cuando nos despertamos sobresaltados por un extraño 'mec meeeeeeeeeeeeeeeeeeec' que nos sobrecogió. Y otra vez... 'mec meeeeeeeeeeeeeeeeeeec'. Qué susto!!! Y de repente me acordé. El barco!!! Puñetero juguete!!! Llevaba muerto meses!!! Pero de nuevo reinó el silencio. Y seguimos durmiendo.
No había pasado media hora cuando oímos otra vez 'mec meeeeeeeeeeeeeeeeeeec' (ahora acompañado de los glub glub y el resto del repertorio). No me lo creo!! Al barco, definitivamente, se le había ido la olla. Me levanté con la velocidad que te imprime un inoportuno despertar nocturno, arranqué el barco de la pared del baño y, con la intención de que los niños no se despertaran ante semejante alarde de musicalidad nocturna, lo encerré en la cocina. Y yo, regresé a la cama, deseando volver a conciliar el sueño antes de que el pequeño me reclamase su toma.
Pero no... En el silencio de la noche... El barquito se seguía escuchando!! Claro!!! Cómo no se me había ocurrido antes? Las pilas!!! Tenía qué quitárselas!! Así que me levanté otra vez directa a la cocina. Pero sorpresa: las pilas del dichoso barquito estaban custodiadas por cuatro enormes tornillos. Lo que pensé en ese momento me lo guardo para mí porque no quedaría muy bonito escrito... Pero imaginaos... Eran las 5,30 de la mañana!!! Y aquello seguía con su concierto...
Sin embargo, en vez de hundirme, saqué mi vena James Bond, y fui por mi arma: la pistola-destornillador de Bosch. Menos mal, estaba a mano. Por fin algo iba bien en la noche. Allí, de rodillas, delante del maletín, escogí la broca adecuada y salí corriendo de nuevo hacia la cocina, pistola en mano, para terminar de una vez por todas con el concierto que el barquito decidió ofrecernos a aquellas horas. Juro que lo apunté y le dije: “Sayonara baby” y comencé a desatornillar mientras escuchaba sus maravillosas melodías.
Volví a la cama victoriosa y con el corazón tan acelerado que ya no pude volver a conciliar el sueño. Al día siguiente, el barco volvió a la bañera. Es que su cestita me es muy útil!!! Y, además, después de un año con nosotros... Le he cogido cariño.
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