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Hora de conciliar

Mar Rodríguez Vacas

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Conciliación es, según la RAE (Real Academia Española), la “conveniencia o semejanza de una cosa con otra”. Bien. Entonces, siguiendo un pensamiento deductivo, la conciliación entre la vida laboral y familiar debería ser la conveniencia o semejanza de la vida laboral con la vida familiar. La teoría parece estar dominada. Pero… ¿y la práctica? ¡Ay, Dios mío, la práctica!

Esta definición te deja claro que conciliar es algo así como ‘igualar’, en tiempo, en calidad, en proporción y demás cosas que podamos pensar. Pero, como siempre ha ocurrido, llevar la teoría a la práctica nunca ha sido tarea fácil, y más, si estás empezando a practicar, como es mi caso.

Esta es mi tercera semana trabajando fuera de casa y, a estas alturas, ya pensé que iba a tenerlo todo bajo control. Sin embargo, no pude equivocarme más. Veréis: siento que mi vida cada día es más caótica porque no tengo tiempo de nada y me entenderéis si os digo que la lluvia incesante, que no nos deja ni a tiros, no ayuda nada de nada. Salir a hacer la compra se ha convertido en misión imposible. ¿Cuándo voy? No puedo ir andando porque llueve, y lo de sacar el coche en días de agua es mejor pensárselo dos y tres veces, tantas que al final no salgo y así aprovecho para hacer cosas en casa, que siempre hay faena… ahora, por ejemplo, secar la ropa con abanicos, que es ya lo que me falta para que no se acumulen las coladas.

Y después de esta queja al tiempo (que no tiene remedio, es protestar por protestar), vuelvo al tema que hoy nos concierne: la conciliación, asunto difícil porque el día tiene las horas que tiene, no más, y porque los niños tienen los horarios que tienen, no otros (y además, es mejor no cambiárselos).

A ver, por conciliar podemos entender muchas cosas. Cuando he leído o escuchado esta palabra en alguna ocasión, la imagen que se me ha venido a la mente es la de una chica/mujer trabajando en casa, con sus hijos en la misma sala que ella, haciendo sus tareas o jugando en una alfombra. Sin embargo, desde ya, he cambiado esa percepción. Hay trabajos que te permiten estar en casa y organizar o gestionar desde allí. Pero hay otros (la inmensa mayoría) que son presenciales y que tienes que cumplir con un determinado número de horas en tu puesto. Y así, ¿cómo se concilia? Esa es la gran cuestión. Hay que hacer encaje de bolillos y sacar tiempo de donde no tienes para atender a todos los frentes, dejar contento a todo el mundo y, por supuesto, convivir con esa pena que las mujeres llevamos de serie, la de no estar con nuestros hijos. Esto último se soluciona con el clásico ‘ajo y agua’ pero, ¿y lo demás? La buena noticia es que todo es posible, de hecho, todas las mujeres que conozco que trabajan fuera de casa lo hacen, así que, ¿por qué yo no iba a ser capaz? Sólo necesito tiempo y que deje de llover. Así estas aguas rebeldes volverán a su cauce y las lavadoras no se acumularán, la nevera estará de nuevo llena, la casa más recogida y yo podré pasar más tiempo con mis hijos.

A partir de ahora tengo que pensar dos veces cómo repartir mi tiempo para aprovecharlo al máximo y, sobre todo, dar todo lo necesario a mis dos personajillos, que también se tienen que acostumbrar a la nueva situación. No se me ocurre otra forma de conciliar que organizarme. Y si alguien tiene algún truquillo que quiera compartir, le ruego que lo haga. Le estaré inmensamente agradecida.

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