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¿Me devuelven mi cuerpo, por favor?

María Isabel Martínez

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Antes de empezar, me gustaría agradecer a Cordópolis la oportunidad que me brinda de poder expresar mis pensamientos y dar rienda suelta a mi pluma digital en este magnífico proyecto. Espero estar a la altura de sus lectores, pondré todo de mi parte.

Para esta, mi primera intervención, me he animado a escribir en clave de humor, porque para presentarme, me apetecía hacerlo mejor con unas risas. No obstante, prometo ponerme seria e incluso técnica, si los lectores y la ocasión así lo requieren.

Hablaremos de embarazos, lactancias, familias, bebés y todo lo que se nos ocurra, siempre en positivo y con el ánimo de ayudar o al menos, arrancar una sonrisa al lector/a.

A lo que iba. Hoy me gustaría hablar del idílico, maravilloso y archiconocido mundo de la Maternidad. Pero desde el lado oscuro, desde lo más profundo de mi subconsciente…ese que me grita cada mañana al mirarme al espejo y me tortura diciéndome: pero chiquilla, qué mala cara tienes, con lo mona que tú eras y ahora con esas ojeras…… y por supuesto….no se te ocurra desviar tu mirada hacia el subsuelo… !!!que ya te hundes en el inframundo!!!!

Y es que la Maternidad es el más anhelado y preciado acontecimiento que puede suceder en la vida de una mujer, pero no deja de tener sus pequeños “efectos colaterales”.

Recuerdo aquella época en la que una salía de casa oliendo a Chanel, a la última moda, enfundada en mis vaqueros de la 38 (bueno, eso es rigurosamente incierto, pero dejadme que lo ponga que me hace ilusión) y con esos tacones de infarto, te pateabas la calle de un lado a otro sin que quedase un solo obrero de la construcción que no te chiflase y te dijera lo más grande (que aunque sé que  queda muy hortera y nada chic, pero que te animaba que no veas) y te hacía andar más tiesa que un palo…diciendo ¡¡¡¡aquí voy yo a comerme el mundo!!!!

Algunos años más tarde, algunos hijos después y algunos kilos de más dan al traste con todo aquello que fuiste……

Recuerdo que el perfume que usaba por aquel entonces se parecía más a “eau de vomitona” que a mi apreciado Chanel, y que además  de embriagar mi persona cual halo celestial,  ilustraba mi solapa porque claro, estas cosas van en dúo. Y curiosamente, ya podías lavar esa prenda y refregar y refregar una y otra vez, que la mancha y el olor resurgían lavado tras lavado, temporada tras temporada… por un extraño proceso de generación espontánea.

De los tacones ya ni hablamos, porque salir a correr tras los niños por el parque de los columpios para que no se te descalabren cual posesa, como que no…vamos a lo práctico.

¿Y la ropa? Hija mía, ¿Cuánto tiempo hace que no estrenas modelito? Pues fijaos que solía salir algunas veces a comprarme algo, más por imperativo que por gusto, pero tras comprobar que todo me quedaba muy lejos de mi ideal de cuerpo esbelto y ante el inminente conato de depresión, terminaba por  bajar a la planta inferior, coincidiendo con que había cosas monísimas para mis nenes. Al final siempre terminaba cargada con ropa preciosa para ellos y yo…pues iba tirando, reciclando y agudizando mi ingenio para parecer a la última. Total, para que me la vomiten….

Pero… ¿Y cuándo me ha salido a mí este flotador delantero? Yo no recuerdo que esto estuviera aquí antes de embarazarme y luego desembarazarme y embarazarme y desembarazarme otra vez……perdone, doctor: ¿seguro que no se dejó Ud. un gemelo dentro de mi tripa y se ha enquistado? O será que tras el parto debemos proceder a un riguroso plan de entrenamiento a base de abdominales (en adelante, abominables) y dieta “cierra el pico” (y sin garantías de éxito) y que nadie nos advirtió que era condición “sine qua non” para volver a estar tabla rasa…o bien… yo debí dejarme esa parte del contrato sin leer….

¿Y mis obstinadas tetas? ¿Y su obsesión por aliarse con la gravedad? Dios mío, ¡¡¡qué tenacidad!!! Total, sólo un par de lactancias han sido suficientes para que a la pregunta de mi hijo: Mamá ¿tú por qué no haces topless en la playa? le conteste en plan depresivo a la par que cariñoso: deja deja, que es más sexy insinuar que enseñar…..por no contestarle que estas cosas ya no se enseñan, no sea que nos prohíban entrar mañana en esta playa tan estupenda, por antiestética y por ballenato….. ¡¡¡y eso…te lo tragas!!!

¿Y ese pompis respingón? Que ya nada tiene de pompis… ahora es un culo panadero en toda regla, tamaño XXL King size, que sigue los pasos de mis tetas, es decir, en progresión descendente.

Y que te pare un chico, pongamos güenorro, veintitantos y anónimo, en la calle para preguntarte por cualquier calle o local y te diga: señora, ¿me podría indicar dónde se encuentra bla bla bla….? ¿¿¿Cómoooo…??? Ya dejas de escuchar, has perdido el sentido, tu corazón se acelera, tu autoestima agoniza…… porque en ese justo y  preciso instante….tomas consciencia de lo que eres: UNA SEÑORA……¡¡¡me quieroooo morir!!!! ¿Es que llevo un reflectante en la frente que lo ponga? ¿Tanto se me notaaaaa?

Y……Y……..Y…………Bueno, mejor no sigo porque afortunadamente ya estoy en la fase de aceptación de la Maternidad.

Ha llovido un poco desde entonces. Mis hijos van creciendo y ya por fin, tengo algo de tiempo para mí soooola (mi tesooooroooo). He empezado a ir al gimnasio y me mato a hacer abominables y ejercicios de “pompis/tetas up”, con la mirada puesta en recuperar la esencia de lo que fui…o lo que más se le parezca. Bueno… en eso y también en el cachas tableta chocolate que se me planta enfrente, ……pero sólo para no desmotivarme, que conste.

¿Que mi culo, mi barriga y mis tetas ya no volverán a ser lo que eran? bueno…ya no me importa tanto….el tiempo y mis hijos me han compensado con creces esos pequeños “efectos colaterales”. O tal vez he madurado y ahora veo las cosas de otra manera. O quizás he aprendido a darle a las cosas el valor que realmente tienen. No sé, pero ahora me veo estupenda.

Ahora, cada mañana antes de salir de casa, me maquillo y arreglo como si me estuviese esperando George Clooney a la vuelta de la esquina (el día que aparezca, ¡¡me mueroooo!!). Piso de nuevo con fuerza ese asfalto (por cierto, vuelvo a usar taconazos) porque me siento segura, satisfecha de lo que soy y de lo que he criado.

La vida te va quitando cosas superfluas para regalarte otras maravillosas. Estoy convencida, porque no cabe tanta perfección en un ente único.

Tu belleza exterior un día será la sombra de lo que fue, pero lo que crece dentro de ti, esa fuerza interior que te da la madurez, la serenidad y la felicidad, eso….¡¡¡eso es un arma de destrucción masiva!!!

Desenfunda forastera….

PD: Todos los protagonistas de mis relatos son 100% ficticios. Cualquier parecido con la pura realidad…¿es mera coincidencia?

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