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Tu herencia de alegría

Tu alegría

Magdalena Entrenas

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A mi madre le parecía bien todo lo que yo hacía y eso que hice cosas que ni a mí me lo parecieron. Seguramente en su fuero interno pensaría otra cosa, pero lo que me trasladaba era la fortaleza de seguir adelante y de que las cosas ocurren en realidad por algo. Su único gesto de reprobación conmigo era a través de la mirada. Esa mirada era suficiente para que yo variara el rumbo de mi actuación y hasta de mi vida entera, el milímetro justo que hace que un avión en vez de llegar a Nueva York llegue al Ártico. Fue y será la única persona capaz de hacerme rectificar solo con una mirada.

Hoy no quiero hablar de muerte, ni siquiera de ausencia, o de ese dolor hondo que te comprime el pecho si piensas en ese tacto, ese olor, esa risa y hasta en esa mirada que no volverán. Hoy quiero hablar de vida, de esta otra vida que cada día debemos aprender a vivir como si nada hubiera pasado.

“Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura que despiertes la furia del pálido y del frío” … y en ello estoy, en sobrevivirla con la fuerza intacta y necesaria para entender, por ejemplo, que aunque ya no tengo quien me espere (no sé si a ustedes les ha pasado, pero las madres son las únicas que siempre te esperan) tengo a quienes yo esperar y transmitirles la furia, hasta del rayo, para que jamás se conformen.

“De sol a sol que suene tu boca de guitarra”, porque mis palabras, no siempre acertadas, ni fáciles, no siempre adecuadas y tantas veces excesivas, a ella les sonaban a los acordes armónicos salidos de la terraja de la mejor guitarra. Nunca te calles, me decía.

“No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos, no quiero que se muera mi herencia de alegría”. Por eso cuando cada día me enfrento a las inseguridades humanas, a los miedos de los que me piden ayuda, a las tristezas del alma humana y a las miserias del vil metal, de esas herencias endemoniadas se, con total certeza, que la fuerza para soportarlo me la dio ella y su herencia de alegría. ¿Qué otra mejor herencia puede haber que la alegría?

“Vive en mi ausencia como en una casa”, me susurró, y así voy a hacerlo. En una casa plagada de recuerdos, de olores y sabores, en una casa confortable y acogedora, en una casa donde en cada rincón estén todos ellos, los que fueron antes de mí y a los que debo mi existencia.

Y, cuando pese a todo, la ausencia se apodere de mí, cuando la carne mortal me falte para tocarla y no entienda que no debo estar triste porque su alma está en algún lugar, que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma; cuando vacile en creer que su fuerza me protege donde esté y que desde algún lugar me sigue acunando y susurrando palabras; cuando busque esa mirada y no la encuentre para saber si estoy o no en el camino correcto, y me ponga tan triste como ahora, volveré a leer a Neruda, en voz alta:

“Es una casa tan transparente la ausencia 

que yo sin vida te veré vivir

y si sufres, mi amor, me moriré otra vez“ 

Y así su herencia de alegría seguirá intacta. 

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