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Equinoccio de invierno

Carlos Puentes

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Pudiera parecer que decimos adiós estos días a la estación del frío, y que llevamos ya una larga temporada saboreando las mieles primaverales que con un golpe de viento separa a las personas racionalmente normales de las que no lo son. Estos días puede verse un abanico de diversas vestimentas tan amplio como la picha de un moro, no por cuestión de gustos, más bien por mala calibración instrumental de que eso que llamamos termostato biológico.

Mañana entra oficialmente la primavera, la astronómica, la que hace que tras una noche de 6 meses en el polo norte, se pase a un día de otros 6. Las mangas cortas de la tarde así empiezan a dejarlo insinuar. La dinámica atmosférica en el Atlántico Norte se va amoldando a lo que es la primavera, mezclando sobre nuestra vertical el calor de los ascensos saharianos y los restos polares de un Ártico en descomposición. Así, esta misma tarde podremos asistir al eterno ritual del crecimiento de las coliflores convectivas, esas atractivas nubes de aspecto esponjoso y que durante buena parte de las tardes de esta estación se dedica a regar y joder las fiestas que desde ya tienen la calle por escenario.

Es época de tormentas vespertinas, de mañanas rasas que ven crecer sobre sus sierras, esos disparadores convectivos, las nubes que a la tarde mojarán los pieses de los insensatos que vistan chanclas. La irrupción de una pequeña masa húmeda en niveles altos desde Finisterre, será suficiente esta tarde para disparar los índices de inestabilidad convectiva, que podrían dejar buenas regadas en el tercio norte de la provincia. Hasta aquí, poca novedad para lo que cabe esperar de la estación, pero miren ustedes que se está barruntando un inicio de fiesta un tanto anormal.

Verán, es posible que esos añorados días invernales que no hemos tenido, los tengamos el próximo fin de semana. En el baile entre masas que se va a dar hasta que el innombrable asiente su poderoso culo durante el infierno estival, los descuelgues de masas polares más o menos poderosas hasta nuestros dominios deberá ser más o menos frecuente. Ahora bien, parece que este año, ese primer envite quiera ser más polar de lo que ha sido en todo el presente invierno. Los modelos apuntan, con bastante consistencia, que la madrugada del próximo domingo tendremos un suculento descenso de uno de esos frentes polares.

La entrada podría ser lo suficientemente poderosa como para meternos valores térmicos de unos -3ºC a unos 1500 metros de altura y de hasta -29º C a 5500 metros. Esos valores, en otras fechas, y con el adecuado geopotencial, serían ingredientes perfectos para ver nieve en zonas bajas de la Península Ibérica. Sobra decir que esto no ocurrirá, en cuanto que no están todos los ingredientes, y que el caldo para que se cocinen está ya un poco pasado. Queramos o no, las masas en nuestra latitud deberán combatir la realidad física de un Sol que nos lanza ya con cierta rotundidad unos rayos que sobrepasan el ecuador de su cenit anual.

Pero será agradable volver a sentir el rigor de un invierno que casi no hemos tenido, de andar los primeros días primaverales de vuelta a aquellos días de enero, y especialmente será agradable, muy agradable, ver la cara de cuantos estos días han abrazado llenarse de mugre la planta de los pies.

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