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Engaños

Carlos Puentes

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Tiene el 1 de septiembre mucho que ver con el 1 de enero.  Son ambos amaneceres comienzo de la misma serie de autoengaños y mentiras con que nos gusta hacer punto de inflexión en cosas que deben mejorar, pero que bien sabemos acabarán igual o peor de como empezaron. Apuntarse al gimnasio, ir a misa, a inglés, o a corte y confección. Llenan estos días los parques de la ciudad sudorosos culos gordos cargados de buenas intenciones, que irán quedando libres conforme avance el mes, como reserva antropológica de esos super-seres que son los deportistas urbanos. Yo, que soy muy de andar por casa, tampoco he podido resistirme. Aparte de unirme a la triste lista de quien confía en rebajar la bartola cervecera, decidí, por cosas de la paz y serenidad estival, abandonar mis biliosos artículos políticos y centrarme, exclusivamente, en el verdadero cometido de este rincón cordopolita, que no es otro que hablarles de lo que pasa por encima de nuestras cabezas. Algo me dice que el engaño ha durado muy poco.

Tras el infinito remanso de paz que me supuso el no saber absolutamente nada de nadie, ni de nada, de estar incomunicado, y de volver a recobrar algo de felicidad por acción de la más absoluta inacción informativa, mi llegada a Córdoba se vio truncada con la que ha sido noticia del verano, y va camino de ser, noticia del año, el Puente del Arenal estaba cortado porque parte del mismo se había visto afectado por el incendio de la vegetación que ha crecido junto a uno de los pilares. La nueva, además de joder al cordobés medio, no debería ir más allá de la pura anécdota y la pronta resolución del conflicto de tráfico generado en la ciudad. Pero como aquí somos muy puñeteros, tenemos la boca como una chancla, y si no decimos algo reventamos por dentro de la acidez de la úlcera gástrica que nos provoca callarnos, comenzamos a decir lo primero que se nos pasa por la cabeza y vamos aumentando una bola que no debería haber sido tal.

Que las burradas las diga el vecino de enfrente acodado en el bar de la esquina con cinco medios de más, es algo relativamente normal y que poca sorpresa debería dar, pero cuando quien rebuzna es el propio alcalde de la ciudad, aquellos que se prometieron silencio, estabilidad y equilibrio mental, se ven obligados a romper su promesa y parir un exabrupto como el que tiene usted ante sus ojos. Vino a decir nuestro Excelentísimo, que nuestro río no era tal, sino selva. Ustedes pensarán que yo soy un tiquismiquis de la corrección racional, y que el máximo edil de la ciudad simplemente hacía uso de una cercana metáfora para dibujar la presunta dejadez del cauce del río a su paso por el núcleo urbano. Pues no. Si uno es alcalde, debe ser consciente que sus palabras, más que las de ninguno, sirven de referente ciudadano, de arma arrojadiza y de puro veneno con que lanzar mensajes a los espurios enemigos del interés particular.

La metáfora no es sino reflejo de la pereza intelectual de quien obvia que en esta vida, existen unos profesionales debidamente titulados, que se encargan de la adecuada denominación de las cosas, en este particular, de los ecosistemas terrestres y fluviales. Hay una cosa, señor alcalde, que se llama ecología, que más allá del interés político, hunde sus raíces en el estudio de todas las biotas naturales para su correcta comprensión. Lo que usted llama selva, no es tal, es vegetación riparia, íntimamente ligada al continuo fluvial del Guadalquivir, derivada de la propia dinámica fluvial y del uso del territorio que llevamos haciendo desde hace 4.000 años en toda su cuenca. Un detallito sin importancia, vital para comprender el porqué de las cosas.

Quiere el alcalde insinuar, que la culpable del terrible problema de tráfico que vive la ciudad, es la descontrolada vegetación que ha crecido y crece a los márgenes del río. Una barbaridad de tal calibre como afirmar que el problema de que un chalé salga ardiendo en la sierra, es del sotobosque que naturalmente crece alrededor del propio chalé. Una barbaridad que esta ciudad ha dado por buena al no partirse la caja, de manera colectiva, frente al despacho de quien guía los designios de Salmorejistán. Una puntilla más en el escorado discurso de una parte de esta ciudad, que con creciente insistencia pide meterle la motosierra a un paraje natural que en otros puntos más civilizados, ya se hubiese puesto en verdadero valor como atractivo turístico y alguna chorrada más.

Pero, por rizar el rizo, quiso nuestro regidor, en audiencia pública, ante los vecinos del Distrito Sur que se estaban viendo afectados por el corte del puente, acusar a una plataforma ciudadana del abandono del río, y ulterior culpable de los males malísimos que teníamos que sufrir. Les sitúo. En el año 2.010, la Plataforma “Por un Río Vivo”, formada por numerosos colectivos ciudadanos de toda pelambre, elabora un discurso sólido sobre la manera con que las administraciones y la propia ciudad, deberían hacer frente para integrar el río bajo unos parámetros que se conoce como Nueva Cultura del Agua. El discurso, alejado de la imposición, nace de la participación, la buena voluntad, la capacidad de análisis y escucha a técnicos y expertos, durante unas extensas jornadas, ejemplo digno de participación ciudadana en esta ciudad. Un ejercicio ejemplar, y que hasta la fecha, absolutamente ninguna administración se ha dignado a realizar.

Un discurso que quedó ampliamente recogido, para quien tenga la molestia de consultar, en el documento de conclusión de las jornadas (*), y cuyo espíritu puede saberse del manifiesto que ésta elaboró para que la ciudad conociese a ciencia cierta qué se estaba pidiendo, entre otras cosas, de la adecuada limpieza y el correcto mantenimiento de la vegetación del propio cauce. Hasta tal punto llega la implicación de los miembros de la plataforma, que se convierten en agentes pasivos, en cuanto que se pide aprobación y consulta, para labores de mantenimiento de la vegetación que ya se están llevando a cabo desde la Consejería de Medio Ambiente. Como ya digo, una digna labor que puede comprobarse en los documentos que desde la plataforma se han hecho públicos.

Retomando, con algún oscuro interés, o tal vez, por simple y mera estupidez, el señor alcalde de esta ciudad, acusó a quien propone racionalidad de provocar la irracionalidad. Quede claro, por despejar cualquier atisbo de duda, que la plataforma en ningún momento niega la adecuada gestión y mantenimiento de la biota fluvial, siempre y cuando ésta atienda a criterios que ayuden a la integración y reconocimiento de todos los valores naturales y patrimoniales que encierra el propio río, y que la denuncia, desde el engaño, sólo puede reflejar la estulticia y el desinterés de quien es legítimo valedor del interés colectivo. Un engaño en cuanto que me acusa, a mí como miembro que fui de la plataforma, y al resto de colectivos e integrantes que desinteresadamente dieron su tiempo, de provocar el caos al amparo de nuestro oscuro deseo de convertir el río en un estercolero. Una lectura, la del alcalde, vaga y perezosa, de las verdaderas reclamaciones que se hacen desde la racionalidad ecológica, y que como ya les he dicho les animo a leer.

Como ven, me engañé a mí mismo, el miércoles que viene, de verdad, les digo lo del tiempo.

(*) Propuestas ciudadanas por un río vivo

Más info en : http://riovivo.blogspot.com.es/

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