El tablero sirio
Hemos asistido esta semana a un partido donde todos ganaron, menos los de siempre. Los que no deciden. Los que asisten como figurantes a la tragedia gratuita de sus propias vidas. Gente normal con sus vidas normales devastadas por el gas sarin oficialista, o ajusticiadas por las hordas moralistas y las cazas de brujas crecidas a la sombra de la rebelión.
Pero los instigadores asisten a la partida con una coca cola, un trago de vodka, una taza de té o un zumo de naranja muy a mano. El señor Putin ha conseguido imponer su agenda y criterio, oponiéndose al ataque y consolidando su papel estratégico en la zona. Ha prevalecido su opinión sobre los Estados Unidos. Y se hace imprescindible mediador ante los asuntos más delicados de esa zona del mundo. El señor Bashar al-Asad ha ganado tiempo. Y por el camino ha eliminado de mala manera a muchos insurgentes. Ha impuesto miedo a sus contestatarios. Sí, tiene que entregar sus armas químicas, pero quién sabe si alguna puede quedar olvidada en sus almazaras. Ante su pueblo, ha evitado el ataque de los Estados unidos sin perder sus posiciones interiores. La Unión europea ha ganado no tener que mojarse, una vez más. El señor Obama ha conseguido limpiar el polvo de su premio Nobel y ha conseguido evitar la mácula de la fuerza, vendiendo además que Siria ha tenido que recular y entregar su arsenal químico. Las acciones del gobierno sirio no quedan así impunes. Nadie podrá decir nada. Pero, a cambio, tampoco se favorece claramente a los insurgentes, donde el islamismo está infiltrando sus peones. Sin embargo, los rebeldes pueden, a su vez, disfrutar del respiro que supone tener “vigiladas” las acciones gubernamentales.
Todos han ganado, menos los de siempre. Los que no deciden sobre sus propias vidas.
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