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De una tierra a un mundo

En 1987, un informe revolucionario sacudió al mundo. Liderado por Gro Harlem Brundtland para la ONU, Nuestro Futuro Común dio nombre al “desarrollo sostenible”: satisfacer las necesidades de hoy sin hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Su título original, De una Tierra a un Mundo, fue un grito de alerta sobre la necesidad de actuar juntos frente a las crisis ambientales, las desigualdades y los modelos económicos que estaban agotando el planeta.
El informe puso el dedo en la llaga: deforestación, pérdida de biodiversidad, contaminación, un cambio climático que empezaba a asomar y una brecha abismal entre el Norte y el Sur global, con millones atrapados en la pobreza extrema. La solución pasaba por unir tres frentes: economía, sociedad y medio ambiente, con más cooperación internacional, políticas valientes y la voz de la ciudadanía.
Ese documento marcó un antes y un después, inspirando hitos como la Cumbre de la Tierra de Río en 1992 o los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2015. Pero, casi cuatro décadas después, ¿dónde estamos? Los retos han crecido, algunos avances se tambalean y surgen nuevas amenazas.
El cambio climático, una bomba de relojería
En 1987, el calentamiento global era una preocupación incipiente. Hoy es una emergencia planetaria. La temperatura global ya ha subido 1,2 °C desde la era preindustrial, y los desastres climáticos —huracanes, sequías, inundaciones— golpean con furia, especialmente a los países más vulnerables. Los Acuerdos de París (2015) buscan frenar el aumento a 1,5 °C, pero las emisiones no ceden. Si no actuamos ya, hay un 50% de probabilidades de superar los 2 °C para 2100.
Biodiversidad al borde del abismo
El informe Brundtland ya alertaba sobre la extinción de especies. Hoy, la crisis es alarmante: un millón de especies están en peligro, según la ONU. La deforestación y la agricultura intensiva son las grandes culpables. Iniciativas como el Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992) han intentado poner freno, pero los resultados son desiguales.
Desigualdad: avances y retrocesos
La pobreza extrema ha caído del 36% en 1990 al 9% en 2023, según el Banco Mundial, pero la brecha entre ricos y pobres se agranda. El 10% más rico acapara el 52% de la riqueza mundial, y la pandemia de COVID-19 deshizo años de progreso. El acceso desigual a tecnologías verdes y energía limpia sigue dividiendo al mundo.
Consumo sin freno
La economía global crece, pero nuestro ritmo de consumo está desbordando al planeta. La huella ecológica supera en un 50% la capacidad de la Tierra para regenerarse. Aunque las energías renovables ya cubren el 30% de la demanda energética global en 2024, el aumento del consumo en economías emergentes complica la transición hacia modelos más sostenibles, como la economía circular.
Avances a medio gas
Los ODS y la Agenda 2030 son un paso adelante, al igual que iniciativas como el Fondo Verde para el Clima. Pero muchos países están lejos de cumplir metas clave, como la acción climática (ODS 13) o la protección de ecosistemas (ODS 15).
¿Hacia dónde vamos?
El futuro depende de actuar rápido y con audacia. Aquí van algunas claves:
Energía limpia: Las renovables podrían abastecer el 70% de la demanda global para 2050 si se invierte más. Tecnologías como el hidrógeno verde o la captura de carbono son prometedoras, pero la dependencia de minerales como el litio plantea dilemas éticos y ambientales.
Economía circular: Reutilizar y reciclar podría cortar los residuos globales en un 30% para 2040. Hacen falta leyes más duras contra la obsolescencia programada y campañas para un consumo responsable.
Salvar la biodiversidad: El Decenio de la ONU para la Restauración de Ecosistemas (2021-2030) busca recuperar 350 millones de hectáreas degradadas. La agricultura regenerativa y la bioingeniería son esperanzadoras, pero necesitan financiación masiva.
Reducir la desigualdad: El Sur global necesita tecnología y fondos —como los 100.000 millones de dólares anuales prometidos para el clima— para no quedarse atrás. Una gobernanza global más fuerte es vital para evitar conflictos por recursos como el agua o la tierra fértil.
Innovación al rescate: La inteligencia artificial y el big data pueden optimizar recursos y frenar daños ambientales, pero deben ser accesibles para todos y no crear nuevas exclusiones.
Nuevos riesgos en el horizonte: La geoingeniería, como manipular la radiación solar, plantea dilemas éticos. Además, las migraciones climáticas —que podrían desplazar a 200 millones de personas para 2050— y las tensiones por recursos escasos amenazan con desestabilizar regiones enteras.
El informe Brundtland fue un faro en su momento, y su mensaje sigue vivo: el destino del planeta y de la humanidad están entrelazados. Hay avances, tecnologías prometedoras y acuerdos globales, pero la ventana para evitar un colapso se cierra rápido. Solo con colaboración y equidad podremos construir un mundo donde el desarrollo no sacrifique ni al planeta ni a las generaciones futuras. El 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, es un recordatorio: de una Tierra a un mundo, el camino es colectivo.
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