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En la muerte de Juan Carlos Limia

Juan Carlos Limia

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A comienzos de 2002 me incorporé al equipo administrativo de Vimcorsa, con el cometido de gestionar la programación de su Sala de Exposiciones. El gerente entonces de Vimcorsa (y único de los que podemos citar su nombre sin sentir sonrojo, en cuanto a liderazgo y visión de empresa) era Antonio Portillo, y una de las primeras indicaciones que me hizo llegar es que la actividad de nuestra Sala debía estar fluidamente conectada con el Área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba. Angelina Costa figuraba entonces como teniente Alcalde de Cultura y Juan Carlos Limia era el director del Área. En consecuencia, de inmediato concertamos una reunión con ellos.

En esa reunión les adelantamos que la Sala de Exposiciones Vimcorsa aspiraba a una continuidad programática en sus exhibiciones y que, al cierre de “Monasterios y lamas del Tíbet”, con la que se inauguró, teníamos previsto organizar una muestra sobre las esculturas del Equipo 57. Considerábamos que el Equipo merecía que le dedicáramos la primera exposición de producción propia, y que reunir monográficamente sus esculturas era un doble aliciente, dada la condición inédita de estos trabajos hasta entonces.

Juan Carlos Limia de inmediato entendió el carácter simbólico de nuestra intención y apoyó sin titubeos el proyecto. Angelina Costa era igualmente sensible ante la idea, pero se resistía a permitir que la gestión de la Sala de Exposiciones dependiera de la empresa municipal de la vivienda, y no de su departamento.

Realmente el procedimiento de gestión no parecía muy coherente con la finalidad específica encomendada a Vimcorsa, pero la realidad era que la pujanza del mercado inmobiliario del momento permitía a Vimcorsa enseñorearse sobre las entidades bancarias, y lograr que colaboraran en los costes de producción de nuestras exposiciones y accedieran al préstamo gratuito de sus colecciones artísticas para ser mostradas en nuestra Sala.

Limia captó de inmediato que esta oportunidad de presión no era un recurso de uso habitual en el ámbito municipal (y, como muestra, no pudimos contar con la colección de cuadros cubistas de Telefónica, porque la relación contractual en Córdoba de esta compañía no dependía de Vimcorsa), pero sobre todo Limia conocía la miseria en recursos humanos que el Área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba padecía. Dile a tu jefa –le dije- que se tranquilice. Contribuiremos a tapar vuestras carencias y, por otra parte, siempre contareis con nuestra lealtad institucional y ella podrá venir a cortar la cinta inaugural.

Conviene matizar lo de la miseria en recursos humanos. No me refiero con ello al talante humano y la predisposición de los funcionarios entonces, y ahora, existentes, sino a su carencia de idoneidad en el campo de la historia del arte y al organigrama burocrático sobre el que siempre ha basculado la organización del Área de Cultura. En ese año de 2002 sólo disponía de una titulada en historia del arte (que desempeñaba la dirección de los Museos municipales), pero en la actualidad, y desde la jubilación de ésta, no existe nadie con esa titulación en este departamento, ya que la administración de José María Bellido se ha mostrado incapaz de organizar un concurso para dotar con un licenciado/a en esta materia a la dirección de los Museos, y ha optado por nombrar al restaurador como responsable de los mismos.

Así pues, ¿qué interés tenía reclamar la gestión de la Sala de Exposiciones Vimcorsa si no contabas con recursos humanos para desarrollarlos? Parte del éxito de esta Sala a lo largo de veintidós años de programación ininterrumpida, ha sido contar con una persona cualificada profesionalmente, y con dedicación exclusiva, para su gestión específica. En cambio, Juan Carlos Limia ha estado durante demasiado tiempo sin asidero técnico en que apoyarse (en el campo concreto de las exposiciones artísticas) en el Área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba. Por encima de los hitos puntuales, el día a día. Y prueba elocuente de ello es la falta de concreciones programáticos en los proyectos, la ambigüedad en la cadena de decisiones y la falta de continuidad en las programaciones de la Sala Orive y la Casa Góngora.

Por eso el mejor homenaje que podría hacer el alcalde Bellido a su memoria sería dotar con personal adecuado al Área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba. Y, de paso, eliminar intromisiones caciquiles como la exhibida por el concejal Salvador Fuentes en un encuentro con el propio Limia (poco después de las elecciones municipales de 2019), cuando le anunció que a partir de entonces iba a terminarse eso de organizar exposiciones de cuadros con puntitos (se refería a la exposición de Elena Asins que tenía lugar en ese momento en Vimcorsa), y a la desaparición de la figura de comisarios en las exposiciones. Estos extremos eran irreconciliables con su acreditado conocimiento artístico. ¡Qué tremenda pena produce pensar que Limia tuviera que malgastar tantas energías con estos cuadros dirigentes!  

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