El Tiempo según yo y según Cohen
Voy al cementerio de higos a brevas, de Pascuas a Ramos, de vez en cuando, poco. Voy para ver la lápida que cubre el nicho donde reposan –espero que de verdad descansen- restos meramente carnales de mi madre y de mi padre.
Voy para saber que el tiempo pasa porque para eso soy muy despistado. Sobre el mármol leo los guarismos 1.9.8.4.2.0.1.1. Y esto, de alguna manera, me pone en mi sitio; en el presente.
Soy muy malo para contar el tiempo. A veces intento contarlo a través de Juegos Olímpicos, Mundiales de Fútbol o Eurocopas: ¿Dónde estuviste cuando a Butragueño le llamaron “el águila de Querétaro”? ¿Dónde cuando el gol de Iniesta de mi vida? ¿Qué hacías cuando viste en color al general Videla vigilando desde el palco los goles de Kempes?
También cuento el tiempo en los espacios: cuando nos besamos en Gijón, bajo el Elogio del Horizonte, cuando nos reímos en aquella playa desierta de Cabo Verde, cuando nos emborrachamos con ron Flor de Caña en Nicaragua, cuando nuestras manos se rozaron en una librería de Oporto, cuando aquel cuadro de aquel museo nos dejó sin habla tanto rato...
I need you. I don´t need you. Ahora cuento el tiempo con canciones de Leonard Cohen.
Cohen, como buen judeocristiano descreído, sólo escribió de la ausencia de pecado en un mundo repleto de pecadores: “Cuando dicen ´arrepiéntete, arrepiéntete´, me pregunto qué querrán decir”.
Yo también me lo pregunto. El Futuro ya me da igual; sólo me preocupa el Presente Continuo, como a mis amigos que son los que van a entender esto.
“Pero sé por sus ojos y sé por su sonrisa, que esta noche todo irá bien, todo irá bien, todo irá bien… por un rato”.
Con eso basta.
Creo
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