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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Las llaves

Imagen que acompaña al post.

Juan José Fernández Palomo

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El otro día estuve en un sitio fascinante. Yo caminaba entre columnas de la Mezquita detrás de un sacerdote que tenía en su poder un llavero, un conjunto de llaves.

Nos cruzamos con un grupo de turistas nacionales, una pareja de japos y otra que me pareció que hablaban en portugués.

El sacerdote sorteó estos grupos conmigo detrás y me condujo hacia una cancela, sacó una llave y abrió un candado en una reja. Luego eligió otra llave y la introdujo en una cerradura de una puerta dorada. Y se abrió.

Estábamos encima del pasillo que utilizaba el emir para ir desde su residencia a practicar la oración. Estábamos a la espalda, a un tabique de distancia del Mihrab. En la fachada de la Quibla de la Mezquita. Estábamos allí, en las instalaciones del archivo del Cabildo de la Catedral de Córdoba. Un quiste que le salió a una Mezquita. Una metástasis cristiana que fue conquistando capillas y muros, y que, seguramente, de esa enfermedad ha hecho virtud. Ojalá ejemplo (Vaya; aquí he utilizado el exemplum, el prototipo latino y el law sha´a Allah musulmán. Qué bien casan). Insisto: ojalá sea ejemplo.

Junto a ese sacerdote trabajan unas pocas personas: restauradoras, un informático, otro que hace fotos, dos investigadoras de algo… Solo el sacerdote tiene las llaves.

Hace unos días que la cerradura de mi casa me da problemas. Algo del bombín o como se llame eso. Tarda en abrir cuando introduzco la llave. Pienso en el poder de las llaves. Pienso en las aduanas y en las fronteras.

Pienso también en el amor y sus llaves. Las que descerrajan un sujetador de cosas, las que despeinan la cabellera del deseo. También son una suerte de llaves.

También pienso en las llaves que cierran.

Sueño con ese sacerdote sacándose el llavero del bolsillo mientras arrastraba sus pies sobre el suelo de mármol de una Mezquita o de una Catedral o como se llame esa puñetera creación de los hombres.

Hombres con llave para abrir las puertas que dan al otro lado.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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