Érase una vez CORDÓPOLIS
Érase una vez una provincia de ciudades llamada Cordópolis. Allí vivía una niña que se llamaba... En realidad no sé su nombre. Tenía unos cuantos años y le gustaba hacer las cosas que les gusta a las niñas hacer con esa edad. Un día recibió un correo electrónico de su amigo el periodista para hablarle de un juego nuevo. Ella le respondió: “A mí me mandas una carta, que yo con estas cosas tan modernas no me entero”.
Entonces su amigo le envió una carta en la que le detallaba las normas del juego, decía algo así: “Es muy sencillo, STOP. Consiste en contar, STOP. Norma imprescindible: no hay norma, STOP.”. Le fascinó tanto la idea, que aceptó encantada. Una sola duda le trasladó a través de una postal del Cristo de los Faroles: “Si me envías una carta, ¿por qué hablas en idioma telegrama?”.
Pero la niña debía cumplir un requisito como participante del juego: “Hazte una foto con el Android y nos la mandas por WhatsApp”. A lo que ella inmediatamente contestó: “A mi me vienes a ver y me haces la foto con una cámara normal, que yo con estas cosas tan modernas no me entero”. Y mientras esperaba al fotógrafo, hacía tanto bochorno que se le derritió el reloj.
Se puso muy contenta, porque a la niña ésta le entusiasmaba contar cosas, pero no se le ocurría el qué. Paseó un rato larguísimo y observó todo cuanto la rodeaba. Y cuanto más conocía las cosas que hacían las gentes de su tiempo, más pensaba: “Esto en mi pueblo no pasaba, yo con estas cosas tan modernas no me entero”. Y claro, ella que era muy de pueblo y muy antigua decidió dar voz, cara y música a la gente antigua de las ciudades de Cordópolis.
Cogió el baúl de la Piquer, lo vació y comenzó a llenarlo de historia memórica. ¿Sabes lo que narraban sus historias? Ahora después te lo cuento.
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