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Jesús Cintora: “La polarización muchas veces es una cortina de humo”

Entrevista a Jesús Cintora

Carmen Reina

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Jesús Cintora (Ágreda, Soria, 1977) cuenta que la radio y la televisión han estado presentes en su vida desde su infancia. Le vienen a la memoria y desgrana uno a uno los nombres de los presentadores de esos programas que escuchaba con su madre en la radio en casa y los de los programas con los que creció viendo la única cadena de televisión que había entonces. Años más tarde, ese chaval de pueblo acabaría siendo el presentador de programas de radio y de televisión de alcance nacional, el periodista reconocido que es hoy en día. Y también el profesional que resulta molesto -dice- porque se empeña en investigar y contar las cosas que algunos no quieren que se cuenten y al que le retiran programas aunque los números de audiencia vayan bien.

Precisamente, Cintora ha recalado en Córdoba hace unos días para presentar su último libro 'No quieren que lo sepas', dentro de un tour que le está llevando a cruzar varias veces el país de una ciudad a otra en las últimas semanas, para contar su análisis, su experiencia, de las relaciones entre el poder, la política y los medios de comunicación. Repite una y otra vez que el oficio del periodista es contar lo que ocurre, le pese a quien le pese. Y pone el foco en los obstáculos que el periodismo se encuentra, en las trabas del poder, en la censura y también en la autocensura, que impiden que se cuente todo lo que ocurre.

Sobre todo ello, ha compartido una charla con Cordópolis, para hablar del estado del periodismo en la actualidad, de los medios de comunicación tradicionales y de las nuevas formas de comunicar, de los bulos y el negocio de algunos con ellos, pero también del poder, de la política y la desafección en buena parte de la sociedad, de la impunidad, de los peligros que ello conlleva y de sus consecuencias para la democracia.

PREGUNTA: Empezando por el principio, ¿cómo y por qué decidió Jesús Cintora ser periodista?

RESPUESTA: Hay muchas razones, probablemente influye bastante el hecho de que en casa, sobre todo mi hermano mayor, consumía mucha prensa deportiva y veíamos muchos programas de televisión deportivos. Yo soy de la época en la que estaba Estudio Estadio, Estadio 2, Cerca de las estrellas…este tipo de programas, más allá de consumir prensa deportiva, el As o el Marca, o de radio como los programas de García… A mí, inicialmente, me picó mucho el gusanillo de la prensa deportiva, muy marcado también porque Fermín Cacho es alguien de mi pueblo. De hecho, el primer artículo que me mandan al periódico habla de Fermín cuando consigue la medalla de bronce junior europea.

Luego, es verdad, que con 9 años me tocó intervenir en un programa de radio en el cole, vinieron al colegio y me tocó intervenir ahí. En la EGB, un maestro de escuela, José Vilda, me mandó algún artículo al periódico provincial…Cosas de ese tipo que te pica el gusanillo. Luego, en casa, estaba la radio siempre puesta. Mi madre tenía siempre la radio puesta y mi padre, en el camión, también. Mi madre, cambiaba bastante, pero recuerdo esos programas de Joaquín Prats, de Iñaki Gabilondo… Y mi padre llevaba siempre puesta Antena 3 en la radio.

El periodismo local es fundamental en una democracia

P. ¿Y cuándo dice: sí, a esto me voy a dedicar?

R. Me gustaban las letras, me gustaba escribir… Me picó el gusanillo del periodismo. Inicialmente lo que más me gustaba era la radio. Luego, en el piso de estudiantes en Pamplona, coincido con un compañero de piso, Javier Blas, que ahora se dedica al periodismo económico, y él había hecho prácticas en Radio Jaca de la Ser, y estaba todo el día hablando de la Ser, la Ser… Y un día fui a pedir prácticas en la Ser de Soria y a última hora, yo creo que falló alguien, poco antes de que empezaran las vacaciones de verano me llamaron y me cogieron. Y ahí empiezo a hacer radio de una manera más regular. Porque, además, como había poca gente, era agosto y en Soria, desde el principio me pusieron a presentar un programa, un magacín, y una persona, Antonio Pascual que era el director entonces de la Ser de Radio, al que le debo mucho esa oportunidad que me dio, porque me tocó hacer mucho en la radio local. Había que hacerlo, había tajo, porque había poco personal, yo era un tío lanzado y me dieron esa oportunidad.

Siempre tiene que haber alguien que te dé esas oportunidades en la vida. Yo puedo decir que en aquel tiempo aprendí mucho del periodismo local que, por cierto, hay que reivindicarlo siempre. El periodismo local es fundamental en una democracia, en la sociedad, porque vertebra una comunidad, es cercano a las inquietudes de la ciudadanía… Y se está recortando, se está precarizando. Yo creo que se le da menos valor del que tiene al periodismo local.

P. No sé si tenía esta profesión idealizada o si desde el principio puso los pies en la tierra.

R. He ido descubriendo, como creo que ocurre en tantas facetas de la vida y en tantas profesiones, pues aspectos que lógicamente te hacen ir abriendo los ojos. De hecho, estoy convencido de que puedo saber más que ayer pero menos que mañana, seguro. Iremos descubriendo para bien y para mal historias distintas. Pero sí que he ido viviendo que el periodismo no es todo libertad, porque no es cierto y que, por desgracia, los criterios para valorar a alguien no son siempre profesionales. Tú puedes tener un programa que tenga un buen índice de audiencia, que guste, pero te pueden quitar de en medio. Y ocurre en otras facetas laborales y de la vida. Y creo que, de hecho, en este país es una de las lacras, que muchas veces no se reconoce tanto a la gente por el criterio profesional sino por afinidades personales, por peloteos, incluso por ser alguien que es cercano al jefe, que creen que no le va a hacer sombra, o que no le lleva la contraria… Esto ocurre más de la cuenta, el hecho de que no se valore tanto la cuestión profesional como otras.

Yo soy periodista porque me dedico a esto y, entre pitos y flautas, llevo más de 25 años presentando programas de radio y televisión desde aquella primera vez en Soria que me pusieron a presentar un magacín. Reivindico eso, el oficio.

P. En esa carrera desarrollada como todoterreno en radio y televisión sobre todo, ¿qué cree que es lo mejor y lo peor de esos medios?

R. De la radio me quedo con la intimidad con el oyente, con la cercanía, me quedo con que es un medio que muchas veces se presta a hacer algo más directo, más inmediato, no necesita el despliegue que a veces necesita la televisión. La televisión me gusta porque es una composición de palabras y de imágenes y es, digamos, el máximo del audivisual. Yo soy una persona que me formé y soy licenciado en Comunicación Audiovisual. Yo estudié radio, tele y cine. Y esa composición de imagen y de palabra me gusta, me interesa, me atrae todo lo que tiene que ver con eso.

Y más que lo malo, diría que lo que hay ahora es un absoluto desafío con la situación de las nuevas tecnologías. Hay mucha gente que está viviendo un desapego a los medios tradicionales y que está buscando otros canales, en lo digital por ejemplo y hay que ser conscientes. Hay gente que huye de los medios tradicionales y está buscando otro tipo de formatos en lo digital. En distintos canales de lo digital, esa es la realidad y hay que ser muy conscientes de eso.

Y, en buena medida, es por los propios hábitos de consumo, con otros formatos. Vamos pegados a un teléfono móvil, por ejemplo, más que tener inquietud por ir a comprar un periódico de papel o poner un programa de televisión a tal hora, sino que vamos más hacia un servicio a la carta, por decirlo así.

Pero también creo que es necesaria la autocrítica respecto al sector. ¿Qué se ha hecho para que haya un cierto deterioro de la credibilidad, que haya gente que pase de lo que se cuenta ahí y busque otro tipo de cauces?

P. Su especialización en temas sociales y políticos, ¿fue inducida o hubo algo que le condujera a ello?

R. Es que yo soy de la escuela de la Cadena SER, entonces, allí el periodismo que hacíamos era un periodismo con una línea muy en lo social, un periodismo de sacar noticias propias, un periodismo valiente y comprometido. He trabajado con gente como Iñaki Gabilondo, como Carlos Llamas…es la escuela a la que pertenezco. Yo no nací un día y dije 'seré un periodista y haré un periodismo más crítico'. No, es que soy de la escuela de la SER, ahí me desarrollé y de la misma forma que había buen periodismo deportivo o buenos magacines, pues yo pertenecí a una redacción de informativos que creo que tenía una clara apuesta por un periodismo de este tipo que digo.  

Actualmente hay auténticos mercaderes del bulo

P. Ha venido a Córdoba hace unos días para presentar su libro ‘No quieren que lo sepas’. Todo está implícito en ese título. ¿Quién no quiere que sepamos qué?

R. Pues, fundamentalmente, habla de tapones que hay para que este país que, ha avanzado mucho en democracia, avance más y sí es necesario que ocurra en parcelas como la Justicia, como los medios de comunicación, como las desigualdades económicas, los poderes fácticos en lo económico, en lo político… Va a esos puntos negros, esos tapones, que hay sobre aquellos que tienen poder y que lo ejercen de una manera no siempre limpia. El libro es un claro canto, primero a destapar, a revelar como periodista y ser testigo de un tiempo, pero también desde una profunda convicción democrática de que tenemos que mejorar como país y que hay aspectos que son buenos que se sepan.

¿Quién no quiere que lo sepamos? Pues aquellos que tienen la sartén por el mango y que ya se cuidan mucho de que no se hable demasiado de determinados temas.  

P. ¿Por dónde pasa su análisis de la relación actual entre el poder, la política y los medios de comunicación?

R. De entrada, es muy importante decir que estamos en un tiempo en el que yo tengo la sensación que hay cierto desapego, desafección, en una parte importante de la sociedad. Es la impresión que yo tengo, humildemente lo digo. Hay un cierto descrédito. Llámalo una cierta indignación soterrada, yo no sé por dónde puede salir esto. Porque cuando tenemos ese nivel de desapego, de desafección, evidentemente hay quien arrima el ascua a su sardina. Son tiempos para que algunos que prometen recetas fáciles saquen tajada. No se sabe por dónde puede salir, aunque en algunos casos está claro por dónde está saliendo. Pero ojo a lo que está ahí, está en la sociedad: hay un desapego, una desafección y yo diría, incluso, un nivel de decepción en una parte importante de la sociedad.

Y si eso se ve acompañado por una teatralización en la política, guerras internas, electoralismos… yo creo que no poca gente lo detecta y se alimenta esa desafección. Y, luego, yo creo -humildemente- que estamos en un tiempo en el que ha ido aumentando el individualismo. Se ve tanto que mucha gente va a la suya y pienso que también es otro síntoma. Hablo bastante con gente que imparte clases en las aulas y te cuenta este tipo de historias.

P. No sé si la polarización es otro ingrediente más de esa situación.

R. A mí me parece que la polarización muchas veces es una cortina de humo, una especie de trivialización, para distraernos y no ir al verdadero problema. A veces, mientras estamos debatiendo sobre si la culpa es de tal o pascual, nos olvidamos de ir al fondo del asunto. Te pongo por caso: hemos vivido una pandemia, miles de muertos. Mucha gente se queda más en si hizo mal Ayuso o Sánchez o Iglesias o quien fuera…más que analizar cómo estábamos en las residencias de ancianos. ¿Cómo estamos ahora? ¿Cómo estábamos con la sanidad pública? ¿Cómo estamos ahora? ¿No? Y se hace un recuento de las investigaciones judiciales sobre lo que ocurrió en los geriátricos. Yo creo que, como democracia, no podemos permitirnos que eso se mantenga en la impunidad. Ni impunidad y aprender de los errores y mejorar. Entonces, a veces mientras estamos distraídos sobre si la culpa es de mengano o fulano….creo que ya la clave es, sí, hay que depurar responsabilidades, pero también ver cómo estamos ahora si surge algo parecido. ¿Qué hay de nuestra sanidad, qué hay de nuestros geriátricos?

Yo, en el libro, cuento la importante participación que tienen en un sector como el de las residencias empresarios como Florentino Pérez. O la Iglesia. ¿Debe tener más participación la administración pública? Yo creo que sí. Se podría mejorar en menos precariedad en el sector, más cuidados… Porque al final hay no pocos intereses que van a mirar el beneficio más que el servicio.

P. ¿Cuál es el verdadero reparto de poder en España en su opinión?

R. Responder esto puede dar pie a la brocha gorda. Por ejemplo, sigamos de cerca la presencia y aumento de los fondos de inversión. Sigamos de cerca el poder de jerifaltes de la banca, de las energéticas, de las constructoras, de los medios….Por ahí hay grandes pistas.

Y luego, sigue habiendo un elefante en mitad de la habitación que es lo que ha supuesto el juancarlismo y su corte de encubridores que han obtenido beneficios a cambio. No olvidemos que estamos hablando nada menos que de un jefe del estado corrupto, con dinero en el extranjero, al que se ha mantenido en la impunidad. Y la cobertura que ha tenido, jurídica, política, tributaria y mediática ha sido construida y defendida por no pocos sectores de poder. Y ahí sigue.

La libertad de prensa, cada uno desde su parcela, debiéramos defenderla

P. ¿Habría manera de reequilibrar ese reparto de poder? ¿Cómo habría que tomar las riendas?

R. Yo, como periodista, simplemente veo que un país tiene que ir avanzando y que no se vean determinadas costuras de gente intocable, que ponen y quitan, que influyen para que no se cuente lo que a ellos les afecta. Y en democracia esto se mejora con más democracia, no con más establishment y cortapisas.

Y por supuesto que los tiempos avanzan y en este país se ha avanzado mucho. Yo, como cuento en el libro, vengo de una generación nacida a finales de los 70 y comienzos de los 80, con la sanidad que había, las infraestructuras, la enseñanza…o sea, avanzó mucho. No hay que ser injustamente catastrofistas pero tampoco complacientes y conformistas. Es decir, tenemos que seguir avanzando y mejorando. Y yo detecto que hay tapones para que eso no ocurra a veces. Hay que pensar que la democracia somos todos, no unos más que otros. Cuando se vea que unos son más que otros, entonces hay que contarlo. Porque sí que hay gente que quita y que pone, y otros que hincan la rodilla ante los que quitan y ponen. Eso es cierto.

Así lo veo. El libro tiene también la vocación de demostrar aquello que está mal para que aquellos que tienen la responsabilidad de intentar mejorarlo, lo intenten. Que no sean problemas que se meten debajo de la alfombra sino que se abran las ventanas. Lo que no se puede hacer nunca es matar al mensajero.

P. Le iba a preguntar sobre esos tapones que ha vivido en carne propia. Al final de su último programa en TVE, creo que dijo en su despedida: “Nos quitaron con un Gobierno y ahora nos quitan con otro”.

R. La gente me sigue preguntando. Era un programa que tenía audiencia, nos encargaron hacer un programa con una fórmula que era una productora y personal de TVE, el programa iba bien y se canceló. A mí nadie me pudo decir que era porque había mentido o porque el programa fuera mal de audiencia. Y se dijo esto de: 'Es que era con una productora'. Y ha seguido habiendo programas con productoras. Pero vamos, que si a mí me hubieran dicho que la fórmula tiene que ser con todo el personal de TVE, pues yo encantado. Yo hice lo que se me encargó, en ese sentido. Y sigue habiendo programas con productora. Y es lo que puedo decir, el programa iba bien.

A partir de ahí, yo sinceramente, le estoy agradecido a la vida de haber hecho un programa en TVE. Yo soy de una generación que se crio viendo continuamente TVE, esa generación de Barrio Sésamo, La bola de cristal…. Soy de una generación que prácticamente se educó en la escuela pública del pueblo y viendo TVE. Bueno, yo creo que me eduqué en cuatro facetas, me parece bonito decirlo: en la escuela pública del pueblo, en la calle, en el trabajo porque en casa tocó trabajar mucho desde muy pequeñitos, y viendo TVE.

Éramos consumidores permanentes de Barrio Sésamo, de Sabadabadá, La bola de cristal…Tengo recuerdos de aquellos programas de García Tola, de Gabilondo, de Más vale prevenir, de Jesús Hermida, de Ángel Casas que en paz descanse, de Jesús Quintero -aprovecho para recordarle aquí en Andalucía-… Es lo que algunos tenemos en nuestros orígenes para educarnos y para mí es una suerte que un chaval de pueblo haya hecho luego un programa en TVE. Eso no quita que, siendo agradecido, la jugada que se hizo es feísima, esa es la realidad. Porque el programa iba bien, no se puede decir que mintiera, un programa plural, hecho como se encargó…Y es lo que puedo decir.

P. ¿El periodismo está en peligro?

R. El periodismo va a seguir. De entrada, el periodismo no es solo el trabajo de aquellos que pueden salir en la televisión o en un programa nacional… No. El periodismo es también lo que se hace en la prensa local, que hay que reivindicarlo porque es la base, la cercanía, que es lo que debiera ser el periodismo, la cercanía al ciudadano, vertebra un país. Lo que se hace en conflictos internacionales, en crisis humanitarias, también el periodismo es eso. Entonces, periodismo va a haber siempre, porque el periodismo es contar lo que ocurre. Claro que hay gente que no quiere que se cuenten determinadas cosas. Pero el periodismo va a estar ahí porque ese es el oficio. Sí tiene, lógicamente, sus oponentes, que son aquellos que ven que debe contarse solo lo que ellos piensan y no lo que ocurre, que es lo que hay que contar.

Y luego es cierto, también, que hay otros factores a comentar: no pocos medios dependen del dinero público que viene de la administración determinada, ya sea local, provincial, autonómica o nacional. Si eso se hace con transparencia, equidad y justicia, bien, pero hay veces que no ocurre. No pocos medios dependen también del gran anunciante que pone el dinero o el gran financiador. Si eso se hace en buena lid y sin afectar a los criterios de veracidad…pues vale. Pero a veces eso también condiciona lo que se cuenta y lo que no. Y luego, yo también reivindico que tiene que haber programas de investigación, programas de denuncia. Porque ha ido habiendo cada vez más de determinado entretenimiento, que a veces se ve mucho karaoke, mucho programa costumbrista, mucho programa de chisme, que está bien que haya programas de entretenimiento, pero no en retroceso y recorte de programas de servicio en la programación, programas de investigación. Porque son fundamentales como país, para contar lo que ocurre y lo que nos afecta como sociedad. La vida no es solo entretenimiento por desgracia.

Un facha es peligroso pero también lo es quien dice que es progresista y luego hace cosas de facha

P. ¿Es más barata la producción de ese tipo de programas que de investigación?

R. No creo que vaya por ahí. Igual es que, más que por el coste de la producción, no quieren determinados programas que molesten o que hagan pensar demasiado a la población. Sobre todo que molesten. Es más cómodo contar los chismes de tal o cual persona o si le ha puesto los cuernos no sé quién, ¿verdad? que investigar dónde está el dinero del rey emérito.

P. ¿Qué cree que pone en peligro la integridad del periodista?

R. He de reconocer que me preguntan mucho por este tipo de cuestiones sobre el periodismo y, no sé, yo soy uno más, que a veces cuento esto de cuando se silencia a un periodista… Y esto lo hemos vivido muchos. Otra cosa será que no se les pregunte o no quieren hablar de ello. Pero ocurre, ocurre a nivel nacional y ocurre a nivel local. Las presiones, la censura, la autocensura...es que eso está en el día a día, hay que reconocerlo. Yo creo que, de hecho, la gente lo sabe. Entonces, ¿por qué ocultarlo?

Y luego también está la gente que hace dignamente su trabajo, que dentro de este ecosistema pues intenta hacer su labor de la manera más digna posible. Porque ni todos son malos ni todos son buenos, como en tantos sectores. Eso es lo que te puedo decir, sobre asuntos como la censura, la autocensura, la precarización…

Creo que es negativo clasificar a los periodistas como aquellos que son dóciles y se prestan a cualquier cosa o aquellos que son digamos leales a tal o cual partido. Yo lo detesto. Y lo digo porque soy consciente de que me han intentado colocar determinadas etiquetas políticas y me rebelo permanentemente. Detesto las etiquetas, son simplificaciones a veces para desprestigiar, para desacreditar a periodistas. Algunos las llevan muy a gusto, yo detesto las etiquetas porque reivindico el oficio del periodista. Pero sí es verdad que hay a quien le encantaría clasificar a los periodistas como ‘Este es leal a una determinada causa, de tal partido’. Y no, el periodista tiene que marcar su territorio como periodista. No somos castos y puros, pero somos periodistas, estamos para contar lo que pasa. Y hay quien lleva fatal la crítica, hay quien tacha a periodistas porque cuenten determinados aspectos. Hay quien encaja bien la crítica y hay quien no la soporta. Esa es la realidad.

Y diré otra cosa, además, que me parece muy importante. Dentro del panorama mediático que tenemos, hay cada vez más gente que está buscando la información por otros canales que no son los tradicionales. Y en la red hay de todo como en los medios tradicionales, bueno, malo y regular. Pero sí que es cierto que si hay cierto desapego con los tradicionales, la gente busca cada vez más los nuevos canales, las nuevas tecnologías. Y yo defiendo el oficio de quienes tienen experiencia en contrastar fuentes, en saber separar el polvo de la paja y la verdad de la mentira, lo que es un bulo de lo que no lo es… Creo que hay que defender y hacer por que esa gente esté en los medios, la gente que tiene ese oficio, esa experiencia. Porque si no, a veces la gente puede buscar otro tipo de voces que no están en eso, sino que están más en el bulo y en ese tipo de peligros para la sociedad.

P. Ante esos peligros… ¿Cuál cree que es el estado de salud de la libertad y el derecho de información?

R. Pues de todo hay, como en botica, pero siempre hay que mejorar, no ir hacia atrás ni estancarse. Esa es la realidad, siempre hay que mejorar. Hay que pelearlo. La libertad de prensa, cada uno desde su parcela, debiéramos defenderla y trabajar en eso. Esa es la realidad. A mí tampoco me gusta dar recetas sobre todo esto porque cada uno sabemos perfectamente lo que ocurre. Otra cosa será que no se cuente y se calla, esa es la verdad. Sabemos perfectamente de lo que hablamos.

P. Cuando se calla, o se cuentan medias verdades desde los medios, ¿se hace a propósito?

R. Pues de todo hay. Hay quien efectivamente trabaja en el bulo de manera constante e incluso se enriquece con eso. Está claro. E incluso queda impune. Hay quien utiliza esos canales para colocar información interesada, cosas que no son información porque son mentiras.

Luego hay otra historia que me parece importante, en el tema de las etiquetas, vale también para el caso de quienes, por ejemplo, dicen: 'Como yo digo que soy progresista, pues ya es que lo soy'. Pero el movimiento se demuestra andando. Y a la gente hay que valorarla y juzgarla por los hechos. Un facha es peligroso pero también lo es aquel que dice que es progresista y luego hace cosas de facha. ¿Me explico?

A la gente hay que valorarla por su forma de gestionar, de actuar, más que por las etiquetas que uno se ponga. A veces uno se pone etiquetas y parece que tiene justificado lo que haga. Por eso digo que las etiquetas son simplificaciones muy peligrosas.

Cada vez más gente está buscando la información por otros canales que no son los tradicionales

P. Cuando hablamos de manipulación hacia la sociedad, ¿no estamos minusvalorando a la sociedad, a las personas?

R. Hay un criterio que es importantísimo en todo esto que estamos hablando y es que, en la vida, en muchos sectores, hay bueno, malo y regular. Y en este caso también. Hay gente que hace dignamente su trabajo y otros que no. Ya está. Y hay gente que se traga los bulos y otros que no.

Sí es verdad que los bulos debieran estar desterrados de la profesión, pero están ahí; la mentira y la propaganda son tan viejos como el propio oficio. Yo creo que la verdad hay que protegerla siempre, no censurarla. Y repito, dentro de esto (los medios de comunicación) hay gente buena, mala y regular. Pero sí que hay auténticos mercaderes del bulo, claro que los hay.

P. ¿Y la sociedad somos conscientes de esa situación y de lo que puede acarrear?

R. Pues repito que hay gente que se mete en vena los chismes y hay otros que no se los creen. Respecto a la sociedad yo creo firmemente en la educación, en la cultura, en el sentido crítico, no en el sentido de manada, de aborregamiento.

Me parece fundamental el ciudadano con capacidad de crítica y de autocrítica. Eso es fundamental, que no sea una robotización o un proceso de convertir a la gente en rebaños. Tener capacidad de discernir lo bueno de lo malo, aunque lo haga el partido al que has votado. Que la democracia no sea solamente votar cada cuatro años. La democracia se defiende cada día y hay que ser exigentes y críticos con la gestión, la haga quien la haga. En democracia eso es fundamental, el sentido crítico y autocrítico de una sociedad. Y saber celebrar, que también hay que celebrar, pero tener sentido de crítica. No una crítica barata sino una crítica para mejorar.

P. ¿Existe esa capacidad crítica o estamos anestesiados, adormecidos, o en esa desafección de la que hablaba antes?

R. Vuelvo a lo que decía: para eso es fundamental la educación y la cultura. Y es fundamental también que haya un periodismo que cuente lo que pasa, lo bueno y lo malo, lo regular y lo maravilloso. Eso es fundamental. Y que haya publicación y difusión de lo que nos ocurre como sociedad. Esto es tan viejo como la democracia, el periodismo es un pilar fundamental en una democracia.

P. Claro, por eso decía que hablaba de la desafección como algo que existe…

R. Una cierta desafección, yo creo que sí hay….no en todo, pero hay. Y es bueno ser consciente de eso.

La democracia se defiende cada día y hay que ser críticos con la gestión, la haga quien la haga

P. Y no sé si también está admitida la impunidad. El decir ‘no pasa nada, hagan lo que hagan’.

R. Hay casos de impunidad que son flagrantes. Y que producen desasosiego y que la gente ya los asume a veces como quien oye el parte del tiempo por la mañana en la radio. Eso no es bueno para una democracia, está claro. Si tu ves, por ejemplo, que se mantiene la impunidad de un jefe del estado, teniendo el dinero fuera de España y se le manda fuera del país, como para una especie de maquillaje de todo eso, yo creo que no estás contribuyendo a que la sociedad sienta que el que la hace la paga en todos los casos, que debiera ser.

Un pilar fundamental de lo que estamos hablando, en democracia, sin duda es la justicia. Está claro. Si mantiene una determinada impunidad con nada más y nada menos que la figura del jefe del estado, el mensaje es demoledor. Esa es la realidad. Si quien más ejemplo debiera dar es el jefe del estado, si no lo da, imagínate lo que se puede sentir por parte de los demás. Pero vamos, en el sistema judicial, el espectáculo que se está viendo es lamentable.

P. Mirando al futuro, ¿es positivo o negativo en cuanto a si hay alguna manera de reconducir esta situación?

R. Yo siempre soy positivo y hay que ser positivo, de hecho, por eso hago libros como este, para contar lo que creo que hay que mejorar. Y además con propuestas de lo que se está haciendo en otros países o de lo que expertos consideran que habría que hacer en algunos casos… Y siempre que haya esa luz, cada día sale el sol. Y por supuesto que sí, que hay que pensar en mejorar, porque los tiempos cambian. Al final, todos estamos de paso, incluso los que se creen más intocables. Esa es la realidad.

Además, diré una cosa: hay una perspectiva sobre las generaciones más jóvenes, cuando se dice: ‘No se sabe en qué están los jóvenes...’ Por una parte, delata a veces que quienes lo dicen se están haciendo mayores, pero por otra parte, lo que ocurre en la juventud son síntomas de lo que, para bien o para mal, tiene un país. Y hay que estar siempre muy atento a eso. Porque no hay que confundir democracia con gerontocracia, ni es que siempre manden los mismos que se creen intocables. No hay que hacer tapones a lo que viene detrás con otras generaciones. Hay que prestar atención a lo que ocurre, a lo que se cuece ahí, porque es nuestro futuro.

Me parece fundamental el ciudadano con capacidad de crítica

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