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Inmaculada Nieto: “Ningún niño puede ir a la escuela a sufrir”

Entrevista N&B a Inmaculada Nieto, psicóloga y orientadora

Alejandra Luque / FOTOS Y VÍDEO: MADERO CUBERO

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El apuñalamiento ocurrido esta semana en un instituto de Jerez ha sacado a relucir un posible caso de acoso escolar. Madres y alumnos afirman que “se sabía” que el agresor, un niño de 14 años, era el foco de actitudes y situaciones que podrían catalogarse como acoso escolar. La dirección del centro y la Junta de Andalucía afirman que no había ningún expediente abierto. De confirmarse que se trata de un caso de acoso, lo que separaría a estas declaraciones sería únicamente un acto administrativo. Que el protocolo estuviera abierto o no no ocultaría lo que en ese centro estaba pasando y, además, pondría sobre la mesa la pregunta de por qué nadie hizo nada.

De acoso escolar sabe muchísimo Inmaculada Nieto, Jefa de Servicio de Orientación Educativa (SOE) de la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Córdoba. No es frecuente que un jefe de servicio se siente frente a un periodista y a una grabadora para hablar de la cuestión que sea. Licenciada en Psicología, Nieto llegó al SOE en enero de este año. Hasta entonces, y desde 2018, ha sido la coordinadora del Equipo Técnico Provincial para la Orientación Educativa y Profesional. Además de su trabajo en Educación, coordina un grupo de orientadores especialistas en duelo en Córdoba.

Durante la entrevista, Nieto invita al lector a ampliar la mirada y a ver el acoso escolar como un problema social que traspasa las puertas de un colegio y de un instituto. Insiste una y otra vez en que los docentes tienen herramientas para detectar el acoso, ponerlo en conocimiento de la dirección y abrir el protocolo correspondiente. Y apela a lo más básico que se le presupone a un docente: cuidar de sus alumnos.

PREGUNTA (P). ¿A los padres con hijos víctimas de acoso escolar les cuesta poner nombre a este sufrimiento?

RESPUESTA (R). No les cuesta pero, muchas veces, los síntomas son sutiles. Tenemos niños que empiezan con somatizaciones, como dolores de cabeza o de barriga, o no quieren ir al colegio o al instituto. Cuando empieza eso, los padres lo llevan al médico y muchos menores llegan detectados por Pediatría porque es donde los niños dicen: me pasa esto. Puede ocurrir que los niños sí se lo digan a los padres y estos vayan al centro directamente, pero puede pasar un tiempo porque los propios niños lo oculten porque quieran integrarse y, para ello, forman parte muchas veces de juegos que son dañinos. Es un proceso largo hasta que los propios niños son conscientes y empiezan a sufrir. Comienzan asumiendo determinadas conductas que le lesionan, pero por querer pertenecer a un grupo continúan viviendo eso hasta que empiezan a sufrir. Cuando esto pasa, ya no quieren ir al colegio y lo verbalizan.

Si un niño está sufriendo, hay que atenderlo, aunque posteriormente se considere acoso o no

P. ¿Cómo lo viven los padres?

R. Lo sufren mucho y sienten mucha impotencia, porque ver a tu hijo sufrir y que no quiera ir al colegio o al instituto... Cuando los casos de acoso llegan a Educación es porque no están bien resueltos en el centro. La mayoría se soluciona allí: los centros abren el protocolo, que es la hoja de ruta para garantizar que los niños estén bien atendidos, para recoger evidencias y para que se tomen medidas. El protocolo es un procedimiento garantista que da seguridad y tranquilidad a los niños víctimas y para trabajar con los que son acosadores. Cuando algunos padres llegan a la delegación es porque consideran que, o bien no están siendo atendidos, o bien que el caso no se está abordando en el centro, pero son muy pocos. Salen más los casos de acoso mal llevados, pero son los mínimos. La mayoría se resuelve en los centros, donde se trabajan las medidas, porque hay recursos. En muchas ocasiones, desde Educación asesoramos a los centros en este línea para darles seguridad, porque los casos de acoso generan también muchos miedos en los colegios e institutos, quizás por la presión social.

P. ¿En qué sentido?

R. Bueno, cuando los centros abren un protocolo de acoso sienten mucha tensión y miedo para tenerlo todo controlado para no crear una alarma social. Este miedo bloquea a los docentes. Para abrir un protocolo de acoso, el primer responsable que debe ser conocedor de la situación es el director o directora del centro. Luego, cualquier miembro de la comunidad educativa está obligado a, si detecta una situación de acoso, comunicarla al director para que éste abra el protocolo.

P. Y una vez que la dirección es conocedora de la situación, ¿cuál es el siguiente paso?

R. Está todo establecido en la orden del 20 de junio de 2011 para que no se salte ningún paso y garantizar los derechos de los niños y las obligaciones de todos. Cuando la dirección es conocedora de este tipo de hechos, está obligada a tener una reunión con el tutor, con el orientador del centro, con el coordinador de bienestar -que es una nueva figura- con el objetivo de recoger información. A partir de ahí, se valora si se abre protocolo o no. Si se abre, inmediatamente se comunica a la Inspección de Educación. A partir de ahí, se toman medidas cautelares si es una situación muy grave y se comunica a ambas familias. Todo tiene que quedar recogido en un acta. Siempre le digo a los centros que hay que dar seguridad a las familias. La mejor manera de hacerlo es dándole información y acompañándolas. Si un niño está sufriendo, hay que atenderlo, aunque posteriormente se considere acoso o no. Por algo está sufriendo, así que hay que darle tranquilidad. Este es el principal objetivo de las escuelas: que los niños se sientan seguros. Si no, estamos fracasando. Es un problema social, no sólo escolar. Nos equivocamos cuando queremos centrarlo en la escuela. El acoso está en la sociedad, no es sólo una cosa de niños ni de la escuela. Que de adultos queremos usar eufemismos, adelante, pero es así. Los niños ven el acoso que se produce en las redes sociales, por ejemplo. Para mí, lo importante es que en la escuela tenemos herramientas para poder solucionarlo. En la sociedad, no. Los niños están más desprotegidos fuera que dentro. En la escuela tienen docentes formados y que se preocupan; tenemos herramientas y medidas, formamos a los docentes y a las familias.

P. ¿La apertura de protocolos afecta de alguna manera al centro?

R. Qué va, al contrario. Cuando ves más reticencias en algún centro es por esa alarma social. Si se hacen bien las cosas, lo que garantizas es que se ha detectado que un niño está sufriendo y hay que volcar todas nuestras fuerzas. Ningún niño puede ir a sufrir a la escuela. Ese sería el mayor fracaso. Abrir un protocolo de acoso debe dar tranquilidad a un centro educativo de que lo hemos detectado, que vamos a dar tranquilidad a ese niño que sufre y que vamos a trabajar con esos niños que lo están haciendo para ver qué hay detrás. Pero las medidas no sólo se aplican a la víctima y al acosador, sino también a todos los que observamos y nos callamos. El silencio de los observadores es el peor demonio de todo esto. Eso es lo que mantiene el acoso y por eso te digo que es un problema social. Vemos cosas e injusticias y normalizamos. Ahí es donde se crecen los acosadores, que pueden ser muchas veces niños que no tienen habilidades o modelos sociales. Todos en algún momento podemos hacer algo que haga daño y no seamos conscientes porque nadie nos ha dicho nada. Hay que educar también a ese niño. He tenido caso de menores que acosaban porque era la única manera de hacer amigos y no eran conscientes de que estaban haciendo sufrir, o que su forma de relacionarse era a través de la violencia. Lo entendían como lo normal. Pero ese niño no es lo más grave, porque lo más seguro es que se reconduzca, sino todos los del alrededor, que se callan, que graban, que en silencio refuerzan esa conducta. Eso está en la sociedad y no lo tenemos sólo en la escuela.

El acoso no es solo algo de la escuela; es un problema social

P. ¿Los padres son grandes desconocedores de lo que hacen sus hijos en la escuela?

R. Umm... Los padres conocen a sus hijos de cómo actúan en casa, pero no están en el aula para ver cómo lo hacen ahí. Por ello, es importante la confianza de los padres en el docente. Cuando un docente detecta que hay mal ambiente en un grupo y recoge evidencias de un niño que es un líder negativo, que se relaciona con los demás dándole caña, que malmete, tiene indicios de varios profesores, se sienta delante de unos padres y no lo reconocen, es un problema, claro. Aunque son los menos, hay quienes te dicen que es mentira. Cuando esto pasa es un problema, porque el niño ve que sus padres lo están respaldando. Ahí es más complicado trabajar. Por eso, cuando me siento con las familias les digo que no pueden tener fe ciega porque no están con su hijo en el aula. Desde la perspectiva sociológica que afirma que actuamos de diferente forma según el contexto, hay que tener confianza cuando un equipo de docentes te demuestra lo que está pasando. Nadie duda de que en casa sea magnífico y un hijo ejemplar, pero las personas actuamos de forma diferente, al igual que lo hacemos cuando nos relacionamos con una persona con la que tenemos sintonía y con la que no. Esto forma parte del ser humano.

P. ¿Los docentes han perdido autoridad?

R. Estamos en una sociedad en la que todo se cuestiona, pero sin tener unos criterios objetivos. Podemos cuestionar porque el pensamiento crítico es necesario, pero hay que tener ciertos criterios. No puedo hablar de cardiología porque yo lea un reportaje de prensa. Cuando los padres comunican al centro que su hijo está siendo acosado, estos deben confiar en que los docentes van a hacer todo lo posible por que se resuelva. Obviamente, como padre y madre, si veo que no se resuelve, me voy a mover. Pero si de partida no confío, lo que puedo es entorpecer. Yo he visto a docentes bloqueados.

P. Sí, pero la cuestión es que haga algo, independientemente de ese bloqueo.

R. Efectivamente. Las personas somos muy complejas y en el centro educativo hay que transmitir a las familias que se les va a acompañar, que estamos en el mismo barco, porque lo que nos interesa es que los niños estén bien. Para que las familias estén tranquilas, deben saber qué se está haciendo en cada momento. Cuando ocultas información o no la transmites, ya empieza la inseguridad, porque la familia ve que su hijo sigue sufriendo. Los profesores tienen sus recursos, pero, otra cuestión importante, es que las familias también tienen que trabajar para ver por qué su hijo ha normalizado que le insulten. En psicología, esto se denomina indefensión aprendida y es un círculo vicioso que cada vez se va incrementando más. Que te insulten ya no te afecta y la situación aumenta. Detrás de esto puede haber un perfil de baja autoestima o de inseguridad y que también hay que trabajar. En el acoso, cada pieza tiene un papel y si cada uno nos ajustamos a lo que tenemos que hacer, podemos ayudar a que la situación se remedie. En la escuela tenemos herramientas para ello. En la sociedad es más complicado. ¿Qué herramientas tiene la sociedad para abordar el acoso en redes sociales?

P. En el último año se abrieron 119 protocolos pero sólo 11 se confirmaron finalmente como acoso. ¿Qué es acoso y qué no?

R. Tiene que tener unas características propias. En primer lugar, que sea algo repetitivo en el tiempo, porque un pelea puntual entre niños se puede dar. También te digo, no podemos esperar a que el niño esté machacado. En segundo lugar, deben haber una conducta intencionada de lesionar y un contexto que refuerce al agresor, los observadores de los que hablábamos antes. Si no existe este contexto, el agresor no repite. Por último, se tienen en cuenta las lesiones, y no sólo físicas, como son las indirectas. Estas son, por ejemplo, cuando el niño pasa por el pasillo y le tiran la mochila o le quitan cosas de forma continuada. Eso es una agresión indirecta. No te estoy pegando, pero te estoy lesionando un día y otra.

En el caso del ciberacoso, no hace falta que se dé la condición de la repetición. Como el impacto es tan grande, con un solo incidente ya basta para abrir el protocolo. La mayoría de los casos de acoso nos llega más por los grupos de WhatsApp, redes sociales... Que expulsen a niños de determinados grupos, los memes, las fotografías... Que un niño en edades tan sensibles se vea situaciones de ese tipo en redes sociales, donde todo corre como la pólvora, el impacto es muy grande y el daño psicológicamente es mayor. Un simple hecho puede generarle fobia a ir al centro. Con el acoso escolar, las víctimas aguantan más. Cuando ya manifiestan lo que pasa, ya sea a un compañero, padres, pediatra o profesor, ha pasado más tiempo por esa normalización de la que hablaba. De hecho, cuando te entrevistas con ellos te dicen: “Bueno, no tiene importancia”. Sin embargo, en el ciberbullying, el impacto y el sufrimiento son tan grandes que no pueden soportarlo. Saben que no es en su clase o en la escuela en momentos puntuales, sino que, por ejemplo, muchos compañeros tienen una foto en la que se ríen de él o de ella.

Una cosa que tiene que quedar muy clara es que, aunque el ciberacoso no se produzca dentro del aula o en horario escolar, se tiene que trabajar igual. Al centro educativo le tiene que dar igual dónde haya sucedido. Si es un menor del centro, hay que trabajar igual y abrir el protocolo.

En menores de edad, los dispositivos móviles deberían estar muy controlados por las familias

P. La dirección no podría excusarse en que el acoso o el ciberacoso se ha producid a la salida del colegio, por ejemplo.

R. No, no. Ese niño está sufriendo. Es un menor de mi centro y hay que atenderlo. Es un principio básico: los niños tienen que ir tranquilos al colegio. Si en un colegio no están tranquilos, es un fracaso social. Y a día de hoy lo están y se trabaja muy bien. ¿Que puede haber algún caso mal gestionado? Claro que sí, pero hay recursos y herramientas para proteger a los niños. Hay que ser muy profesional y cauteloso porque estamos hablando de niños. Las familias tienen que estar tranquilas. El profesorado está cada vez más sensibilizado con esto. El protocolo es muy claro y preciso. Te puedo asegurar que en la mayoría de los casos de protocolo abiertos, los profesores sufren, se implican, se involucran y deben transmitir tranquilidad a las familias.

P. ¿Han llegado a Educación casos de inactividad docente ante casos de acoso?

R. Eso no lo he llegado a ver, de verdad. Sí he visto que cuando han llegado los padres comentando la situación, se ha abierto protocolo y algunos profesores han considerado que no era necesario. Pero nunca he visto esa pasividad o inactividad, precisamente por esa alarma social de la que te hablaba antes. ¿Que luego haya docentes con más o menos formación, más o menos habilidades? Pues sí, como en todas las profesiones. Muchas veces la cuestión es la falta de esa habilidad social para comunicarle tranquilidad a las familias. Cuando ha venido alguna familia y hemos hablado con el centro, nunca nos hemos encontrado con que el colegio o el instituto no haya hecho nada previamente. Cuando te sientas con los docentes y ves todo lo que han hecho, pero la familia te dice que no han hecho nada, lo que captas es que no hay diálogo. Los docentes estamos obligados a cuidar de los niños. Nada más que por esa obligación, siempre se tiene que hacer algo.

P. Mandar a la víctima a casa nunca puede ser la solución. Ni siquiera una propuesta.

R. No, no. Si una víctima se queda en casa es porque el caso ya ha llegado muy tardío, porque se ha callado o porque no se ha visto nada, pero eso es muy excepcionalmente. Hemos tenido algún caso que desde Salud Mental han recomendado atención domiciliaria hasta que se solucionara el conflicto. Una de las cosas más potentes que tenemos en Educación es la coordinación con Salud Mental y con Protección de Menores. Pero este tipo de casos es uno entre…

P. Pero la decisión de que el menor se quede en casa es cuando el protocolo ya está abierto y no es una recomendación de los propios docentes.

R. Así es.

En la escuela tenemos herramientas para poder solucionar el acoso

P. ¿Cómo finaliza un protocolo de acoso?

R. Se hace un informe donde se recoge desde el primer momento hasta el último toda la documentación relativa al mismo: evidencias, actas, registros, pruebas... El test sociométrico, por ejemplo, se usa para ver cómo convive el grupo. También se pueden recoger pruebas psicopedagógicas, de autoestima, de habilidades sociales, de ansiedad... Todo se incluye en el informe, así como las medidas que se han aplicado en el grupo, con la víctima y con el acosador. Con este último no sólo hay medidas disciplinarias, sino también emocionales, por ejemplo. Hay centros que, tras sufrir casos de acoso, incluyen la figura de alumnos ayudante mediador para que los alumnos se formen y se sensibilicen. También se forma a la familia: cómo trabajar en casa, cómo detectar casos de acoso, cómo pueden dar herramientas a los hijos para que manifiesten su dolor… Hay otro programa muy interesante, el ConRed, a través de cual se forman a los profesores sobre cómo prevenir el acoso.

P. ¿Esa formación no debería ser obligatoria? A día de hoy es voluntaria y estamos hablando de docentes.

R. A ver, en todas las leyes educativas, órdenes, decretos y reales decretos se recogen que los docentes deben promover la convivencia y la mediación. Una cosa es que nos formemos voluntariamente en un programa, pero estamos obligados a llevar a cabo la mejora de la convivencia y la protección de los menores. En el momento en que te sacas unas oposiciones y eras un funcionario público docente, la normativa que nos regula nos dice que eso forma parte del objetivo del currículum. La obligatoriedad está. La formación ya es un extra. Los centros tienen un enorme despliegue de recursos, como las nuevas figuras del coordinador de bienestar y la de orientadora de bienestar emocional.

P. ¿Todos esos recursos son únicamente para los centros públicos?

R. Y para los concertados. Hoy día tenemos 100 centros en el equipo de alumnado ayudante mediador, por ejemplo.

P. ¿Le sorprende que con todos estos recursos continúen llegando casos a Educación porque no se han gestionado bien en el centro?

R. No, porque esto es la sociedad. Esto siempre va a existir porque la sociedad es así. ¿Quién le pone límites en las redes sociales por ejemplo? ¿Quién, cuando ponen una imagen de otro al que acribillan, lo para? Esto también ocurre en el ámbito laboral. Lo que no puede permitir una sociedad es que seamos impasibles ante las agresiones hacia los demás. Somos insensibles ante desgracias como la guerra en Ucrania o los inmigrantes que mueren cruzando el mar. En un experimento casero que hice con alumnos, profesores y padres les pasé imágenes de tragedias sociales para que me pusieran palabras. Ahí constaté una realidad palpable: cuando la desgracia es más cercana, hay más sufrimiento. Eso me sirvió para trabajar con ellos la insensibilidad y la parte de los observadores.

Los niños están más desprotegidos fuera de la escuela que dentro

P. ¿Les falta sensibilidad y empatía a esos observadores?

R. Nos falta. ¿Cuándo nos sensibilizamos? Cuando nos toca a nosotros más de cerca. Para mí, ese experimento me sirvió para que se pusieran en el lugar del otro. Es muy importante hacer juegos para entender la potencia del silencio, el refuerzo tan importante que tiene. La suerte es que en la escuela lo detectamos y lo trabajamos. Si conseguimos que esos niños se llevan en la mochila herramientas para que sean mejores personas cuando salgan a la calle, la escuela habrá triunfado. Y en eso estamos. Creo en ello porque lo veo. Los casos puntuales van a seguir existiendo. Ocurre lo mismo con el suicidio. Ahora se habla mucho pero yo llevo viendo suicidios desde que empecé como psicóloga. El suicidio va a existir siempre, por lo que hay que trabajar para tener una sociedad mejor y más sensible con el otro.

P. ¿Hay franjas de edad con más predominio del acoso?

R. Quizás en Primaria se abran más protocolos porque los niños se pelean más. En Secundaria, los síntomas ya son más sutiles y los menores aguantan más. El adolescente soporta y estamos ya en otro nivel, el de las redes sociales. El peligro es cuando viene un niño que arrastra acoso desde Primaria y ahí no se ha detectado. Ahí hay un daño importante que pasa factura en la etapa adulta. Será un adulto con problemas seguro. También creo que los centros tienen más normalizado abrir protocolo en Primaria.

P. ¿Considera que se abren muchos protocolos?

R. Sí, sí. Otra cuestión es si luego se determina que se trate de una situación de Córdoba. En Primaria no hay duda a la hora de abrir el protocolo. En Secundaria, creo que todo es más difícil por esa sutileza de la que te hablo. El niño que no quiere ir al colegio suele coincidir con la etapa de Secundaria, al igual que cuando acude a Pediatría por somatizaciones.

P. Hablabas antes del suicidio en la sociedad. ¿Ha habido en Córdoba suicidios que escondían casos de acoso escolar?

R. El año pasado se produjo el suicidio de un menor en Priego de Córdoba, pero detrás no había un protocolo de acoso. No tenemos casos de este tipo ni que los compañeros dijeran que sufría acoso. Yo trabajo con dos compañeras que también son psicólogas y orientadoras, y entre las tres hemos creado un equipo de orientadores especializados para atender situaciones de duelo, todo coordinado con Salud Mental. Solemos atender situaciones traumáticas. Todo esto es voluntario, porque no está entre nuestras funciones como orientadores. Cuando fuimos al centro y nos reunimos con los compañeros del menor en Priego, porque hacemos el duelo que lo conocía, no sabían qué podía haber pasado. Era un alumno brillante y relacionado socialmente. El tema del suicidio es muy complejo.

A las familias les digo que no pueden tener fe ciega en su hijo porque no están con él en el aula

P. ¿El acoso escolar entiende de clases sociales?

R. Qué va. Es el reflejo de la sociedad.

P. Te has referido antes al alumnado con necesidades especiales. ¿Cómo se trabaja en estos casos?

R. Estando más alerta. En los centros hay que estar muy vigilantes con los niños más vulnerables que pueden ser víctimas de acoso, como niños con autismo, asperger, con alguna discapacidad cognitiva... Está estudiado que los niños de altas capacidades son muy vulnerables. Como sabemos esto, los centros lo deben tener muy en cuenta de cara a sus planes de convivencia, así como dar herramientas a los docentes para hacer un seguimiento, que los niños sepan a quién dirigirse ante cualquier incidencia y hacer programas dirigidos a ellos. El centro educativo debe tener una buena planificación, detectar desde principio de curso cuál es el alumnado más vulnerable y hacerle un seguimiento. Hay también que trabajar la sensibilidad con todo el centro y la prevención del acoso para que estos alumnos se sientan acompañados. Por otro lado, en este tipo de casos, es muy importante la existencia del alumnado ayudante mediador para que estén al tanto de cómo se producen los recreos, si esos niños están aislados o no.

P. ¿Cuándo se da por cerrado un protocolo de acoso?

R. Tú puedes cerrarlo administrativamente, pero en el centro no se cierra como tal, porque se aplica un protocolo de medidas que sirve como experiencia. En el plan de convivencia debe recogerse todo ese plan de medidas: sensibilización, prevención, actuaciones con el grupo observador... Cuando un centro pasa por un protocolo de acoso, no suelen producirse más casos.

P. ¿Y cómo convive luego la víctima con el acosador si la expulsión se produce únicamente durante varios días?

R. Todo depende de cómo sea la situación, porque, incluso, se puede dar un cambio de grupo o de centro. Las consecuencias de un protocolo de acoso, y en función de su gravedad, están recogida en el Reglamento de Organización y Funcionamiento del centro.

En la infancia es donde se cuece el adulto del mañana

P. ¿Se acaba trabajando para mejorar la relación entre víctima y acosador?

R. Se debe trabajar un mínimo de respeto y qué debilidades hay para potenciar y fortalecer a uno y a otro. Si al final los dos menores van a seguir en el mismo centro, hay que seguir observando. No se guarda el expediente y pasamos página, porque puede volver a repetirse. Repito, es importante trabajar con la víctima y el acosador, pero si este sigue teniendo el refuerzo social del grupo, da igual todo lo que hagamos. Los niños son sensibles. Cuando te sientes con ellos y les dices que un niño está sufriendo mucho, se vienen abajo y puedes darles herramientas para trabajar de otra manera. Se derrumban. Pero si detrás hay un niño con un perfil muy concreto, con un refuerzo social y con una familia que también le apoya, es muy complicado, pero estos son los menos casos.

P. ¿Hay algo de cierto en esa afirmación que dice que los niños acosados posteriormente desarrollan conductas acosadoras?

R. Yo necesito ciencia y estudios. Tenemos el caso de muchos testimonios de personas que salen en los medios que afirman que fueron víctimas de acoso y de adultos han tenido que acudir a psicólogos porque han tenido una lesión que le ha condicionado su forma de relacionarse con los demás e, incluso, con la pareja. De lo que nos pasa en la infancia siempre hay una consecuencia psicológica. En la infancia es donde se cuece el adulto del mañana, por eso tenemos que ser muy cuidadosos. Ocurre lo mismo con los casos de malos tratos: los hijos que has visto malos tratos no tienen por qué reproducir estas conductas.

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