Patios más allá del casco antiguo
La designación como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad al estilo de vida, al igual que la fiesta que protagonizan hace creer que las casas-patio son únicamente modelo de Córdoba. Nada más lejos de la realidad, si bien es cierto que la consistencia de tal formato de vivienda no tiene parangón en la ciudad. Dicha perspectiva es extrapolable a otra: todos los tradicionales recintos existen tan sólo en el casco antiguo, inmenso y esto es verdad y ayuda a la falsa idea. Son muchos los espacios, distintos y similares a la vez, que se reparten allende las fronteras del centro histórico de la capital. Tanto es así que durante años fuera, por mucho que mínimamente, perceptible su realidad en el Concurso que este 2021 cumple su centenario. Incluso algunos de los inscritos en distintas ediciones aparecen en el palmarés con algún que otro premio.
Fuera de la zona más atractiva para los turistas, y no al completo pues ya se sabe que de La Axerquía hasta plaza Cristo de Gracia -antigua y extinta Puerta de Plasencia- es tremendamente menor el flujo de visitas, el primer patio en hacerse ver fue en un área no muy alejada. El número 12 del Paseo de La Fuensanta, hoy por hoy a espaldas de la Dirección General de la Policía Nacional -y esto es la comisaría de Campo Madre de Dios-, fue el primero en participar en el Concurso de Patios. Ocurrió en 1934, cuando la Fiesta todavía era un germen de lo que actualmente se conoce y logra repercusión internacional. Aquella vivienda fue la precursora de un movimiento en cierto modo de reivindicación, aunque no fuera ésta la intención de cuidadores y cuidadoras, de otros escenarios de Córdoba más allá del centro histórico.
En otro barrio diferente al mencionado -el de La Fuensanta- se encontraba el que fue primer patio premiado de periferia o extrarradio en el Concurso. Corría 1939 y, quizá sin saberlo, Córdoba asistía a su último certamen -de este tipo- en un lustro. Además, estaba recién terminada la Guerra Civil, que en verdad no tuvo lugar en la capital. En cualquier caso, el tercer galardón de aquella edición recayó en una vivienda enclavada en lo que hoy es denominado Lepanto. O barrio de Levante, que es excesivamente extenso. Antes de alcanzar la entonces inexistente avenida Agrupación Córdoba, y esto es a una distancia todavía considerable aunque liviana de la parroquia de San Antonio de Padua, se levantaba -y todavía lo hace- el número 3 de López de Alba. Su recinto estuvo entre los mejores en un evento que contó con dos terceros clasificados. Uno fue precisamente éste y el otro, el 87 de la calle Don Rodrigo. El 15 de Badanas, histórico y múltiples veces reconocido pero ahora en abandono, se impuso y el 32 de Mayor de Santa Marina acabó segundo.
Pero fue un tercer patio, y no el impulsor -que sólo participó una vez- o el premiado en 1939, el que allende las fronteras del casco antiguo obtuvo relevancia en el Concurso. Éste se erigía en una zona, de nuevo, completamente distinta a las dos anteriores. De La Fuensanta se pasó a las cercanías del Zumbacón y de ahí, años después, se hacía necesario cruzar el río. Porque desde 1958 intervino en el certamen el número 7 de la calle Martín López, ubicado en el Campo de la Verdad. A un puñado de metros de la parroquia de San José y Espíritu Santo, así como por otro lado de La Calahorra y esto es del Puente Romano, se situaba y sitúa esta vivienda, hoy muy cambiada como es lógico después de más de seis décadas. La casa concluyó en el cuarto lugar en su primera aparición en la Fiesta, pero un año después entró en las posiciones de honor.
Corría 1959 cuando, después de dos décadas exactas, un recinto más allá del centro histórico de la ciudad conseguía un reconocimiento por parte del jurado de turno. Es verdad que en este período apenas cuatro estuvieron presentes en el certamen. Pero a diferencia de lo que sucedió con el número 3 de López de Alba -en la frontera entre Levante y Zumbacón-, el 7 de Martín López tuvo un recorrido ligeramente más amplio y mucha más recompensa al trabajo. Después del tercer premio mencionado, la casa del Campo de la Verdad -sus cuidadores en realidad- recibió otros tres galardones. Su recinto fue segundo en dos ocasiones consecutivas, en 1961 y 1962, y volvió a alzarse como tercero en 1963. Un año después, en 1964, intervino por última vez en la Fiesta, que poco a poco comenzó a decantarse definitivamente hacia el casco antiguo. Los muros imaginarios entre La Ribera, la desaparecida Puerta de Plasencia, el actual corazón comercial de la capital y, por supuesto, el Alcázar Viejo parecieron ser mucho más que eso para el Concurso.
Pocas presencias hubo de inmuebles de la periferia o el extrarradio a partir del último año referido. Aun así, los patios de zonas ajenas por mucho que cercanas al enorme casco antiguo de Córdoba continuaron hasta 1993. En ese instante se cerró capítulo en este sentido dentro del certamen con la última de sus siete participaciones del 30 de la plaza Obispo Fernández Conde, en el barrio de Cañero Nuevo. Hasta 1992 tuvo su lugar, sin premio desde luego, el número 34 de Alfonso VII, en la hoy renombrada como Colonia de La Paz. Precisamente aquella casa fue la que más actuó en la Fiesta entre las que lo hicieron en algún momento fuera del centro histórico de la ciudad: se presentó hasta en 11 ocasiones desde 1982.
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