Más que un maratón deportivo: diez años demostrando que con un balón se puede financiar un sueño

Hay partidos donde el marcador es solo una anécdota. Y hay torneos que son, en realidad, mucho más que un maratón deportivo. Eso es lo que ocurre este fin de semana en las pistas del IES Ángel de Saavedra, donde la Juventud Obrera Cristiana (JOC) celebra la décima edición de una iniciativa que se ha convertido en la prueba de que un balón puede ser la herramienta para financiar un sueño, además de reivindicar la falta de opciones de ocio alternativo gratuito y instalaciones públicas en la ciudad. Durante diez años, este evento ha unido a cientos de jóvenes bajo una misma idea: jugar para construir.

Ese sueño tiene un nombre muy concreto: el campamento de verano que la JOC organiza en agosto. “Muchos de los chavales a los que acompañamos pueden tener dificultades económicas para asumirlo”, explican Olga Soria y Ester, de la comisión organizadora del evento. Por eso, toda la maquinaria del torneo, desde la inscripción simbólica hasta la venta de bebidas, está orientada a un único fin. “Es un torneo autogestionado por jóvenes y dedicamos muchas reuniones, cuidado y cariño a prepararlo”, añaden, subrayando que son los propios jóvenes quienes trabajan para hacer realidad el sueño de sus compañeros.

Pero el sueño que se persigue en esta cancha va incluso más allá del campamento. Como cada año, el evento abraza una causa social, y en esta décima edición, la iniciativa partió de los propios participantes. “Durante los talleres de julio, a los jóvenes del barrio les surgió el tener la iniciativa de apoyar económicamente al pueblo Palestino”, comentan. Por ello, parte de lo recaudado se destinará a través de la UNRWA para “colaborar y apoyar económicamente a esta situación humanitaria tan cruel y dramática”.

Y así, con ese doble horizonte, más de 300 personas pasan este fin de semana por las instalaciones. Hay equipos de amigos y vecinos del barrio que no fallan a la cita anual. Se juega al baloncesto, al fútbol, al voleibol y, como novedad, al ping-pong. Pero por encima del ruido de los botes del balón y de los gritos de celebración, flota un ambiente de cooperación. Se compite, sí, pero sobre todo se comparte la responsabilidad de llevar a buen puerto el objetivo común.

Al final, este maratón no es más que la materialización de una idea poderosa, la confirmación, repetida durante una década, de que la comunidad organizada puede generar sus propias alternativas para apoyar a aquellos quienes lo necesiten. Diez años demostrando que el deporte, cuando tiene un propósito, trasciende el juego para convertirse en la palanca que financia los sueños de todo un colectivo y que incita a buscar opciones de ocio alternativo, asequible y gratuito, para la juventud cordobesa.