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Crónica

La vida por la borda

Decepción blanquiverde tras la derrota.

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Era el día subrayado como la gran final -hasta la fecha- de la temporada. Si se quería seguir con vida en el objetivo marcado a comienzos de curso, había que cumplir. Y esperar, eso también. Pero como eso escapaba a todo poder de acción blanquiverde, la misión de los de Pablo Alfaro se centraba en lo que estaba en juego sobre el césped de El Arcángel. Para el resto habría que tener paciencia. Una leyenda sevillista liderando al Córdoba ante el filial del Betis, y con la mirada de reojo puesta en lo que ocurría sobre el Jesús Navas con el segundo equipo hispalense. Los ingredientes no podían ser más atractivos. Y el final más cruel.

Es así como comenzó el choque en el feudo ribereño. Nervios y ganas a flor de piel. Era todo o nada. El primer grito de orgullo lo soltó el Betis Deportivo, que se apuntó el primer acercamiento del partido tras un fallo en la salida de Edu Frías. Aviso hecho, aunque no tardarían los locales en recomponerse, mediante una jugada a la contra que desembocó en un centro de Álex Robles al que no pudo llegar Willy, que aun así estaba en posición ilegal. 

Los compases iniciales sirvieron para quitarse los nervios. Piernas agarrotadas, pues la dimensión de la situación arrojaba que quizá ninguno de los dos se pudiera llevar el premio que había en liza. Pocas llegadas y muchas faltas. Se palpaba en cada encontronazo lo mucho que había en juego para ambos. Y aun así, fue el Córdoba el que le tomó más rápido y mejor la temperatura al encuentro. Nahuel rozaría el primero de la mañana en el 11, con un disparo lejano tras saque de esquina que se marchó acariciando la escuadra. Y apenas eso sirvió para desatar la locura de la grada, ansiosa de fútbol, y más si cabe en una contienda como ésta.

La experiencia blanquiverde pudo con la resistencia juvenil del equipo de Manel Ruano, que una y otra vez se veía incapaz de salir jugando debido a la presión alta de los cordobesistas, que dominaban y a su vez conseguían hilvanar bien por bandas. De una de esas llegaría el segundo aviso, de la mano de un Alberto del Moral que trató de sorprender a Rebollo con un disparo seco aunque algo tímido. El juego era local, y las llegadas, aunque pocas, también. 

De este modo, tanta insistencia acabaría teniendo recompensa. En el 35 de la primera mitad, una pared entre Willy y Mario Ortiz desembocó en una dejada perfecta del centrocampista santanderino, que ofreció una clara opción de disparo para Jesús Álvaro desde la frontal, quien la puso rasa y pegada al poste, siendo imposible para el meta bético. Ahora sí, éxtasis máximo en un abrazo que parecía propio de toda la ciudad. No era para menos. El primer paso estaba dado, pero aún restaba mucho trabajo por delante. 

El tanto alentó aún más a la hinchada cordobesista, y el Córdoba continuó creciendo y evitando en todo momento que el Betis Deportivo pudiera sentirse cómodo sobre el césped. Magnifico trabajo de los blanquiverdes, que estaban ofreciendo una de sus imágenes más solidas en el momento adecuado. Y es que tanta era la confianza por aquellos instantes que hasta Traoré se atrevió a probar fortuna con un chut raso poco antes del descanso, aunque éste se fue desviado.

Los de Ruano tenían la obligación de subir una marcha más su intensidad si al menos pretendían pelear sus opciones, y tal que así transcurrió el reinicio en El Arcángel. Con un Betis Deportivo con mayor brío, ahora consciente de que su vida iba a contrarreloj. La imagen blanquiverde tornó por completo, atenazado en aquellos momentos ante el mayor despliegue físico de los sevillanos. La juventud pedía paso y en examen entraba la solvencia defensiva de los cordobeses.

Prácticamente todo en aquellos momentos se lidiaba en terreno del Córdoba, que no encontraba la claridad en ataque más allá de las contras de Nahuel o Carlos Valverde. Los cambios sí que ofrecieron un lavado del cara al equipo, ahora con mayor refresco arriba y en el centro del campo. Y con todo la más clara del segundo acto también la firmó el conjunto local, en concreto Piovaccari, que supo revolverse bien y poner a prueba a Rebollo con un disparo seco. Muy cerca quedó también del segundo Carlos Valverde minutos después, tras una buena recuperación del ariete italiano, que la puso al hueco aunque el disparo del extremo se marchó por alto. Los nervios andaban cada vez más crispados, con lo que apenas se jugó en estático en los minutos finales. Todo pasaba por interrupciones y jugadas a la contra. Y en esas se produjo lo más inesperado.

En el tiempo de descuento se produjo el desenlace más cruel. Inoportuno. La peores noticias llegaban desde Sevilla, aunque más oscura incluso iba a ser la resolución en El Arcángel. Rebollo puso las tablas en un desajuste defensivo en un córner, y la fe entonces jugó a favor del Betis, que volteó la contienda segundos después con un cabezazo de Mizzian. Y la vida entonces se fue por la borda.

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