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Alejandro Jiménez

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El papel de la mujer poco a poco va adquiriendo mayor importancia en el mundo del deporte. Aún queda mucho camino por recorrer, pero conforme pasan los años, se siguen dando pasos firmes en la apuesta por la igualdad en un mundo que, históricamente, siempre ha estado dominado por el hombre. Uno de los lugares donde más se ha hecho evidente esta desigualdad ha sido en los banquillos, donde el papel de la mujer siempre ha brillado por su ausencia o, en los mejores casos, ocupaban un rol secundario dentro del mismo. Sin embargo, con el crecimiento del deporte femenino se van viendo más entrenadoras ocupando su puesto, y esos pequeños brotes verdes también se han hecho notar en Córdoba.

Inmaculada Maestre (Córdoba, 1984) es la primera entrenadora femenina de un campeonato interprovincial en Córdoba en más de 25 años. Atiende a CORDÓPOLIS en su casa deportiva, al menos durante esta temporada: la Instalación Deportiva Municipal Valdeolleros. Tras estar cerca de veinte años entregada al deporte, el pasado año le llegó la oportunidad de hacerse cargo del UCB Camper Eurogaza, que actualmente compite en la Liga Nacional N1 Femenina. Era la oportunidad que llevaba mucho tiempo esperando, ya que se considera una enamorada del baloncesto y, desde los 18 años, ha tenido claro que los banquillos eran su pasión.

Sus inicios, en el colegio con tan solo ocho años

Lo cierto es que esa pasión por el baloncesto llegó desde muy pequeña. En su colegio, las Mercedarias de Córdoba, surgió gracias en parte a una de sus entrenadoras. “Tuve la suerte de que era una de las fundadoras y socias del Club Adeba, que está especializado en el baloncesto femenino, y desde ahí comenzó mi enganche”, confiesa Inma Maestre. Su trayectoria seguiría ligada al colegio hasta que, unos años más tarde, dio un paso adelante jugando “con equipos federados y con la Universidad de Córdoba”, estando así vinculada y jugando “en diferentes categorías hasta hace cinco o seis años”.

Su menuda estatura para la media no le impidió que disfrutase del deporte en sus inicios. “Yo me veía muy graciosa porque era muy bajita”, confiesa entre risas. Sin embargo, también conservaba “la pasión y la ilusión”, ya que su vida giraba en torno al baloncesto. Incluso se enfadaba en aquellos días en los que se hacía imposible entrenar a causa de la lluvia. Y es que las condiciones, las facilidades y las instalaciones que hay hoy en día son muy distintas a las que había en su niñez. Pese a todo ello, Maestre se recuerda a sí misma como una jugadora “que tenía talento”, aunque su progresión se estancó al permanecer “en el colegio hasta cadete, por la cercanía, y porque mis pares no se atrevían a que tuviese que ir a otro barrio a jugar”.

Tras ello, siguió formando parte del mundo del baloncesto, y llegó a jugar en equipos referencia de la ciudad como Universidad de Córdoba o Adeba. Una de las claves, tal y como reconoce ella, es que le “encantaba entrenar”. Además, también se queda, de esa etapa, con “los nervios del prepartido, con el disfrutar de cada encuentro, y con el que viniesen mis padres a verme jugar”. Tampoco se olvida de sus compañeras y entrenadores, y lo mucho que le aportaron, ya que, gracias a esas enseñanzas, ha llegado a estar donde está hoy. Y no podría estarlo si no conservase esa pasión, o como lo define ella, ese “cosquilleo cuando ves un balón, cuando suena un silbato o cuando entras en la pista. Eso no lo he perdido, y eso es precisamente lo importante”.

Siempre interesada en todo lo relacionado con el baloncesto

Pese a jugar en diversos equipos, Inma Maestre siempre ha mostrado interés por lo que hay más allá de la pista. Su padre, siempre ligado al mundo del deporte, le sirvió como espejo a la hora de verse en un futuro. “Me decía a mí misma que en algún momento dejaría de jugar, y quería seguir vinculada a esto”, afirma. Y lo cierto es que lo buscó desde un principio. Ya de niña, Maestre solía estar “con las directivas en reuniones, y me interesaba mucho todo el mundo deportivo y de la gestión”. Sin embargo, no se ve en otro lugar que no sea en una pista, ya sea de jugadora, de entrenadora o incluso de árbitra. “Yo tenía una espinita de no haber tenido, en categorías de formación, a los entrenadores que a mí me hubiese gustado. No me refiero a nombres, sino a entrenadores que se volcasen con la formación del jugador, independientemente de la categoría”, explica. Ahí fue donde se dio cuenta de que había una carencia en ese sentido, y que ella podría ser capaz de arreglarla. Faltaba “formación específica para cada tipo de deporte”, recuerda, y pone como ejemplo los colegios, donde “en educación física solo se hace fútbol, baloncesto o voleibol”. “Yo tenía esa espinita, y quería que los jugadores o jugadoras que pasaran por mí tuvieran la formación más perfecta que les pudiera dar, independientemente de la edad y el sitio en el que estuvieran. Y justo ahí fue donde empecé a ayudar en mi colegio”.

En cambio, y antes de entrar de lleno al mundo de los banquillos, Inma Maestre también tuvo una amplia trayectoria como árbitra. Nada más y nada menos que ocho años arbitrando en Córdoba, en una profesión en la que ella misma reconoce que “tenía proyección, aunque yo lo consideraba algo transitorio”. Sin embargo, también le sirvió para seguir cimentando su preparación como entrenadora, ya que cree que “un buen entrenador, o un buen jugador, si también es un buen árbitro y conoce la reglamentación del juego, es doblemente bueno”. Además, esta etapa como trencilla sirvió para sacar algo de dinero durante los fines de semana, al ser compatible con los estudios que realizaba. “Me mandaron a campeonatos y tuve un papel relevante, pero no tenía ese gusanillo por arbitrar. Me gustaba porque se me daba bien, porque controlaba los aspectos del juego, y porque tenía mano izquierda para controlar los banquillos, pero a mí no me reportaba”, reconoce.

Una entrenadora “muy machacona” que ha vuelto a poner a la mujer en el foco interprovincial

Tras colgar el silbato definitivamente, la etapa como entrenadora comenzó a surgir efecto. Diversos equipos acogieron a Maestre en sus banquillos, y ella siempre ha tenido clara su metodología a la hora de entrenar. “Soy una machacona, una 'viejoven'. Me gusta que, lo que hagamos, lo hagamos bien”, asegura, antes de explicar que aboga por “la repetición, pero no el aburrimiento de antes de hacer durante una hora y media el mismo ejercicio”. De esta manera, ha intentado “aplicar los juegos tradicionales al deporte”, enfocándolos en su caso al baloncesto, ya que “a los niños a los que le guste el baloncesto, les gusta el propio deporte, y no esos juegos”. Así se fue creando una metodología propia basada en estos principios, pero sin dejar de lado otros aspectos tan importantes como el de la psicología deportiva, que también le apasiona, y que cree que “no se trabaja lo que se debería”. “Esa parte la tengo muy machacada, y creo que es muy importante en el papel de un entrenador, y también donde pienso que más puedo destacar”, culmina al respecto.

Siguiendo estos principios, Inma Maestre ha llegado hasta la categoría interprovincial siendo la primera mujer que se hace cargo de un equipo en estas divisiones en más de 25 años en Córdoba. Para ver el anterior precedente, hay que retroceder hasta la temporada 1994/95, cuando Deli Bravo se hizo cargo del Club Adeba en la Primera Nacional Femenina. Ahora, esta protagonista coge las riendas de ese dato más de 25 años después. El motivo de esta ausencia de entrenadoras, según ella, se debe fundamentalmente a que “es muy exigente”. Además, no hay que olvidar que “sigue habiendo machismo, aunque cada vez va a menos”. Esto es observable en cualquier club, donde “el noventa y cinco por ciento de los entrenadores son masculinos. Es verdad que hay más licencias masculinas que femeninas, pero hay muchos chicas que se quedan en el camino”.

La clave se centra en aguantar, ya que según la técnica cordobesa, “para perseverar hay que aguantar muchas cosas, y con muchas cosas me refiero a más críticas que la que recibiría si fuese entrenador. Es así”. Por el simple motivo de su género, es común que las personas “te respeten menos”. “Yo no tengo problemas porque, por mi personalidad, no me achanta”, asegura, “aunque sí es cierto que he tenido que esperar mi oportunidad durante casi 20 años”. “He estado muchísimos años de segunda entrenadora, que creo que me ha dado muchas tablas, pero creo que no hay mucha gente que aguante tanto”, asevera, ya que “al final quieres tener tu equipo, ver si realmente vales y si te gusta”.

Y es que, pese a que se ha avanzado mucho en términos de igualdad de género en el deporte, la brecha sigue siendo evidente. “Tenemos que aguantar mucho más que otras personas”, afirma rotundamente. Y no es “ni más ni menos mérito”, pero es un hecho. Las oportunidades para las entrenadoras son escasas, mientras que muchos entrenadores pueden descartar ofertas a la espera de una mejor. “Es un tren que pasa pocas veces”, reconoce, aunque también es consciente de que su oportunidad “ha sido casual”. “Antes de ofrecerme a mí este puesto se lo han ofrecido a muchos hombres, que han dicho que no por diversas circunstancias”. “Llegó a mí y, si no lo cojo, iba a salir la excusa de las mujeres. Y no es porque lo diga, sino porque, si no lo cojo, mi oportunidad habría pasado”, recuerda.

La etapa en UCB, dura pero positiva

Tras dos años entrenando al equipo femenino junior de UCB, en agosto de 2021 llegó la oportunidad de hacerlo con el equipo senior, que disputa la Liga Nacional N1 Femenina. Tras unos primeros meses de adaptación a la categoría, Maestre afirma encontrarse “cómoda”, aunque también está siendo “una experiencia dura”. “Lo valoro positivamente porque la progresión está siendo importante. Es el primer año que sale en el club un equipo de esta categoría femenina, y vienen niñas de varios sitios, por lo que el empezar ha sido duro”, analiza. Ahora, tras varios meses, “sigue siendo duro, pero es una carrera de fondo”. Es un grupo joven, con ciertos retoques de experiencia que ayudan a asimilar las nuevas dinámicas. Con dos partidos restantes para el final de liga, el UCB se coloca en la zona media de la tabla, después de afrontar un duro partido contra el líder en el que acabaron cayendo. “Estamos en el grupo más difícil de la Liga Nacional ya que, por cercanía geográfica, nos emparejan con Málaga, que es puntera en baloncesto con muchos equipos y muy buenos. Allí, el baloncesto es de cuna, y hay un gran nivel”, apunta. Sin embargo, la pelea del UCB ha dado sus frutos, y podrían llegar a pelear por el play off si se diesen los resultados deseados.

“Cada partido es una final”. Esa es la sensación que da el entrenar a este nivel. Los cinco equipos de Málaga partían como favoritos para ocupar las cinco primeras plazas, por lo que aspirar a ese tercer puesto sería “un logro, y más en un primer año de competición”. “El balance es positivo, y lo será independientemente de los resultados tras los tres partidos que quedan”, reafirma. El UCB Camper Eurogaza está rindiendo en una temporada que la propia Maestre esperaba que fuese dura, después de haber “estado muchos años en baloncesto”, y conocer “los niveles de las diferentes provincias”. “Sabíamos que el grupo era durísimo, pero no me lo imaginaba tan, tan duro. Cada partido es una final de campeonato, y no hay lugar a error ya que está todo muy igualado”, enfatiza la entrenadora.

No está sola en el banquillo debido a que cuenta con la ayuda de dos profesionales como Fernando García y José Rafael Moreno. Antes, también estuvo acompañada de toda una referente del baloncesto cordobés como Azahara Rey. Y es que, para Maestre, esta ayuda es “fundamental si quieres dar ese trato de calidad y especialización”. “En una categoría así tiene incluso más importancia porque los entrenamientos adquieren otro nivel. Para el partido hay que hacer un scouting previo, y es mucho trabajo”, recapacita. Ahí es donde entran en juego los ayudantes. José Rafael Moreno se encarga de la parte física, y Fernando García hace a veces de entrenador ayudante a la vez que entrena a las categorías inferiores. “Cada vez sé mas de preparación física”, reconoce la entrenadora cordobesa, “pero no soy preparadora física. En estas categorías, siempre, un preparador físico es imprescindible, y un segundo entrenador también, porque la visión que tienen cuatro ojos no es la misma que la que tienen dos”.

Una vida personal milimetrada en tiempo y forma

Más allá del panorama deportivo, Inma Maestre ejerce la abogacía, a la vez que intenta pasar algo de tiempo con su marido y su hijo de tan solo quince meses. “Fue una apuesta familiar, ya que él -su marido- me dijo que, si yo daba el paso, él haría más y se ocuparía más del niño en los días que entreno o estoy fuera”, confiesa. Su marido, Daniel Capó, también ha sido entrenador de baloncesto durante muchos años, y ahora ha dado un paso al lado para ocuparse de su familia. Inma, por su parte, organiza su tiempo “milimetrándolo y durmiendo poco, básicamente. He tenido que dejar de lado el salir con amigos a bares, además de restarme tiempo a mí y a mi familia”, reconoce.

Y es que el baloncesto ocupa prácticamente las 24 horas del día de cualquier entrenador. En casa también se habla del tema. Maestre comenta que, por las noches, en vez de ver una película como cualquier matrimonio normal, ellos se encargan de hacer el scouting de sus próximos rivales. Lo hace entre risas, con naturalidad, pero es el día a día normal. “Hay que aprovechar esos ratos porque, además, él es un referente para mí. He entrenado muchos años con él en Adeba y sabe mucho de baloncesto”, afirma. Un matrimonio baloncestístico en todos los términos posibles.

De cara al futuro, las ambiciones siguen siendo grandes. No hay ni un ápice de desgaste en la ilusión de Inma Maestre por el deporte. “Me gustaría seguir viéndome entrenar, con eso es suficiente”, afirma. Su reto: hacerlo en un equipo de Córdoba, pero en una categoría superior de baloncesto femenino, “por reivindicación, y por seguir trabajando en la línea en la que llevo trabajando durante casi veinte años”. “Me gustaría verme en Córdoba, con mi niño, que viene a mis partidos tocando la vuvuzela con quince meses, con mi marido, mi familia, pero entrenando. Si dentro de cinco años estuviese entrenando, sería un logro y un sueño”, concluye la entrevista. Un logro y un sueño que, después de más de 25 años, Inma Maestre ha logrado alcanzar. Es la primera en este siglo, y está demostrando que, en el mundo del deporte, el género no es más que una excusa en muchos ámbitos. Maestre ya es historia del deporte cordobés, y el futuro dirá si esa historia sigue prolongándose durante más años, creando así un nuevo camino para las muchas mujeres que buscan inspiración en el mundo del deporte.

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