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Una maratón por la vida

José Antonio Ortega en plena competición.

Cristian López

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Hay objetivos deportivos que superan el propio deporte. Hazañas que implican una superación personal superlativa. El valor de una disciplina es un atributo indispensable, precisamente, para alcanzar dichos hitos. La repercusión deportiva como meta de cara a propósitos mayores. Es de sobra conocida la labor del cordobés Miguel Ángel Roldán, que con su actividad incansable desde hace años ha conseguido recaudar multitud de fondos para la investigación de cara a encontrar una cura para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad que padece desde 2018. Junto a él, hay otras muchas personas que día a día luchan unidas por causas similares. Y una de ellas es José Antonio Ortega, otro deportista cordobés afectado por dicha enfermedad igualmente desde el mismo año que su paisano.

En su caso, el reto fijado también fue deportivo. Era irremediable ir padeciendo poco a poco los efectos de dicha dolencia, aunque él tampoco se resignó en no hacer nada. Así es, el propio Ortega cuenta a CORDÓPOLIS que “después del confinamiento” se propuso “cambiar mi vida y la filosofía que llevaba”, por lo que decidió comenzar a hacer triatlones a partir del 2021. De este modo, completó el Triatlón Sprint Califas de Hierro, y el pasado año superó varias pruebas más, llegando, incluso, a realizar un olímpico en Sevilla. Sin embargo, como se ha dicho, el avance de la ELA en su propio cuerpo le hizo acumular más limitaciones físicas, ya que a partir de este 2023 ya “no podía realizar ninguno (triatlones) puesto que mis manos ya no soportan mi peso en la bici”, aunque “con mis piernas podía seguir corriendo”

Una barrera que supuso un pequeño bache, aunque no un muro infranqueable. El poder de la ambición propia. La superación como estilo de vida. “El pasado 19 de febrero me propuse reivindicar la ley ELA e intentar terminar la Maratón de Sevilla”, explica el protagonista. En concreto, son algo más de 42 kilómetros que completó en 4 horas y 55 minutos, una verdadera hazaña para él, pues “jamás llegaría a creer que podría, pero gracias a mi mujer y amigos que siempre están ahí sumando y animando, creyeron en mí y cuando creen en ti tienes una energía extra”.

Ese hito le despertó aún más la ilusión y las ganas por seguir superando metas. La enfermedad no iba a ser un obstáculo para tratar de dar más voz a su causa. Eso sí, en la misma también tienen cabida las de otros. “Comencé a pensar cómo podía seguir este año reivindicando la ley, y entonces conocí a Camilo”, un niño, de vecino suyo de Posadas, con una enfermedad rara (síndrome de Crouzon) y perteneciente a una familia de “clase obrera, sin recursos para que Camilo lleve una vida y un crecimiento medianamente normal. Y como siempre digo, cuando tienes una enfermedad como la mía ves la vida desde otra perspectiva y no podía quedarme de brazos cruzados”, afirma.

En ese momento se marcó un reto superior, que no es otro que participar en la Zurich Rock ‘n’ Roll Running Series Madrid, una de las maratones más importantes a nivel mundial y que reunirá el próximo 23 de abril a 39.000 participantes de todo el mundo. “En Madrid, aparte de ser un reto de superación y reivindicar la ley ELA, quiero dar luz a este pequeño guerrero que nos hace ver que la vida es un lujo que no podemos desperdiciar”, indica José Antonio, para quien es “imposible económicamente costear todo lo que conlleva realizar la maratón, como le es también a Camilo en su día a día de viajes al hospital y diversos obstáculos”, que se han podido solventar “gracias a todos los clubes y asociaciones de Posadas, que nos están ayudando a poder cumplir un sueño que no se si merezco, pero intentaré mostrar todo lo que tengo dentro, sensibilizar a cada una de las personas y, sobre todo, reivindicar la ley que tanta falta nos hace por las calles de Madrid”.

Un auténtico desafío para un deportista que cada semana acumula unas 10 horas de entrenamiento, alternando el gimnasio y la carrera a pie, lo cual le lleva a acumular unos 65 kilómetros en dicho periodo. Todo ello supone tener que aguantar “noches de calambres e insomnio”, aunque “cuando sale el sol, solo tengo una cosa en mente, volver a echarle un pulso a la ELA una vez más”. Esa es su meta. Su carrera por la vida.

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