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Juan Velasco

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Es uno de los tesoros escultóricos más desconocidos de Córdoba. Está en la Biblioteca de la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y muchos cordobeses ni siquiera saben qué es ese imponente conjunto de tallas que están viendo entre libro y libro.

Por edad, la mayoría de los estudiantes que pasan por la biblioteca tampoco sabrán cuál es la intrahistoria detrás de esa enorme masa de mármol de Carrara que representa el infierno y que, con capacidad descriptiva, se conoce como el sepulcro de Miguel Castillejo, el sacerdote que dirigió durante décadas la entidad financiera Cajasur (propietaria del edificio de la UNED) y que estuvo detrás de muchas de las decisiones más polémicas que se tomaron en la Córdoba previa a la crisis inmobiliaria de 2008.

Tanto mandaba Castillejo, que el famoso empresario Rafael Gómez 'Sandokán' tuvo a bien hacerle un nuevo regalo: un enorme sepulcro tallado en mármol italiano de casi 10 metros de alto por 4 de ancho y que se encargó a un joven escultor, Marco Augusto Dueñas, el mismo que talló las esculturas de los 50 insignes cordobeses que, en las últimas semanas, han saltado a la actualidad tras conocerse su frustrado ofrecimiento al Ayuntamiento.

Dueñas recuerda el trabajo del sepulcro como uno de los más rocambolescos encargos de Gómez, que quiso congraciarse con Castillejo tirando la casa por la ventana. Todo arranca a principios de siglo, cuando Gómez anuncia el presente al máximo responsable de Cajasur, que diseña, junto al escultor, los trabajos. Dueñas comienza entonces a hacer los primeros bocetos y se adentra en una empresa que terminaría cuatro años después.

El resultado es un conjunto escultórico que muestra un juicio final e incluye más de 50 figuras. Aproximadamente, mide unos 10 metros de altura por unos 4 de ancho y que pesa miles de kilogramos (“para colocarlo, se recabó la presencia de un experto que trabajaba en el Louvre”, rememora Dueñas).

En el centro del sepulcro están representados el arcángel San Miguel y San Pedro, que tiene las llaves del cielo. Abajo, el infierno y varios desesperados, que forman parte de una obra concebida de manera triangular, y en la que dos ángeles sostienen el escudo de Miguel Castillejo.

Un millón y medio de euros sólo en materiales

Para cuando esté terminada, Rafael Gómez se habrá gastado 1,5 millones de euros solo en materiales (teniendo en cuenta que los primeros trabajos y materiales se empezaron a pagar en pesetas). “Se hizo sin escatimar una peseta: los mejores mármoles, ingenieros para el montaje, letras de oro… Todo”, recuerda el autor, que termina la obra para 2003.

Cómo llega a Córdoba s un misterio, pero Gómez la entrega a Castillejo, que la coloca, en el año 2004, en lo que hoy es la sede de la UNED y, en su día, iba a ser el edificio central de la Fundación Miguel Castillejo, un espacio que había de integrarse en un proyecto mucho más ambicioso que quería convertir a la zona de la plaza de la Magdalena en un centro cultural.

“Un poco antes Cajasur se había hecho con la Iglesia de la Magdalena, que estaba desacralizada, y Castillejo quería que toda la plaza de Magdalena fuera el gran centro cultural de Córdoba. Por eso quería estar ahí enterrado. Ese era su proyecto de futuro”, explica el escultor, que en aquel entonces trabajaba en nómina para Arenal 2000, la empresa de Rafael Gómez. 

El lugar concreto donde se coloca, que hoy es la biblioteca de la UNED, estaba llamado a ser una capilla (“siempre quería vincular todo a la iglesia”) donde, cuando le llegara la muerte, reposaran sus restos. Aunque los planes no salieron como estaban pensados. Con el proyecto cultural durmiendo el sueño de los justos, comienza a fraguarse la caída en desgracia tanto del presidente de Cajasur como del empresario de Arenal 2000.

El altar, desaparecido

Y, a medida que se van torciendo y frustrando los planes de Castillejo, el propio sepulcro también comienza a quedar sepultado y oculto. Y también despiezado, ya que el altar de la parte superior desapareció misteriosamente en el año 2006. Marco Augusto Dueñas tiene la teoría de que fue retirada por el sucesor de Castillejo, el expresidente de CajaSur Juan Moreno.

“Había santos y había esculturas que desaparecieron. Y desapareció de ahí el altar que yo hice dedicado a la inmortalidad, que tenía dos ángeles con dos pelícanos, y eso se lo llevó Juan Moreno y me gustaría saber donde está, porque las últimas noticias que tengo es que lo regaló”, afirma el artista, que añade que le encantaría que Cajasur recuperara esa pieza y la hiciera visible.

“Me duele que no lo pueda apreciar nadie y que haya gente que no tenga ningún interés en que se vea. Ningún artista trabaja para sí mismo, trabaja para los demás. Todo aquel trabajo da pena verlo hoy con unas estanterías delante”, se queja amargamente el escultor que, por lo menos, dice que tiene el consuelo de que ésta fue una de las obras que le abrió las puertas a de El Vaticano.

Lo que no recuerda Dueñas es la última vez que fue a verla. Reconoce que no puede hacerlo sin que se le salten las lágrimas. “Creo que es una de las obras más imponentes que he hecho y está ahí escondida”, lamenta el autor del sepulcro de Castillejo quien, por cierto, acabó enterrado en la capilla que posee su familia en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud.

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