El origen de la canción de amor moderna está en la Córdoba andalusí
Dos décadas pasó estudiando el musicólogo norteamericano Ted Gioia las peculiaridades de la canción de amor (la base de la música popular) antes de atreverse a situar geográficamente en el mapa donde se originó el estilo que predomina hasta nuestros días. Y lo hizo: la cuna de la canción de amor moderna estaba en el sur de la Península Ibérica durante la época andalusí.
Allí es donde surgieron las jarchas mozárabes, un estilo mestizo que, según fue tirando del hilo, pasaba por ser la principal inspiración que tuvieron los trovadores del sur de Francia quienes, en contra de su criterio, ostentaban el honor de ser considerados los primeros cantautores románicos de la era moderna.
Para Gioia, uno de los expertos más reputados de Norteamérica en jazz y música popular, no era así. Y así lo viene exponiendo desde que publicó su libro Love Songs: The Hidden History (2015), dejando constancia de que, a su juicio y al de otros muchos expertos, los primeros románticos fueron los trovadores andalusíes, autores de aquel estilo que se popularizó por toda la Península Ibérica y que luego, es posible, refinaran y difundieran los nobles franceses hasta crear un molde del que surge buena parte de la música y la poesía romántica moderna.
Es una teoría que, en realidad, ya había sido puesta sobre la mesa desde mediados del siglo XX. Y curiosamente, uno de los primeros que expuso esta idea con seriedad ni siquiera era español. Fue un estudiante de posgrado de Oxford llamado Samuel Stern, quien, en 1948, consiguió traducir líneas hasta entonces indescifrables de canciones españolas del siglo XI, para descubrir que estas canciones eran difíciles de entender porque combinaban frases en lengua romance vernácula (una especie de prototipo del español) con letras en árabe y hebreo.
Canciones de amor “intensamente personales” en del siglo XI
Y el principal hallazgo de Stern, según explica Gioia, es que aquellas eran “canciones de amor intensamente personales, con un grado de intimidad sorprendente para la época medieval, algunas de ellas muy similares a las que se pueden escuchar incluso hoy en día”.
“En otras palabras, la canción de amor -el tipo de canción más popular de los últimos mil años- fue el resultado de un crisol cultural en el que España fue el eje. Europa aprendió esta forma de cantar imitando el ejemplo español y, con el tiempo, este estilo de canción romántica se extendió por todo el mundo”, sostiene este experto, que no es el único que ha investigado esta cuestión.
De hecho, la poesía europea ha sido objeto de múltiples debates académicos, especialmente en torno a sus orígenes. En este contexto, las jarchas mozárabes siempre se han visto como un eslabón a menudo subestimado, aunque cada vez resulta más difícil ignorar que es precisamente ese eslabón el que conecta la lírica popular de la península ibérica con las tradiciones poéticas del resto de Europa.
Y más al sur. Con la poesía árabe que llegó a al Ándalus. Las jarchas son breves poemas, que datan de los siglos XI y XII, y que, si bien revelan una rica interacción cultural entre cristianos, judíos y musulmanes, también ofrecen pistas sobre la evolución de la poesía romance.
Uno de los principales estudiosos de esta evolución fue el filólogo, arabista y traductor español Emilio García Gómez, quien estableció que el origen de las jarchas y su inserción en las muwassahas o moaxacas (que posteriormente dio lugar al zéjel y al villancico) está profundamente relacionado con la figura de Muqaddam ben Muafa Al-Qabri, conocido como el Ciego de Cabra.
El Ciego de Cabra
Este poeta andalusí del siglo IX es reconocido como el inventor del método de composición de las muwassahas, una forma poética que integra las jarchas como elementos esenciales en su estructura. La experta en patrimonio Soledad Maíz cuenta que Al-Qabri recorría las calles y otros espacios públicos como zocos y plazas escuchando a sus gentes y tomando prestados versos populares, el material con el que construiría sus composiciones poéticas, un método que no está muy alejado de la tradición oral con la que se han ido conservando muchos cantes flamencos.
Eso explica también que la poesía de Al-Qabri fuera una poesía eminentemente popular, que trataba “a menudo del amor no correspondido, el amor udrí, procedente de la más antigua tradición poética de Arabia ̶la poesía beduina ̶ , que según distintas teorías fue origen del género poético medieval conocido como amor cortés o poesía caballeresca que los trovadores cantaban de castillo en castillo”, señala Maíz.
Según diversos estudios, Al-Qabri desarrolló esta técnica innovadora en un contexto de intensa interacción cultural, donde las tradiciones poéticas árabes, hispanas y judías se entrelazaban en la Península Ibérica. Eso sostiene, por ejemplo, Pedro Martín Baños en El enigma de las jarchas. La importancia de este método radica en su capacidad para combinar la sofisticación de la poesía clásica árabe con elementos populares y locales, representados por las jarchas. La muwassaha, con su uso de un estribillo en romance, reflejaba la realidad lingüística y cultural de al Ándalus, donde las lenguas y las culturas cohabitaban y se influían mutuamente.
Este formato no solo permitió que las jarchas se preservaran, sino que también garantizó su transmisión a través de generaciones, y es la clave de su influencia en la poesía europea posterior.
Una forma lírica popular hecha para ser cantada
En este ámbito, Juan Rodrigo Gabaldón, profesor de estudios hispánicos en centros de Estados Unidos, sostiene en su artículo La poesía hispano andalusí y su impacto en la lírica española, que a diferencia de la poesía trovadoresca provenzal, que surgió en el siglo XII y se caracteriza por su naturaleza culta, las jarchas representan una forma de lírica popular que parece haber sido compuesta para ser cantada, lo que les otorga un valor único como expresión temprana de la poesía europea.
Las jarchas no solo son importantes desde el punto de vista literario, sino que también reflejan la convivencia y el intercambio cultural entre las comunidades cristiana, judía y musulmana en la península ibérica. Esta convergencia se evidencia en la forma en que las jarchas fueron escritas: aunque el cuerpo principal de las muwassahas estaba en árabe o hebreo, las jarchas mismas estaban en romance, lo que sugiere una audiencia diversa y un contexto de interacción lingüística y cultural.
Esto refuerza la idea de que las jarchas son un producto genuino de la convivencia plural en al Ándalus, y de que es en los contextos multiculturales donde florecen los mayores avances artísticos, como sostiene el propio Ted Gioia, que considera por esto mismo que la Córdoba andalusí es la ciudad más importante de la historia de la música.
A pesar de su importancia, las jarchas han sido un tema controvertido en la filología, en parte debido a las dificultades en su interpretación lingüística y a la falta de consenso sobre su significado exacto. Sin embargo, a la vista de la cantidad de trabajos que se han esforzado por traducirlas, no se puede negar que estas pequeñas estrofas marcaron un antes y un después en la historia de la poesía europea.
“Las jarchas ofrecen una ventana única a la poesía popular de la península ibérica y subrayan la contribución de España a la tradición poética europea, a menudo eclipsada por la influencia provenzal”, señala Pedro Martín Baños, que da en la clave al sugerir que, como suele ocurrir con todo lo referente a al Ándalus, su vínculo con el mundo musulmán es una coartada presentista para desviar la mirada ante la notable influencia que tuvo este periodo en la historia moderna de Europa.
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