Cine Coliseo: sesión continua de verano desde la II República
En el casco histórico de Córdoba sobreviven cuatro patios muy particulares: los que esconden un cine de verano. Lugares donde ocurren muchas cosas incluso con el proyector apagado. A la caída de la tarde, cuando se riega el albero, se limpian las sillas -y antes de la pandemia incluso algunas mesas- llegan los barriles de cerveza y se fríen las patatas para las tortillas de los bocatas que dispensa el ambigú, en uno de ellos, el Coliseo de San Andrés, suena el canto de los ruiseñores, el rumor de la brisa cuando la hay y el tañer de alguna de las campanas de las iglesias vecinas.
La noche del día que se escribe este reportaje se proyecta en este cine Operación Camarón, de Carlos Theron, la comedia cani del verano. Una película que enlaza con los orígenes populares de estos locales, enfocados a un público muy variado, por mucho que, con el paso del tiempo, ese público haya ido demandando una programación de mayor calidad y a veces incluso se programe cine de autor. Juanlu González, actor cordobés coprotagonista del filme acudió con su familia a la proyección el pasado fin de semana y asegura no haber vivido nada igual en ninguna de las salas donde ha visto la película con público.
El Coliseo nació en plena Segunda República. Junto a alguna sala de Callao y la Gran Vía madrileña es uno de los más antiguos de España aún en uso. El empresario Antonio Cabrera construyó la casa que lo rodea con el patio central pensado en convertirse en cine y teatro al aire libre. El inmueble acogió varias viviendas “de lujo” a principio de los años 30.
Hoy el edificio está catalogado por la Junta de Andalucía como una construcción típica andaluza de principios del siglo XX. El empresario alquilaba entonces las viviendas que después pasaron a esa soñada categoría de alquileres “de renta antigua”.
En pleno 2021 algunos vecinos aún mantienen ese tipo de contrato en el inmueble, un documento en el que se lee que hay que respetar la proyección, mantener las persianas echadas para que no asome la luz, tener macetas y adornarlo bien durante la temporada de verano. Que esto se cumpla es otro cantar. La ventaja es que pueden acceder al patio para ver las películas desde que este espacio se inaugurase en 1935.
La vegetación -en cuyo tapiz suele haber jazmines, damas de noche o plantas aromáticas, además de árboles- es protagonista en los cines de verano en Córdoba, de los que solo sobreviven cuatro en el casco histórico de los cincuenta que llegó a haber en la ciudad. Al verdor se une la gran amplitud en los espacios donde se ubican, ya que en el pasado estos lugares habían sido jardines o huertos privados. Estos dos factores logran mitigar el calor propio de esta época del año y, además, permiten disfrutar de una buena actividad nocturna al aire libre en una ciudad de duros rigores veraniegos.
Martín Cañuelo es el hombre del cine en Córdoba. Gerente de Esplendor Cinemas, la empresa de exhibición que gestiona los cuatro cines de verano del casco histórico desde los años ochenta, tal vez sea el último romántico que queda en la ciudad. Cinéfilo y coleccionista empedernido, a él se debe que de forma continuada haya estado en uso esta joya de la corona de los cines cordobeses que en los años 60 se publicitaba como “el mejor local de verano de Andalucía”.
Asimismo, hay que agradecérselo a la normativa municipal que protegió en 1986 a los cines que quedaban en pie, el Plan General de Ordenación Urbana, que los catalogó como espacios de utilidad pública y uso social en los que no se pueden construir viviendas.
El Coliseo aún conserva, aunque abandonado, su escenario teatral en un costado de su terraza de verano. Gracias al infinito archivo de Cañuelo, hoy se conoce que allí cantó Manolo Caracol, la Niña de la Puebla o Pepe Marchena, “ya que este local alternaba los espectáculos flamencos con las películas y tuvo una gran fama como lugar de flamenco y copla”, cuenta el empresario.
El escenario teatral ahora ha callado en favor de las películas. Filmes variados para todos los públicos de los que de vez en cuando se escapan perlas para los más cinéfilos. Un estimable esfuerzo por mantener lo antiguo como nuevo y lo culto con lo popular. Tanto, que en el verano de 2015 el director Jonás Trueba preestrenó en su pantalla Los exiliados románticos, su tercera película. En sus palabras ante una terraza repleta mostró su amor al cine y confesó que no imaginaba que existiese “un lugar así”.
Muchos años antes, en la década de los 40, Manuel López, vecino de la Magdalena entonces, recuerda acudir “con 7 u 8 años” a aquel cine con su madre. En su memoria flotan don películas: Esmeralda la zíngara, “con Charles Laughton de Cuasimodo y Maureen O'Hara de Esmeralda”, y también, Dos caraduras con suerte, de Abbot y Costello. “Mi hermano Rafa y yo estuvimos riéndonos toda la película”, recuerda Manuel casi 80 años después. Pero su memoria da para más. “Recuerdo que el ambigú lo llevaba la familia Gracia y que mi madre me compró regaliz, altramuces y una gaseosa de Pijuán”.
De los 35 milímetros al cine digital: dos proyectores que conviven
El exhibidor Cañuelo no tuvo más remedio hace unos años que jubilar sus antiguos proyectores y sustituirlos por digitales en las cabinas de los cines que gestiona. Pero estos conviven con los proyectores de 35 milímetros, “que tiene una calidad y una textura especial para quien sabe apreciarla”. Confía en poder volver a proyectar en ellos, “puede que en un futuro próximo iremos alternando ambos formatos”, expresa con ilusión. El sueño de verano de otro puñado de románticos: la reposición de clásicos en blanco y negro como Historias de Filadelfia, El apartamento o Matar a un ruiseñor.
La pandemia ha golpeado a este exhibidor como a cualquier otro empresario de la cultura, con la corriente en contra de no tener subvenciones, algo de lo que la empresa se siente orgullosa en su intento de que la actividad se pueda mantener por sí misma sin ayudas públicas. Algo nada sencillo en época de aforos reducidos y mismos gastos elevados: más de 30 empleos temporales que duran todo el verano, recibos de alquiler importantes, hipotecas y gastos en películas para las distribuidoras.
El empeño de Cañuelo ha sido uno de los secretos para que el tiempo se haya detenido en estos cuatro cines de verano. También la protección municipal de estos espacios y, fundamentalmente, el público cordobés. El apoyo continuado y sostenido en el tiempo de los espectadores ha dado sentido a tantos años de éxito de estos locales que a principio de los 80 estaban condenados a desaparecer. Muchos cordobeses siguen volviendo la vista a estos cines y valorándolos como parte de la identidad y la memoria de la ciudad . Observan que es algo que se está perdiendo en todas partes y lo sienten como algo que merece la pena mantener y disfrutar.
No hay que olvidar algo significativo, que estos espacios representan una característica de la cultura y modo de vida del sur de la península, ya que siempre han existido muchos espectáculos en la época estival, musicales, teatrales, cinematográficos y hasta deportivos. Andalucía siempre ha vivido su noches estivales al aire libre.
Así que los cines de verano son algo muy consustancial a la cultura, costumbres y modo de vida andaluz, como en otros muchos lugares de España o Italia, por ejemplo. El hecho de que estos cuatro cines se hayan conservado es un pequeño milagro y que continúen en uso dice mucho de la sensibilidad de los ciudadanos cordobeses.
Una historia que relata que, de uno u otro modo, seguirá habiendo proyecciones y cultura al aire libre.
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