Colas y colas de cordobeses para que no vuelvan las voces de Ángel Martín
Pablo y Elena llevaban tres horas esperando cuando, a las 18:00, ha comenzado la firma de ejemplares de Por si las voces vuelven, el descarnado retrato de los infiernos de la locura que ha escrito el cómico, guionista y comunicador Ángel Martín, que ha protagonizado este miércoles el evento literario más multitudinario que se ha celebrado en la Casa del Libro de Córdoba.
La cola ha llegado a extenderse durante casi 500 metros. Llegaba desde el Bulevar del Gran Capitán hasta la puerta de la librería. Un buen trecho, lleno de ejemplares de un libro que ha llegado a mucha gente por la manera en la que aborda ese tabú de la salud mental, y que ha venido a cimentar la ya de por sí dilatada leyenda de autenticidad que tenía su autor, un monologuista y guionista que, de repente, llegó al gran público de forma masiva por su participación en el programa Sé lo que hicisteis.
Martín, además, es todo amabilidad. Lejos de la imagen hierática que pueda aparentar tanto en su trayectoria televisiva como en su actual Informativo matinal para ahorrar tiempo, el comunicador es extremadamente atento con aquellos que se acercan a conocerle, a charlar con él y a que le firme un ejemplar de su libro. La responsable de la editorial Planeta dice que la gira de firmas está siendo igual en toda España: baño de masas y un Martín que atiende a todos, uno a uno, sin prisa.
En Córdoba, tenía para ello un máximo de cuatro horas, pues tenía billete de vuelta a Madrid esta misma noche. La cola daba la vuelta a la manzana y había quien temía no poder cumplir su objetivo. Eva, la última en incorporarse a la línea, sólo tenía posibilidad de esperar hasta las 19:30. Se presentaba como fan de Martín desde su etapa en La Sexta y, también, como alguien que ha pasado “por una situación similar” a la que narra en Por si las voces vuelven.
“Me encanta que el libro da visibilidad a la salud mental que es algo de lo que en este país no se habla”, decía justo en el lado opuesto de la cola Pablo, el afortunado primer fan de Martín, que señalaba que lo sigue “por redes” porque, básicamente, “es un tío de puta madre”. A su lado, Elena, segunda en la cola. “Punto para los locos”, decía de coña Elena con el libro bajo el brazo, y reconociendo que no esperaba tanta gente.
Una vez dentro, la mujer le recuerda a Ángel aquella vez que lo vio en un concierto de Paul McCartney. “No te acordarás de mí, pero yo sí, te vi bebiendo en la barra sólo”, le ha dicho ella. “¿Bebiendo sólo? ¡Joder! El concierto fue flojete”, le ha respondido él. La tónica se ha repetido centenares de veces: “¿Cómo te llamas? ¿Te lo dedico a ti?”, más fotos, sonrisas (sinceras, sorprendentemente) y charla cálida. Si Martín estaba fingiendo amabilidad, es un actor cojonudo.
Quizá, sólo quizá, encontrarse con gente como Elena, Pablo o Eva sea balsámico. O como Carmen, esa traductora freelance que se ha acercado al autor y le ha dicho: “Tu libro me ha salvado de un ataque de ansiedad esta noche. Me desperté y, para calmarme, me leí el capítulo de Noche de paz entero. Y cuando lo terminé, estaba mejor”.
Quizá, sólo quizá, el ruido de la cola, los flashes de las cámaras, las sonrisas y el cariño espanten para siempre las voces de su cabeza.
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