El Carnaval de Cádiz conquista al mayo cordobés
El Teatro de la Axerquía, con un lleno absoluto, disfrutó durante la noche del viernes de las actuaciones de cuatro agrupaciones gaditanas: 'Los Camellos', 'La Guayabera', 'Si me pongo pesao me lo dices' y 'Los Cobardes'
Como si no hubieran pasado los días. Como si todavía fuera febrero y las coplas de Carnaval empezaran a mostrar su esencia caletera. Con ganas. Muchas. A pesar de la lluvia que, justo antes de arrancar la velada, dio sus últimos coletazos para generar incertidumbre. Pero le dio una tregua a Los Camellos, La Guayabera, Si me pongo pesao me lo dices y Los Cobardes, las cuatro agrupaciones gaditanas que viajaron a Córdoba para demostrar que el Carnaval no sólo se vive en febrero. El abarrotado Teatro de la Axerquía vivió una noche de coplas que empezó a las nueve y media y terminó llegadas las dos y media de la madrugada.
Los camellos dieron la “bienvenida” con la añoranza de su autor, Kike Remolino, a su chirigota. “Porque mientras que tú echas de menos esta guerra de coplas”, él bebe los vientos recordando… ay su chirigota. Y, por un momento, los de Remolino rebobinaron la cinta de la vida para situarnos en la víspera de la visita de los Reyes. Pero los de verdad, los Magos. En esa noche donde todo es ilusión y se hace realidad. Unas dulces palabras de una carta de un niño que Remolino aprovecha para azotar el papel de la Monarquía y “a ver si por fin sirve para algo”.
En el repertorio de Los Camellos no faltaron dos especiales homenajes que arrancaron las gargantas y los aplausos del público: por un lado, a Enrique Villegas, el “creador” supremo de esta “bendita locura” que es el Carnaval. Y, por otro, “a Paquito, uno de esos hombres especiales”, un chico que, cada viernes, acompaña a la comparsa en su lugar de ensayo.
Con La Guayabera, la Axerquía se transformó en la Cuba de Juan Carlos Aragón. Desde el otro charco, la comparsa trajo un pasodoble inédito, Para los grandes carnavaleros, no cantado en el Concurso. Quién sabe si el Gran Teatro Falla se estaría revolviendo en aquellos momentos, desde el palco de butacas hasta el paraíso. Y como hiciera en los cuartos de final, estos guayaberos trajeron a Córdoba “el bombardeo” sobre Cádiz y recordó que Palestina aún sigue llorando “por los niños que nunca son vengados y por cada ahogado que escupe el mar”.
En su viaje en el tiempo, los de Juan Carlos Aragón comenzaron su antología con Los Condenaos (2001), la primera comparsa del letrista gaditano que contó con el antiguo grupo de Antonio Martínez Ares, aquél que encabezaba Ángel Subiela. Avanzaron hasta Los Millonarios (2015) para regresar luego a Los Yesterday (1999) y una espectacular presentación de La Sereníssima a cargo de Ramoni. Un recuerdo a Los Ángeles Caídos (2002) y a Araka la Kana (2007) pusieron fin a la actuación del grupo.
Y llegó Juan. Y tiró pa arriba por Córdoba. Ji, ji, ji. El espectáculo chirigotero de la noche. Porque todos se sienten identificados con Juan -también quien escribe-. Porque en alguna que otra ocasión lo han sufrido. Si me pongo pesao me lo dices arrancó su repertorio con el pasodoble al alcalde de Cádiz, José María González Kichi, quien se encontraba en Córdoba en un acto con los círculos de Podemos. Pero esta vez no iba con “una camisa así to despintá”. Y después de hacerle un buen traje al regidor gaditano, el Selu y los suyos tranquilizaron a todos los hombres infieles, aquellos que quieren a su parienta profundamente. Porque no hay de qué preocuparse. Eso es cosa “de la naturaleza”. Y de los leggins ajín pretaítos, también.
Entre cuplés y pasodobles “a las mujeres luchadoras como Isabel Preysler” y al Cádiz Club de Fútbol, la chirigota presentó unas letras nuevas que relacionaban a Juan con los papeles de Panamá. No se libra ni uno. Tras esto, los chirigoteros dejaron a un lado su chaqueta roja, sentaron a Juan, y cogieron el tipo de Los Enteraos (2009). “Para que aprendamos ahora que está la Liga con esta tensión tan grande”, el grupo dio un repaso al público de lo que es el fútbol. Este enterao que de todo sabe y de nada entiende. Un popurrí con los mejores momentos de estos 25 años del Selu pusieron sobre el escenario a agrupaciones como Los Lacios (1995), Los Borrachos (1992), Lo que diga mi mujer (2004), Los titis de Cádiz (1994), Banda de música de Cagarrutas del Monte (1997), Las Marujas (1996), Soltero y sin compromiso (2005).
La encargada de poner fin a la noche de Carnaval fue la comparsa Los Cobardes. Había muchas ganas de escucharles. Y no era la primera vez que actuaban en Córdoba. Ya lo hicieron el pasado mes de febrero en una actuación doble en el Góngora Gran Café, dos funciones que fueron un éxito rotundo. Se hizo el silencio sepulcral en la Axerquía que sólo se rompió al final de cada pasodoble, cuplé o popurrí. La comparsa de Martínez Ares cantó el primer pasodoble que marcó su vuelta al Falla, Ante un telón tan negro, y aquél dedicado a una enfermedad tan devastadora como el alzheimer.
De reloj, y a las dos de la mañana, estos cobardes cantaron el pasodoble dedicado a los malos tratos, una copla en la que Martínez Ares da voz a la pareja y a la vecina que escucha. También recordaron el triste caso del pequeño Diego, un niño de 11 años que se suicidó ante el acoso escolar que sufría. Ante estos pasodobles que te encogen el alma, Los Cobardes cambiaron de tercio, dejaron su sombrero camaleónico en el suelo y empezaron con su antología. Abrieron “el librito de los conjuros pa librar a esta tierra de los agravios” porque “por ti habrá siempre un milagro”. Ya en 1994, con La Ventolera, Ares lo dejó claro: “No seas cobarde y ve a por esa chiquilla”. Cádiz, la niña de sus ojos.
Y después de pedir permiso y de dar las buenas tardes, Los Cobardes pusieron la carnecita de gallina a un público que viajó hasta 1998 con Los Piratas. Pero no todo estaba cantado. Porque estos cobardes tienen mucho de aquellos miserables que en 1993 le cantaron las verdades a la Iglesia. Escuche, Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, “qué fácil es recordarnos los mandamientos viviendo como un marqués”. Después de 23 años, nada ha cambiado. Ni las creencias de Martínez Ares ni la conciencia “de la apostólica y romana que le niega la comunión a los retrasados”.
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