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Alejandra Luque / MADERO CUBERO

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A primera hora de esta sábado, sobre las 8:00, ovejas merinas de la ganadería Las Albaidas han iniciado su trayecto por la capital cordobesa, dando vida a la tradicional trashumancia. Durante cuatro meses, estas ovejas y sus ganaderos estarán fuera de casa, viviendo en otras fincas y contribuyendo a la biodiversidad del medio ambiente y a la perpetuación de una tradición ancestral que ha perdido mucho en dos décadas.

Uno de los pastores participantes en la trashumancia de este sábado, Felipe Molina, explica a CORDÓPOLIS que se han movilizado 1.400 ovejas que, hasta dentro de un mes y medio, estarán por una finca ubicada por las rastrojeras de verano junto al río Guadajoz. Después, tanto Molina como el resto de ganaderos levantarán el campamento y se trasladarán hacia Guadalcázar, no sin antes recoger al resto de ovejas que este sábado se han quedado en Córdoba capital, alimentando a los corderos más pequeños.

El trayecto, de unos 19 kilómetros, ha comenzado en la Avenida Carlos III y los viandantes han podido cruzarse con el ganado por la Avenida Virgen del Mar, el Puente del Arenal, La Calahorra, Fray Albino, el Cordel de Écija y la Avenida de la Torrecilla. Sobre las 13:00 han llegado a la finca en la que estarán durante un mes y medio, desafiando al calor cordobés “al que están acostumbradas dado que son razas autóctonas”, apunta Molina. Debido a las altas temperaturas, el pastoreo que realizarán durante estos cuatro meses será desde las 20:00 hasta las 8:00, cuando regresarán a la finca donde vivirán durante este tiempo .

Las ovejas pastarán por todos aquellos terrenos en los que ya se han recogido las cosechas, con los beneficios que conlleva. En primer lugar, el principal valor de esta práctica es ofrecer “una buena alimentación al ganado en verano, temporada durante la cual la Sierra ofrece peor alimento”, explica Molina. A ello se suma que, durante la trashumancia, “los animales van pasando por las vías pecuarias, manteniendo estos caminos naturales”. Además, el ganado contribuye “a la dispersión de las semillas ya que se calcula que cada oveja mueve 3.000 semillas al día entre lo que va comiendo, lo que deja en sus excrementos, las que se quedan adheridas en la lana y las que distribuye por las patas”.

“Todo eso hace que se vaya creando biodiversidad”, argumenta Molina, quien apunta también la importancia labor contra los incendios que realizan estos animales dado que, al alimentarse, reducen considerablemente la presencia de pastos. Estos beneficios chocan con el reducido número de pastores que, actualmente, realizan esta práctica en Córdoba. Según datos de este pastor, “hace 20 años había 45 ganaderos que hacían la trashumancia. Hoy sólo estamos cinco”. Afirma que los costes económicos no difieren demasiado entre hacer la trashumancia o no “ya que hay que pagar, por ejemplo, el alquiler de las fincas en las que te hospedamos”, pero sí “necesita mucha mano de obra”. “Durante estos meses, por ejemplo, hay que estar muy pendientes del ganado ya que las fincas no están cercadas, por lo que el control tiene que ser mucho mayor”, ejemplifica este pastor que, consciente de las adversidades de la trashumancia, sigue trabajando por sus ovejas.

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