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La cuenta atrás para que el agua del norte vuelva a ser potable y se activen las fuentes de Córdoba

Fuentes ornamentales sin agua en la ciudad

Alfonso Alba

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La evolución de los embalses cordobeses, de su reserva, se ha convertido en un asunto provincial de estado. Hace unas semanas, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, advertía que Córdoba era una de las capitales de provincia que podían sufrir restricciones de agua en verano a causa de la sequía. Mientras, esta misma semana se han cumplido 300 días desde que los 80.000 vecinos del norte de la provincia tienen prohibido beber el agua que sale del grifo. Allí, actualizan al minuto el estado de la reserva de agua del embalse de Sierra Boyera, que se secó en Semana Santa y que acaba de resucitar.

Aunque la reserva de agua en la provincia de Córdoba sigue siendo muy baja, las lluvias han aliviado la situación. Tanto, que las administraciones trabajan para poder poner fin a las restricciones que sufren los ciudadanos. La más urgente es la del norte de Córdoba. La menos, pero muy estética, es la de las fuentes de la ciudad de Córdoba, cortadas por la sequía.

Por partes, la situación más urgente está en Sierra Boyera. El embalse ha crecido de forma notable con las últimas lluvias. A finales de octubre seguía totalmente seco. Poco a poco, fue aumentando su reserva, aunque de manera testimonial. En enero tenía 1,3 hectómetros cúbicos de agua y al comenzar febrero 1,9 hectómetros. Era ya una cantidad suficiente como para abastecer a los 80.000 vecinos de la provincia durante tres meses, mientras culminaban las obras en La Colada para poder potabilizar su agua. Pero las últimas lluvias han hecho aumentar la reserva hasta los 3,7 hectómetros cúbicos.

Sobre el papel, hay agua en Sierra Boyera como para abastecer de nuevo a las comarcas de Los Pedroches y el Guadiato hasta el próximo otoño, contando con que no volviese a llover. Y dar margen más que de sobra para potabilizar el agua que se bombea diariamente desde La Colada. Desde la empresa provincial de Aguas de Córdoba (Emproacsa) siempre señalaron que la cuenca de Sierra Boyera se puede dar por recuperada cuando en la zona caen unos 200 litros. Las lluvias desde otoño rozan esa cifra.

Pero hay un problema. Actualmente, las tuberías en alta y baja, los depósitos municipales y la estación potabilizadora están llenas de agua procedente de La Colada. El agua está contaminada y no se puede beber. La causa está en unas algas formadas a su vez por los vertidos del embalse principal. Desde principios de año y gracias a una inversión de la Diputación y la Junta de Andalucía se trabaja en un proyecto integral para acabar con esas algas, usando todo tipo de técnicas, desde ultrasonidos hasta tratamientos novedosos.

Hasta que no se den por limpias las tuberías y los depósitos no se quiere correr el riesgo de enchufar de nuevo Sierra Boyera a la red de abastecimiento. El miedo pasa por que el agua que ahora está limpia acabe contaminada y los análisis de la Junta de Andalucía sigan siendo negativos. Y esa es una de las razones por las que Emproacsa se muestra prudente. Según ha podido saber este periódico, se huye de conectar, decirle a los vecinos que ya tienen agua potable y tener que volver a prohibir su consumo días o semanas después.

Para esta próxima semana se esperan los primeros resultados de los trabajos que se están llevando a cabo y poder evaluar si están funcionando como se cree. Emproacsa siempre señaló que espera que entre marzo y abril los vecinos de estas dos comarcas puedan ya beber agua potable en sus grifos.

Las fuentes de Córdoba

Mientras tanto, en Córdoba capital las lluvias han hecho que los embalses del Guadalmellato y San Rafael de Navallana, de los que depende la ciudad, hayan pasado de emergencia a pre alerta. De hecho, tienen más agua que hace un año. Y el umbral del Guadalmellato está ya muy por encima de los 45 hectómetros cúbicos, que son los que establece la Mesa de Sequía de la empresa municipal Emacsa para iniciar restricciones. Esas restricciones han consistido, casi exclusivamente, en apagar las fuentes ornamentales de la ciudad, una medida más estética y de concienciación ciudadana que efectiva.

Ahora, se trabaja en el regreso del agua a las fuentes de Córdoba, pero no será algo inmediato por varios motivos. El primero es que tiene que autorizarlo la Mesa de la Sequía y desactivar las restricciones. Pero una vez que lo haga es como cuando se vacía una piscina durante mucho tiempo: aparecen los problemas estructurales.

Muchas fuentes, durante los meses que han estado sin agua, han sufrido daños. Otras ya los tenían. Y algunas han sido objeto de vandalismo. Emacsa, por tanto, tendrá que revisar fuente a fuente su estado e iniciar obras de reparación, en el caso en el que se necesite.

Por este motivo, las fuentes irán poco a poco recuperando la normalidad. Pero no a la vez. La empresa municipal tiene previsto iniciar un plan de restauración que garantice, además, que no haya fugas ni pérdidas de agua, y que la mayoría de las fuentes puedan disponer de un circuito cerrado.

Agua para beber pero no para regar

El paso de Karlotta ha aportado más de 100 hectómetros cúbicos a los embalses de Córdoba. Es una cantidad que permite alejar el fantasma de las restricciones de agua a las ciudades. Pero que está lejos de lo que debería ser lo normal a estas alturas del año.

Un dato. Ahora mismo, los embalses de la provincia de Córdoba están ligeramente por encima del 20% de su capacidad. El año pasado por estas fechas estaban a poco más del 18%. Pero la media de la década señala que a estas alturas del año deberían rondar el 50%.

Es decir, ahora mismo hay agua como para evitar las restricciones de este verano, pero no para las aportaciones a los regadíos de la agricultora. El riego, de hecho, es el principal demandante de agua en Córdoba. Se calcula que la agricultura suele consumir el 90% de toda la reserva.

El verano pasado la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir autorizó un riego extraordinario para salvar a los árboles frutales. Es probable que este verano ocurra lo mismo, a no ser que llegue una primavera lluviosa y la cuenca recupere la normalidad. Por lo que será un tercer verano sin un regadío normal en el fértil Valle del Guadalquivir.

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