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REPORTAJE

Colas muy “heavies” en el penúltimo día grande en 'Patiolandia'

Colas en San Basilio el último fin de semana de patios

Juan Velasco

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Pocos vecinos más ilustres tiene el Alcázar Viejo que el poeta Luis Navas, alcalde perpetuo (de bronce) del barrio de San Basilio, engalanado con capa y con el sombrero cordobés en la mano. Su estatua lleva casi dos décadas vistiendo la pequeña plaza que hay en la confluencia de las calles Martín de Roa y Caballerizas Reales. En todo el cogollo de este barrio, uno de los más antiguos y pintorescos de Córdoba.

Y sin embargo, este sábado, en el penúltimo día de la Fiesta de los Patios de Córdoba, su escultura era inapreciable, rodeada como estaba de cientos de personas. “La bulla los patios”, podría decirse, es mucho más notoria en los dos fines de semana que dura el concurso, y especialmente en los dos sábados, cuando en el barrio de San Basilio, al que algunos vecinos apodan “Patiolandia”, se juntan los turistas que vienen a ver los Patios y los que vienen de fiesta a la ciudad.

Estos últimos, todo sea dicho, son minoría en San Basilio durante los Patios, una fiesta en la que prima el turismo familiar, de parejas y los grupos. También son minoría, cada vez más, quienes llegan despistados, siguiendo la marabunta.

Como Sarah, una turista australiana a la que era fácil distinguir del resto de amantes de los Patios por el enorme petate que portaba. “En realidad he venido a ver Córdoba, pero no sabía muy bien lo que son los Patios”, explicaba Sarah, que contaba que sencillamente se había dejado caer hasta San Basilio desde el Alcázar de los Reyes Cristianos, viendo los ríos de gente subir y bajar.

Para la joven, de hecho, no ha sido un problema hacer cola para ver algunos patios. Aunque la paciencia se le ha acabado agotando. “He visto dos y no he llegado al tercero, porque hay mucha gente esperando”, explicaba, antes de abandonar San Basilio por la calle Turrones, esquivando antes la intersección de las dos enormes colas que convergían en esa pequeñita plaza: la que llevaba a Martín de Roa, que llegaba hasta la salida de la calle Postrera; y la que llevaba a San Basilio 17, que hacía una L desde esa calle hasta la estatua de Luis Navas.

En la misma calle San Basilio había una tercera cola, la que conducía hasta el patio de San Basilio, 22, y que, en realidad, estaba en mitad de la carretera, dado que esa acera estaba ya totalmente bañada por el sol.

En esa misma fila, se escucha un comentario que resume a la perfección el sentir general: “Tía, la cola es muy heavy”. La “tía” interpelada se ha limitado a abanicarse, como si ese movimiento pudiera aligerar un poco los minutos que han decidido emplear para entrar a ver el patio ganador este año.

A unos 200 metros, en esa misma vía, la más concurrida de Córdoba este día, hay quien ha tirado la toalla. Rosa, una jubilada rubia, lata de cerveza en mano, cuenta en una atestada plaza de Puerta de Sevilla, que ya ha tenido “bastantes patios por hoy” y que ahora toca tomarse una cervecita. 

Ha llegado con una amiga a Córdoba esta misma mañana, sobre las 10:00, directamente a San Basilio, donde han podido ver también un par de patios. Se detiene con el vendedor de lotería, al que le pregunta por la hora de apertura por la tarde. Éste le explica que abren a las 18:00 pero que a las 17:15 ya hay gente haciendo cola para entrar.

Rosa y su amiga preguntan entonces dónde pueden almorzar. La lógica les dice, como a Sarah, que tienen que salir del recinto amurallado si no quieren reeditar la prueba de paciencia que ha supuesto la primera parte de la mañana, esta vez en una terraza. “Ahora para comer, otro problema”, de hecho dice Rosa, antes de atravesar los muros de San Basilio hacia la avenida Vallellano. 

Y allí, en esa zona verde que es un pulmón de Córdoba, la ciudad parece otra. 

Más ciudad y menos escenario.

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