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Cien años de historias en torno al concurso de Patios y una advertencia: “El esplendor de la fiesta puede peligrar”

Rafa Avalos y Ricardo González con el libro del centenario del Concurso de Patios

Juan Velasco

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Cuenta el periodista y escritor Rafa Ávalos que, cuando recibió el encargo de desarrollar un libro sobre los patios de Córdoba, partía de una posición privilegiada, lo cual facilitó las pocas dudas que pudiera tener ante el encargo. No en vano su firma es una de las más laureadas que hay en la ciudad a la hora de cronificar la cara a y b de la fiesta más importante del Mayo Festivo, una labor que ha venido desarrollando todos los años en los medios de comunicación, los últimos, en esta misma casa.

Con una trayectoria y un bagaje inapelable, la dificultad a la que se ha enfrentado Rafa Ávalos con esta aventura estaba en encontrar un prisma nuevo desde el que acercarse a esta fiesta, sobre la que no falta bibliografía, dado que hace años que se convirtió en bandera de Córdoba. Especialmente desde que la Unesco le otorgó el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en el año 2012.

“Fue la editorial Utopía la que concretó el asunto del libro. Si durante un tiempo, la editorial y yo habíamos hablado de hacer un libro sobre la fiesta, el centenario del Concurso de Patios se vio como una oportunidad, y nos lanzamos”, explica a Cordópolis el autor de un libro que, efectivamente, es el primero que aborda “de forma estricta” el certamen municipal desde su inicio, en 1921, hasta su última edición, la de mayo de 2021, pandemia mediante.

Aunque, como si de una historia de género se tratara, el Concurso de Patios es un señuelo (nunca un pretexto) para hablar de las luces y sombras de una fiesta importantísima para la ciudad y también para trazar un recorrido por la propia Córdoba, como “testigo silencioso” de los cambios políticos del país. “El concurso se desarrolló con la monarquía de Alfonso XIII, con la dictadura de Primo de Rivera, en la Segunda República, con la Guerra Civil entre medias, en el franquismo y en la democracia”, remarca el autor.

Los patios clásicos que cayeron en el olvido

Un autor que ha reflejado en el libro algunas de las curiosidades más llamativas de diez décadas de concurso. Más allá de la broma de que el primer ganador del certamen se llamara como el periodista que firma esta entrevista, a Ávalos las historias que primero le vienen a la mente son las de los patios que cayeron en el olvido, a los que dedica un apartado en el ensayo.

“Son el lunar negro de esa fiesta que tan pomposamente llamamos patrimonio inmaterial pero que en ocasiones ha sido una tradición mal cuidada”, afirma el periodista, que menciona recintos como los de la calle Albucasis o la calle Badanas, míticos dentro del concurso y hoy desaparecidos, o el de Pozanco, 21 (la conocida como 'casa de la sal'), que no ha podido participar en el último certamen y cuya continuidad está en riesgo desde que falleció Elisa Pérez, su cuidadora, en el año 2019.

Otra historia que recoge el libro, y que es prácticamente metaliteratura, es la del patio del número 19 de Ocaña, donde está ubicada la sede de la editorial Utopía. En este recinto vivió José Bernete Aguayo, un revolucionario anarquista apodado Capitán Chimeno, fallecido en el frente de Pozoblanco en 1937, y cuya historia llevó a que el editor del libro, Ricardo González, acabara habitando la casa-patio.

Más historias, algunas de ebrio recuerdo: los saraos flamencos que se montaban en Martín de Roa en los años 70 con motivo del concurso y a los que acudía gente “de postín”, una tradición esta de la música en el patio que, tal y como reconoce el autor, ha perdido su encanto popular e improvisado para convertirse en el Festival de los Patios, un evento organizado desde el Ayuntamiento de Córdoba.

“Según comenta Ricardo de Montis, el patio era un centro de encuentro no solo de quienes vivían allí, sino de vecinos y de no vecinos. Hay un artículo en el que se dice que el patio está abierto para cualquier persona excepto para los patosos, o sea, vetado solo para los que quieren aguar la fiesta”, relata Ávalos, que en la obra, coeditada por el Ayuntamiento, la Diputación y el Instituto Municipal de Turismo (Imtur), no esquiva algunos baches de la tradición.

Una fiesta que “no cobra cuerpo hasta los años 40 o 50” y cuyo concurso no se asienta hasta la democracia

Cuenta el autor que, en un recorrido de cien años, da tiempo a ver de todo. También a confirmar muchas tesis que ya dominaba. Por ejemplo, que “la fiesta de los Patios no cobra cuerpo hasta los años 40 o 50, sobre todo a partir del mandato de Antonio Cruz Conde, que es quien toma la iniciativa y empieza a reforzar el concurso, que hasta entonces se celebraba a saltos”. Después, con la llegada de la Democracia y la entrada de Julio Anguita, se apuesta por una regulación mayor y se produce la “verdadera raigambre del concurso en la ciudad”.

Para entonces, el arquitecto Juan Serrano (de Equipo 57) y la arquitecta Cristina Bendala ya habían hecho un relevante estudio sobre el casco histórico que había permitido salvar las antiguas casas-patio, que en aquella década estaban, en su mayoría, en fase de abandono o de deterioro importante.

Algo que hoy parece impensable, en tiempos de superpoblación turística de estos recintos, considerados común y erróneamente casi como un invento cordobés. “La casa patio viene de Mesopotamia, pero se traslada a todo el territorio de orientación mediterránea. Lo que ocurre es que con el título de la Unesco se ha entrado en una deriva idílica de que el patio es netamente cordobés”, se ríe el autor del libro, consciente de la paradoja que puede suponer ver hoy a ciudadanos de oriente medio asombrarse ante un modelo de construcción inventado en su zona de origen.

Recuperar la pausa, facilitar el relevo, tan importantes como regar las macetas

Claro que muchos de los turistas que visitan hoy los patios no tienen tiempo ni para detenerse a reflexionar sobre lo que están viendo. “Los cuidadores suelen insistir en eso, que no es entrar al patio como un torbellino, tirar tres fotos y marcharse”, se lamenta Ávalos, que añade que, con el título de la Unesco, se ha perdido “la serenidad” con la que antes se visitaban los patios, algo que es, junto a facilitar el relevo generacional, tan importante como regar las macetas si se quiere que la fiesta perdure.

“Creo que estamos tan embebidos, no los ciudadanos, sino las instituciones, en la repercusión internacional que tiene la fiesta, tan metidos de lleno en que sean muchísimas las visitas, que se olvida que es necesario un análisis sobre la situación de los patios y sus cuidadores”, reflexiona Rafa Ávalos, que añade un interesante punto de vista: “La pandemia, aunque cruel y terrible, ha podido tener un aspecto positivo para la fiesta porque ha permitido recuperar este contacto directo”.

Y, aunque no gusta de hacer vaticinios, tampoco evita la pregunta de si ve posible que el concurso dure otros cien años: “Yo no puedo adivinar si va a desaparecer o no, pero puede perder todo su esplendor si no tenemos en cuenta todas estas cuestiones”.

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