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Diario del Confinamiento. Pensión por horas

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Juan José Fernández Palomo

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No es buen tiempo para los hoteles, lo sabemos. No se pueden usar zonas comunes, la gente no puede trasladarse de una a otra provincia, por no hablar de que los turistas aún no existen.

Quiero, en este momento, reivindicar la posibilidad de las llamadas “pensiones por horas”. Esto es, pequeños establecimientos –o no tan pequeños-, humildes –o no tan humildes- y discretos –o no especialmente discretos- que ofertan un servicio sencillo por tramos horarios; es decir, ocupar una habitación un rato con todo lo que esto pueda significar.

Desconozco si este servicio se presta en mi ciudad, debería y en estos tiempos, aún más.

Sí; estoy hablando de amor.

No solemos acordarnos de que la película “Psicosis” empieza con una peripecia de rato de amor en la que una pareja hace el amor en una habitación por horas en un kit-kat de su trabajo. Luego aquello se complica con pasta en un bolso, sentido de culpa y otro establecimiento hotelero muy chungo, ya saben.

Y, en un sentido parecido, quiero aquí reivindicar la mejor canción de amor que he escuchado en mi vida. Se llama “Il cielo en una stanza” y es una película de neorrealismo italiano contada en menos de tres minutos.

Cuenta cómo en una sudorosa tarde, en una habitación alquilada para un rato, una pareja en plena laxitud postcoital, se encuentra en la cama.

Fuman y miran al techo de la habitación que les parece todo un cielo, que están rodeados de árboles frondosos y que la armónica que sopla un músico callejero, y cuyo sonido se cuela por la ventana abierta, les parece música celestial interpretada por un órgano.

Es un rato de gloria en blanco y negro. La escucho y veo a los amantes, uno en camiseta de tirantes blanca de algodón, la otra vestida con un camisón también blanco ligeramente húmedo –hace calor- adherido a las curvas de su cuerpo.

“Il cielo en una stanza” la compuso Gino Paoli, un cantautor comunista que vivió hasta que dejó de hacerlo con una bala alojada cerca del corazón. Parece una metáfora, pero es cierto, vivió y murió herido.

La han cantado varios, pero nadie como Mina, esa gran señora, que supo que la historia de la canción podría haber sido la suya.

Esa canción debería sonar en una radio de pilas sobre el alféizar de la ventana de una casa-patio en la que una habitación, discreta, se ha alquilado para pasar un rato.

Y que alguien mire al cielo raso de su techo para eso: para que sea El Cielo.

https://youtu.be/hjdmupUBpVQ

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