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Centro de Recuperación de Animales: la conservación de la fauna más allá de la curación

Cárabos en el CREA de Los Villares | ÁLEX GALLEGOS

Carmen Reina

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Águilas imperiales, perdiceras o culebreras. Buitres leonados y cárabos. Milanos reales y negros. Tortugas mediterráneas y tortugas moras. Erizos y tejones. Linces y hasta lobos. Estos son algunos ejemplos de la fauna que atiende el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) de Los Villares, que condensa a mamíferos, aves, anfibios e incluso reptiles necesitados de una atención especializada para su reintroducción en el medio natural.

Ese es el principal objetivo para el que se trabaja en este centro: la conservación de las especies de una manera integral, no solo curando y guiando la reintroducción en el medio de los animales que llegan hasta aquí, sino analizando la información que los distintos casos proporcionan para poder actuar directamente en el medio y evitar circunstancias que provoquen que más ejemplares acaben ingresados en el CREA. Porque detectar las causas y la localización de, por ejemplo, una electrocución o un atropello, es la valiosa información que se extrae también de la atención a estos animales para actuar después en lugares puntuales del medio natural y poder tomar medidas para que no se produzcan más accidentes de ese tipo.

Miguel Carrasco y María Luisa Fernández, responsable y veterinaria del CREA, respectivamente, son parte del equipo de personas que atienden el día a día de este centro, donde deben conjugar la atención a los animales sin que estos pierdan sus rasgos salvajes, sin acostumbrarse a la presencia humana ni a su intervención, para que después sea posible su vuelta a la naturaleza.

Bajo ese difícil equilibrio, el CREA trata anualmente varios centenares de animales que llegan hasta allí en picos más o menos altos según la época del año: los meses de junio, julio y agosto suelen suponer el 50% de los ingresos y esto responde a la época de cría de aves, donde los polluelos se caen del nido o las crías son halladas perdidas. El período de las migraciones es también una época de flujo alto de aves y, con ello, suben los accidentes, electrocuciones y colisiones por los que llegan hasta el centro.

Identificación, diagnóstico y recuperación

En ese momento, bien a través del propio servicio de recogida del CREA, a través de agentes medioambientales, cuerpos y fuerzas de seguridad, el 112 o personas a título particular, la mayoría de los animales que necesitan una recuperación llegan hasta el centro. Allí, lo primero que se hace es identificar la especie a la que pertenece y realizar un primer diagnóstico de su estado de salud y las posibles lesiones que sufre.

A partir de ahí, el animal pasa por las distintas instalaciones preparadas para su recuperación, desde la sala de atención inmediata para intervenciones, hasta la UCI donde se controla de cerca su evolución en un primer momento. Pasada esa primera fase, las aves –que son el 90% de los animales que trata el centro- pasan a las denominadas mudas, espacios ya al aire libre para una primera adaptación, antes de pasar a los voladeros, instalaciones más amplias, adaptadas para que vayan recobrando su musculatura y sus movimientos naturales. Ese será, si todo va bien, el último espacio en el que estén antes de su suelta en el medio natural.

En el caso de los mamíferos, sus instalaciones están igualmente adaptadas, dependiendo del tamaño y la necesidad de movimiento que necesite el animal, como en el caso del lince ibérico que vive allí tras pasar una enfermedad o llegando a tener una hectárea de terreno, por ejemplo, en el caso del lobo que permanece en el CREA después de haber sido criado como un perro por un particular, arrebatándole así toda posibilidad de poder valerse por sí mismo en la naturaleza.

En todo este proceso, la alimentación y la manera de obtenerla es clave para que el animal conserve sus hábitos salvajes. El CREA cuenta con su propia granja donde crían ratones, codornices, conejos y hasta insectos que suministran a los animales en recuperación. Este aspecto no solo es importante como mero alimento, sino también para que desarrollen y no se inhiban sus instintos depredadores, necesarios para su vuelta a la naturaleza. E, incluso, para que, en el caso de los polluelos, aprendan a desarrollar su instinto cazador que después será su pasaporte de garantía al medio natural.

Socialización entre iguales

Con ellos se trabaja la socialización, como parte de la identificación de los animales con los que son iguales a su especie. Es una herramienta que funciona como un espejo, para que aprendan lo que serán sus hábitos naturales en una especie de entrenamiento social entre iguales. Y es parte del manejo de los animales, de su enriquecimiento ambiental y del estudio de su conducta que los técnicos del CREA supervisan en su evolución allí.

Si las lesiones no son permanentes y el proceso de recuperación en el centro va adelante, la última fase y objetivo de todo este trabajo será la suelta del animal. Habitualmente, se realiza en espacios adecuados para cada una de las especies en la provincia de Córdoba, pero hay ejemplares que forman parte de programas de reintroducción y viajan hasta donde sea más necesaria su presencia en el medio natural: desde otras provincias andaluzas hasta países como Francia o Bélgica.

Si, por el contrario, el animal no es recuperable para la vida en el medio natural, su destino atenderá siempre a labores bien de reproducción, bien de educación ambiental, dirigidas a la conservación de la especie y a difundir entre la población el valor de la misma. Porque, de eso se trata, de la conservación de la fauna, más allá de la curación.

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