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La unidad

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Alfonso Alba

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En un mundo en el que existen los terraplanistas, en el que se sigue dudando de que el hombre pusiera un pie en la Luna o en el que se cree firmemente que una pastillita de azúcar te va a curar un cáncer es imposible imaginar algo tan utópico como que pese a las evidencias de que algo que huele a caca, sabe a caca y parece una caca sea una caca para todo el mundo.

La unanimidad es imposible. Las certezas, casi que también. Y han sido las dudas las que han propiciado la evolución y que la humanidad prosperase. No dar nada por sentado. No creer en verdades absolutas. Vale. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero de verdad, si huele mal, tiene color marrón y una forma sospechosa será lo que estás pensando. Pero siempre lo puedes probar para estar seguro del todo.

En estos días de zozobra en la ciudad, especialmente la futbolera, escucho con sorpresa llamadas a la unidad. Como si eso fuera posible. Y muchos menos en redes sociales.

Si algo bueno tiene el fútbol es que es muy heterogéneo. En la grada puedes acabar celebrando un gol junto a tu némesis. Un triunfo del Córdoba puede ser lo único que te una en la felicidad a ti y a ese vecino que te la tiene jurada. De hecho, yo he visto abrazarse a ateos y cofrades, a gente ideológicamente separada por un abismo, el día en el que el Córdoba subió a Primera División y media ciudad se fue a Las Tendillas.

Pero eso es en la victoria, que es de todos. La derrota, siempre amarga, es de pocos y ya nos gusta menos compartirla. Ahí es cuando en el fútbol estallan todas esas diferencias que en la vida nos separan tanto.

En estos tiempos inciertos, en este extraño otoño que se avecina, con Reino Unido yéndose de Europa, con Italia a las puertas de unas elecciones (o no), con Estados Unidos y China zurrándose a aranceles, con España sin gobierno, con una alerta sanitaria por la carne mechá, con unas redes sociales que nos han separado más que conectado, con unos nacionalismos regresando con fuerza, con nuevos fundamentalismos religiosos y con la gente cada vez más cabreada apelamos a la unidad. Ajá.

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