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Los referéndums están sobrevalorados

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Alfonso Alba

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https://youtu. be/_nn3ENTY-8Y

Brexit es una obra de arte. Esta película de la HBO muestra, de manera hasta cómica, cómo de hackeable es la democracia. Y cómo por una estupidez como convocar un referéndum vinculante para hacer una pregunta simple sobre algo complejo se puede acabar poniendo en riesgo algo tan difícil, idílico y que estaba siendo posible como la unión entre las naciones.

La película está protagonizada por Benedict Cumberbatch en la piel de Dominic Cummings, director de la campaña Vote Leave y autor intelectual de un movimiento que al final y por sorpresa acabó ganando. En la película, el propio Cummings reconoce que está en contra de los referéndums, que le parecen unas estupideces que dividen a la población, que polarizan, que enfrentan y que no arreglan. Siempre va a haber alguien que gane o pierda. Siempre va a haber una mayoría que se va a imponer sobre la minoría. En Gran Bretaña, esa mayoría dijo que se quería ir de Europa. La minoría, muchos jóvenes, ya odian a sus padres y abuelos por una decisión que le corta las alas.

Pero Cummings decide aprovechar la estupidez de David Cameron para hackear la democracia. En estos tiempos es más fácil ir a la contra que a favor, es más sencillo destruir que construir, es más accesible hacer un discurso de odio que otro de consenso. Y es más fácil mentir que decir la verdad. “Si tardas más de cinco minutos en explicarte ya has perdido”, me decía esta semana un amigo. Los que querían el Brexit lo tenían claro: “volver a tener el control”. Los que querían seguir en Europa perdían horas y vida en explicar que los datos de la campaña del Brexit eran falsos. Todo en vano.

Los gestores del Brexit, aparte de aprovechar la soledad acompañada del siglo XXI en la que todo el mundo anda por la calle sin hablar con nadie pero sin levantar los ojos de su teléfono móvil, inciden en aquellos barrios que ha abandonado la izquierda, aquellas zonas en las que nunca ha aparecido un político, esa pérdida de realidad y contacto con el votante que tanto se le reprocha a la izquierda. Ese caldo de cultivo perfecto para ese populismo capaz de llevar a toda una nación como Reino Unido de cabeza al desastre. O no.

Los referéndums, insisto, están sobrevalorados. Dividen, polarizan y derrotan. Pero pocas veces solucionan. Y no deben salvarse como el británico (un voto más bastaba) sino como el andaluz: el 28F se ganó con la mitad no de los votos sino del censo de votantes.

Las elecciones son cada equis años. Los electores votan a unos señores que se supone que interpretan su apoyo y son los encargados de negociar todos los días a todas horas cuestiones más complejas que un sí o un no. Un in o un out. Un Brexit o un Brexin. La democracia hackeada.

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